La verdadera razón de la alegría
Alejandra María Sosa Elízaga**
El otro día caminaba por el centro y de pronto, afuera de una tienda, había un Santa Claus que se carcajeaba agarrándose la panza y meciéndose de atrás para adelante.
Y me puse a pensar: 'bueno, y éste, ¿de qué se ríe?'.
Como algunas personas se detuvieron también a contemplarlo, aproveché para preguntarles de qué creían que se reía Santa Claus.
Una jovencita respondió: 'no sé, siempre se ha reído, quién sabe por qué'; una señora dijo: 'es que es el típico gordito feliz', y su niño aseguró: 'se ríe porque tiene nariz como de payaso y los payasos siempre se ríen'.
Qué curioso que todos han visto a Santa Claus pero nadie sabe por qué o de qué se ríe tanto.
Y mientras uno se aleja de ahí quedan resonando en los oídos unos 'jo jo jo' que realmente no significan nada.
Qué triste que la temporada navideña esté rodeada de cosas tan llamativas pero tan vacías, y que distraen tanto la atención de lo fundamental.
Para muchas personas la Navidad es bonita porque se decoran las casas y calles de foquitos de colores, flores de nochebuena, brillantes esferas, se reciben regalos y se cena sabroso, pero esta manera de ver la Navidad deja afuera de la celebración a ¡muchísima gente!
Los que no pueden comprar arbolito, se apenan; los que no tienen dinero para dar algo 'apantallador' se acomplejan; los que no recibieron un buen regalo, se sienten defraudados; los que no son invitados a ninguna posada ni tienen con quién cenar el 24, se deprimen, y así sucesivamente.
Gracias a los comerciantes, mucha personas se han ido, como decimos, 'con la finta', ya no le encuentran a la Navidad su verdadero sentido y la ven venir con horror: les parecen los gastos, excesivos; los adornos, ridículos; las reuniones familiares, fastidiosas; la nostalgia por los que ya no están, insoportable y están hartos de oír villancicos ¡hasta en el supermercado!, en suma: con gusto borrarían la Navidad del calendario.
Como contrapeso a todo esto, la segunda Lectura de este Tercer Domingo de Adviento (que antes se llamaba domingo 'Gaudete' -que en latín significa: 'alegraos'- y en el que se enciende la vela rosa de la corona de Adviento, como símbolo de alegría) pone las cosas en su lugar (a buena hora, pues todavía faltan diez días para Navidad). Dice San Pablo:
"Alégrense siempre en el Señor; se los repito: ¡Alégrense!...
El Señor está cerca. No se inquieten por nada..." (Flp 4, 4.5b)
¡He aquí la verdadera y única razón para la alegría!, no que un señor gordo vestido en traje rojo supuestamente reparta regalitos, ni merendarse a un pobre guajolote, ni siquiera recibir un aguinaldo, porque todo eso es pasajero y se acaba.
Que el Señor está cerca, en cambio, ¡sí es motivo de auténtico gozo!
Significa que Dios te ama tanto que sin tener ninguna necesidad de ello quiso hacerse humano para acercarse a ti, para compartir contigo todo lo que tú vives, pero no sólo como un gesto de solidaridad admirable, sino para darle un sentido a tu existencia y rescatarte de todo aquello de lo que nunca hubieras podido salir por ti mismo: el dolor, la tristeza, la desesperación, el miedo, el pecado, la muerte.
La alegría de esta temporada no está destinada -como este mundo consumista se empeña en hacernos creer- a unos cuantos que tienen con qué y con quién celebrar.
La Navidad llega ¡para todos!: para ese enfermo que pasará ese día en el hospital; para ese anciano a quien nadie visita; para ese niño que no tendrá regalo en su zapatito; para esa persona que llora la muerte de alguien muy querido; para todos los que vivimos en este mundo violento e injusto y nos sentimos tentados a tener demasiadas razones para el miedo y la desesperanza.
Llega la Navidad para ti, seas quien seas, estés donde estés, a recordarte que Aquel que te creó por amor no te ha abandonado, que está justo aquí, a tu lado, que Dios ha querido venir a acompañarte, no sólo cuando te sientes bien, sino en tu enfermedad, pobreza y dolor, ayudándote a encontrarle sentido a todo, mostrándote un camino, sembrando una esperanza en tu corazón que te permita descubrir en tu vida lo que anunciará San Juan en el Evangelio de la mañana de Navidad: que el Señor es tu luz, Su luz "brilla en las tinieblas y las tinieblas no la vencieron" (Jn 1,5).
*Del libro de Alejandra Ma Sosa E ‘Las señales de Dios’, col. ‘Vida desde la fe’, vol. 1, Ediciones 72, México, D.F., pag 58; de venta en librerías y disponible gratuitamente como libro electrónico en bit.ly/1cpJ7lq