Pero déjame primero...
Alejandra María Sosa Elízaga**
‘Nomás que...’, ‘pero antes tengo que...’, ‘pero déjame primero...’
Son frases que solemos emplear para posponer hacer algo, a veces indefinidamente.
Me ha sucedido encontrarme con ex alumnos de algún curso de Biblia que al verme me dicen: ‘ya voy a volver a ir, nomás que...(y ahí vienen distintas frases, ‘nomás que se case mi hijo’, ‘nomás que se mejore mi suegra’ -supongo que se refieren a la salud, no al carácter, je je-), o una variante: ‘antes tengo que terminar de’...(y también aquí le sigue una gran variedad de razones: terminar de arreglar la casa -uuuy, eso puede tomar ¡años!- , terminar con otros compromisos, terminar de organizarse -algo que también puede tardar ¡toda la vida!-).
Siempre les contesto lo mismo, que cuando buenamente puedan ir serán siempre bienvenidos, y que sea que regresen o no, lo que importa es que no dejen de encontrarse con Dios, a través de la oración, de la meditación de Su Palabra y, desde luego, de la Eucaristía. Eso sí que es impostergable.
Prueba de ello es el Evangelio que se proclama este domingo en Misa (ver Lc 9, 51-62).
Allí vemos que alguien a quien Jesús le dijo: “Sígueme”, le salió con un: “déjame ir primero a enterrar a mi padre”, (lo cual no significaba que tuviera a su padre tendido en un velorio, sino que era una manera de decir que se esperaría hasta que se muriera su padre -el cual quizá ni era viejito ni estaba enfermo- y ya luego de que éste muriera, seguiría a Jesús).
Y también se narra que lo que probablemente fue una respuesta a otra invitación de Jesús, alguien le dijo: “Te seguiré, Señor, pero déjame primero despedirme de mi familia”, (algo que, dependiendo del número de parientes y del drama que le hicieran por irse, podía tomar ¡demasiado tiempo!).
En ambos casos la respuesta de Jesús fue tajante, contundente, haciéndoles ver que el Reino de Dios no admite demoras, es para hoy, para ahorita.
Y lo que le dijo a esas personas nos lo dice a nosotros también, que solemos responder a los llamados del Señor con las mismas palabras que ellas usaron:
Sí te seguiré y dejaré este vicio, ‘pero déjame primero’ seguir cayendo en él un rato más.
Sí, ya voy a procurar hablar bien de los demás ‘pero déjame primero’ contar este chisme que está buenísimo.
Sí, ya sé que tengo que perdonar lo que me hizo, ‘pero déjame primero’ mantener el enojo, echar rayos y centellas, hablar mal, contar a todos lo que pasó...
Sí, ya sé que me estás esperando para charlar un rato conmigo en la oración, ‘pero déjame primero’ mirar la tele, hablar por teléfono, navegar en la computadora.
Sí, ya sé que tienes mucho que decirme a través de Tu Palabra, pero déjame primero terminar de leer esta novela, el periódico, esta revista...
Sí, ya sé que tengo que ir a Misa, ‘pero déjame primero’ dedicar algunos domingos a ir de compras, a bañar al perro, a ir de paseo, de visita...
¡Ay, cuántas veces dejamos para después realizar lo que Jesús nos pide!
Nos engañamos pensando que no perdemos nada cuando postergamos cumplir la voluntad del Señor, pero perdemos la oportunidad de edificar y habitar Su Reino, y disfrutar mucho antes esa gracia que Él derrama (sin demora) en nuestro corazón cada vez que aceptamos Su invitación.