Como san Pedro
Alejandra María Sosa Elízaga**
Qué rico que en cada Pascua la Iglesia nos invita a recordar los primeros discursos que pronunció nuestro primer Papa, san Pedro, porque conocer lo que dijo, no sólo resulta interesante desde un punto de vista histórico o anecdótico, sino que nos proporciona un invaluable ejemplo a seguir, sobre todo ahora que el Papa Francisco nos ha invitado a todos a ser evangelizadores.
Por ejemplo, las palabras que dijo san Pedro, según leemos en la Primera Lectura que se proclama en Misa en este Tercer Domingo de Pascua (ver Hch 3, 13-15.17-19), nos ofrecen, cuando menos, cinco valiosas enseñanzas:
1. Empieza de una manera fraterna.
Hace sentir a sus oyentes que se reconoce como hermano suyo, al referirse a: “el Dios de nuestros padres”. A veces al hablar con otros, sobre todo si son alejados o no creyentes, tenemos la tentación de pintar la raya y hacer sentir que hay una distancia, un ‘ustedes los pecadores y nosotros los buenos’, pero ello provoca que la otra persona se ponga a la defensiva o se aleje. De san Pedro podemos aprender a relacionarnos con los otros de manera horizontal, no vertical...
2. Pone a Jesús en el centro.
Centra su discurso en que “Dios glorificó a Jesús”, que “Dios lo resucitó de entre los muertos”. Los apóstoles, con san Pedro a la cabeza, proclaman siempre el anuncio de la Resurrección, la noticia más sensacional de toda la historia, la única que puede marcar un ‘antes’ y un ‘después’ en la vida de una persona, y llenarla de luz y de esperanza.
De san Pedro podemos aprender que lo central de nuestra evangelización sea presentarles a los demás a Jesús Vivo.
3. Señala con claridad lo que está mal.
San Pedro les hace ver que “rechazaron al santo, al justo, y pidiendo el indulto de un asesino, han dado muerte al autor de la vida”. No teme hablar con claridad, denunciar lo que está mal. Pudo haber pensado: ‘mejor no les digo eso, no sea que se ofendan’ o ‘no sea que se enojen y la tomen contra mí’, pero no deja que esos temores lo detengan.
A veces cuando vemos que alguien se está metiendo en una situación que puede afectar su salud espiritual, o cuando alguien nos pide un consejo, evitamos hablarle con toda claridad, no sea que se sienta mal o se moleste, pero con ello no le ayudamos, sólo le damos por su lado y lo dejamos como está. De san Pedro podemos aprender a no temer decir las cosas con claridad (y, desde luego, con caridad).
4. Los disculpa.
San Pedro les dijo: “hermanos, ya sé que ustedes han obrado por ignorancia, de la misma manera que sus jefes”. Combina claridad y compasión, un binomio indispensable cuando se trata de evangelizar. No hay que juzgar ni condenar a nadie. De san Pedro podemos aprender a mostrar siempre hacia los demás comprensión, compasión, empatía.
5. Les muestra el camino.
San Pedro pudo terminar su discurso, en el que los acusa nada menos que de la muerte de Cristo, diciéndoles: ‘por todo ello, son ustedes un asco y se van a ir al infierno’, pero hace todo lo contrario. No termina con una nota de condenación sino de esperanza. Les hizo ver que de lo malo que ellos hicieron, Dios sacó un grandísimo bien, y les muestra una salida para que no se quedaran atorados dándose azotes por lo que hicieron en el pasado, sino vieran hacia el futuro y supieran que había solución, remedio, un camino de conversión: “Por lo tanto, arrepiéntanse y conviértanse, para que se les perdonen sus pecados”. De san Pedro podemos aprender a no limitarnos a hacerle ver al otro lo que está mal, porque eso puede lanzarlo a una espiral destructiva de culpa y desesperanza, sino mostrarle siempre la salida a la oscuridad en la que se halla encerrado.
¡Qué extraordinario! Este parrafito que hemos leído nos muestra que en menos de un minuto san Pedro se identifica con sus oyentes, los sorprende, los estruja, los sacude, los impacta, los llena de esperanza y los pone en camino de salvación! Roguemos a Dios que nos conceda ser como san Pedro, evangelizadores fraternos, claridosos, compasivos, y apasionadamente dedicados a encaminar a otros a su encuentro con el Señor Resucitado.