La salvación de los demás
Alejandra María Sosa Elízaga**
'¿Qué haces tú por la salvación de los demás?' -se le preguntó a varias personas.
Esto respondieron:
-Nada, ¿yo por qué?, no soy ni monja ni cura, eso les toca a ellos, que hagan algo.
-Nada, no tiene caso, ya está escrito quién se va a salvar y quién se va a condenar, yo qué puedo hacer.
-Nada, a mí me vale la salvación de los demás. Allá ellos. Si se van al infierno es que se lo merecen.
-Nada, yo respeto a los demás, que hagan lo que quieran, que crean lo que quieran.
-Nada, ya es bastante que me preocupe mi propia salvación como para que encima me preocupe la de otros.
-Nada, al contrario, ojalá que ciertos parientes y conocidos no se salven: ¡no quiero topármelos en el cielo!
-Nada porque todos nos vamos a salvar, queramos o no, porque Diosito es muy bueno.
Adiós pretextos...
Si acaso asisten a Misa este domingo a todos ellos les va a dar un 'patatús' cuando escuchen lo que la Iglesia pide a Dios en la Oración Colecta (que es la oración que dice el sacerdote justo antes de que se proclamen las Lecturas): 'Haz que Tus fieles caigan en la cuenta de que están llamados a trabajar por la salvación de los demás', o, en otras palabras: '¡Señor, que nos 'caiga el veinte' de que no podemos 'fingir demencia' y desentendernos del prójimo sino que debemos hacer todo lo que esté de nuestra parte para ayudarlo a descubrir y aceptar el don maravilloso de la salvación!'
Y es que no se vale 'echarle el paquete' a sacerdotes y religiosas; no se vale inventar que ya 'todo está escrito' (cada día Dios te entrega una hoja en blanco; de ti depende escribir en ella algo que valga la pena).
No se vale querer salvarse en solitario: somos familia, hijos de un mismo Padre, hermanos de Aquel que nos pide amarnos unos a otros y tiene el incómodo propósito de pedirnos cuentas de lo que hayamos hecho o dejado de hacer por los demás.
No se vale que usemos la misericordia de Dios como pretexto para cruzarnos de brazos. Dios no salvará a nadie 'a fuerzas'. Dice San Agustín: 'Dios que te creó sin ti, no te salvará sin ti'.
El Señor nos pone la salvación al alcance de la mano, pero depende de nosotros aceptarla y sin duda también depende de nosotros que muchos otros la acepten también.
No hay tiempo que perder
La salvación es asunto serio.
No sólo porque tiene que ver con el cómo y el dónde una persona pasará la eternidad, sino porque el aceptarla provoca una enorme diferencia en su vida, ya desde ahora.
Recordemos que la salvación no sólo libera de la muerte, libera también del pecado, de los apegos desordenados, es decir de todo aquello que ata, que hace caer, que impide la plenitud, que roba la paz.
Es por ello que a Dios le interesa profundamente no sólo que cada uno acepte la salvación que Él le ofrece, sino que ayude a que otros la acepten también.
Nos ha nombrado 'agentes' Suyos, y espera que no nos conformemos con conocer el camino hacia la salvación sino nos preocupemos -y ocupemos- de darlo a conocer a otros.
Basta que abras tu Biblia o tu misalito para descubrir, sin ir más lejos, textos -por ejemplo los de las Lecturas que se proclaman hoy en Misa- que no sólo te invitan sino materialmente ¡te empujan! a convertirte, pero ¡ya! en mensajero de la Buena Nueva (ver Rom 10, 15) y a ir por todas partes anunciando el Evangelio (ver Mc 16,15).
Intuye su sed y muéstrale la fuente
¿Te has puesto a pensar que a tu alrededor hay mucha gente que quizá mantiene una fachada de aparente felicidad, pero en su interior siente un hondo vacío o un desconsuelo o una sed, una nostalgia de Dios que tal vez ni siquiera identifica como tal?
Considera estos tres ejemplos:
- Quien no conoce a Dios, ¿cómo enfrenta el dolor, una enfermedad terminal, la pérdida de un ser querido? Habita un mundo amenazador donde las cosas suceden sin razón, donde nada tiene sentido y no hay esperanza porque la muerte es un trágico final, un agujero negro del que no hay salida.
- Quien conoce a Dios pero no a Jesús no sabe que Dios es Padre Amoroso, y quizá vive oprimido sirviendo a una 'deidad' a la que le tiene terror, o quizá se siente desamparado y solo en un mundo que considera obra de una divinidad lejana que no se interesa por él.
- Quien conoce a Jesús pero no es católico se está perdiendo, entre otras cosas, de la riqueza de experimentar el abrazo y el perdón del Padre en la Reconciliación; de recibir el Cuerpo y la Sangre de Cristo en la Eucaristía.
¿Te das cuenta? Hay muchas personas necesitadas de descubrir y experimentar la sanación y la paz que sólo el Señor puede dar.
Tú decides si las ayudas o te mantienes al margen disfrazando de 'prudencia' y 'respeto' lo que quizá es simplemente miedo al ridículo, pena de exponerte a la crítica o pura indiferencia...
Vocación misionera
Hoy la Iglesia celebra a los misioneros: hombres y mujeres que se dejan enviar por el Señor y en Su nombre ayudan a muchos a encaminarse hacia su salvación. Se nos invita no sólo a orar por ellos y a apoyarlos económicamente, sino ¡a imitarlos! Y no hace falta cruzar al otro lado del planeta para lograrlo.
Ahí donde y con quienes te encuentras cada día, una palabra tuya, un gesto, un testimonio oportuno puede cambiar una vida, sembrar una luz, saciar una sed, encender una esperanza...
*Del libro de Alejandra Ma. Sosa E. ‘El regalo de la Palabra’, col. Vida desde la fe, vol. 3, Ediciones 72, México, D.F. p.85. Puedes leerlo gratuitamente en nuestra sección de libros electrónicos.