La mejor parte
Alejandra María Sosa Elízaga**
‘Claro, era muy cómodo, quedarse allí sentada de brazos cruzados, pero ¡alguien tenía que hacer la comida!’
Palabras más, palabras menos fue lo primero que comentó la mayoría de las asistentes al grupo de Biblia cuando leímos el Evangelio según san Lucas que se proclama este domingo en Misa (ver Lc 10, 38-42).
En él se narra que cuando Jesús fue a casa de dos hermanas, María y Marta, la primera se sentó a escucharlo, la segunda se dedicó a realizar diversos quehaceres, y cuando reclamó que su hermana no la ayudaba con éstos, Jesús le respondió: “Marta, Marta, muchas cosas te preocupan y te inquietan, siendo así que una sola es necesaria. María escogió la mejor parte y nadie se la quitará.”
Quienes intentan justificar a Marta, pasan por alto que el texto no dice que Jesús llegó a comer ni que Marta preparaba la comida, sino que Jesús entró a casa de ellas y que Marta “se afanaba en diversos quehaceres”, es decir, que teniendo el privilegio de recibir en su casa al Señor, lo desperdiciaba dedicándose a realizar otras cosas. Permitió que lo urgente la hiciera olvidar lo más importante.
Y también con respecto a María quienes piensan que eso de “la mejor parte” se refiere sentarse y no hacer nada, y dicen: ‘pues sí, qué bonito poder pasar así el día, pero yo me voy a tener que perder esa ‘mejor parte’, pues tengo mil cosas que hacer’, pasan por alto que María no sólo se sentó, sino “se sentó a los pies de Jesús”, y no simplemente para descansar, sino para “escuchar Su Palabra”.
Tenemos así que la diferencia entre ambas no está en que una fuera trabajadora y la otra haragana, sino en que teniendo ambas a Jesús en casa, una aprovechó Su presencia y la otra no.
Viéndolo así, se comprende que lo que Jesús propone como “la mejor parte” no consiste en quedarse sin hacer nada, sino en prestarle atención, en mirarlo, escucharlo, acoger Su presencia, para lo cual lo que se necesita es volver a Él la mirada, y abrir el corazón a Su Palabra.
Que cuando nos pase como a Marta, que muchas cosas nos preocupen e inquieten, recordemos tomar un momento para volvernos hacia Jesús, para sabernos ante Su presencia amorosa, sentirnos mirados por Él, y prestar atención a lo que Él dice.
De lo que se trata es de lo que san Francisco de Sales llamaba ‘mantener la conciencia de la presencia de Dios’, que consiste en vivir nuestro día conscientes de que Dios está con nosotros, y dirigir constantemente hacia Él la mirada de nuestro corazón, aun en medio de la más ajetreada jornada.
Entonces podremos disfrutar esa ‘mejor parte’, estemos donde estemos, solos o acompañados, en un atestado transporte público, en medio de una frenética jornada laboral, en la sala de un hospital o de una funeraria, y tendremos paz, tendremos luz, sentiremos cómo nos sostiene Su gracia.
Y cabe aclarar que no hay que descartar, desde luego, que la ‘mejor parte’ también implica tomar tiempo para ponernos, como María, literalmente “a los pies de Jesús”, por ejemplo en un ratito de oración ante el Santísimo, o tal vez quedándonos un ratito a dialogar con Él después de Misa.
Es una pena que hay personas que tras recibir al Señor en la Comunión se distraen pensando en lo que van a hacer a la salida, o se ponen a platicar con quien tienen junto, y desperdician, como Marta, la oportunidad de atender a Aquel que acaban de recibir, que ha venido a estar con ellas.
Les sucede como decía san Agustín: ‘Tú estabas conmigo, pero yo no estaba Contigo’.
¿Por qué nos invita Jesús a aprovechar lo que llama “la mejor parte”?, porque, como todo lo que nos propone, es para nuestro bien.
Si dejamos que lo que nos preocupa e inquieta se apodere de nosotros y nos olvidamos del Señor, si permitimos que el mundo nos avasalle, nos llenamos de miedo, de impaciencia, de malhumor, de zozobra y desesperanza.
Pero si en medio de todo aquello que nos inquieta y preocupa, sabemos volver una y otra vez la mirada hacia Él, logramos ver las cosas desde Su punto de vista, reajustamos nuestras prioridades, recobramos la confianza en que todo está en Sus manos, recuperamos la paz.