Compartir la alegría
Alejandra María Sosa Elízaga**
En estos tiempos en que reina la mentalidad de ‘vive y deja vivir’, y de ‘yo tengo mi verdad y tú la tuya’, a algunos les resulta extraño que la Iglesia Católica se mantenga fiel al llamado de Jesús (que leemos este domingo en el Evangelio -ver Mt 28, 16-20), de ir a enseñar y a bautizar a todas las naciones.
Se preguntan por qué la Iglesia Católica sigue celebrando cada año el DOMUND (Domingo Mundial de las Misiones) y sigue enviando, cotidianamente, misioneros a todos los rincones del planeta, a evangelizar.
Tal vez, sospechan los intelectuales, la mueve un afán ‘hegemónico’, ‘expansionista’; quizá, comentan políticos y empresarios, quiere fortalecerse incrementando el número de sus miembros.
La juzgan con criterios equivocados.
La Iglesia no es un país ni una empresa.
La razón de su celo misionero es muy distinta a la que imaginan quienes la contemplan desde fuera.
¿Qué razón la mueve?
Sólo una.
Difundir lo que el Papa Benedicto XVI llama ‘la alegría de creer’.
En un mundo en el que mucha gente está angustiada porque no le halla sentido a su existencia; vive amedrentada por la violencia que la rodea; desorientada por la pérdida de valores; deprimida por la soledad, vacía por la falta de amor; aterrada ante la idea de que la inevitable muerte, propia y ajena, será un oscuro final sin esperanza, los católicos queremos anunciar la alegría de la fe.
En una encuesta realizada entre grupos religiosos de todo el mundo se concluyó que los más felices somos los católicos.
Se ve que el Señor ha cumplido lo que leemos en la Primera Lectura dominical que prometió a quienes se adhieran a Él: “los llenaré de alegría” (Is 56, 7).
Si alguien hubiera inventado un ‘alegrómetro’, de seguro mostraría que el grado de alegría que alcanza quien tiene fe, supera con mucho el que alcanza quien se alegra por cualquier otra razón.
A los católicos nos alegra nuestra fe, y queremos compartir nuestra alegría con otros, con muchos, con todos.
Hace unos días en un sitio católico en internet preguntaban: ‘cuáles son las tres cosas que más disfrutas de tu fe católica?’, y quisiera replantearte la pregunta: ‘¿cuáles son las tres cosas que más te alegran de tu fe católica?
Te comparto lo que respondí:
1. La alegría de pertenecer a la familia de Dios
Me alegra saber que Dios es Amor y que pertenezco a Su familia: que Jesús es mi hermano, que me ama tanto que vino a salvarme del pecado y de la muerte. Que María es mi Madre, que vela y ruega a Dios por mí.
Que no sólo cuento con la intercesión de la Iglesia en este mundo, sino con la celestial.
Que puedo aprovechar la oración y el ejemplo de los santos, y el auxilio de los Ángeles y Arcángeles.
Que en la rica diversidad espiritual de la inmensa familia católica hay cabida para todos, desde el contemplativo que se la pasa orando en silencio, hasta el que alaba a Dios con palmas y cantos; desde el que vive una religiosidad popular hasta quien desea penetrar en las profundidades teológicas de los sabios Padres y Doctores de la Iglesia.
Que aunque vaya al rincón más apartado del planeta, hallaré una iglesia católica y podré entrar y sentirme en casa, porque en ella todos somos acogidos, sin importar raza, situación económica, cultural o social, todos nos sabemos y somos hermanos.
Y me alegra saber que cuando termine mi vida en este mundo no voy a morir sino a resucitar, y espero poder seguir disfrutando de mi pertenencia a la gran familia de Dios, y vivir eternamente con Él, con María, los ángeles, los santos y mis seres queridos en el cielo, el verdadero Hogar.
2. La alegría de ser miembro de la única Iglesia fundada por Cristo
Me alegra tener como padre y pastor al Papa Benedicto XVI, hombre sabio y santo, sucesor, en línea ininterrumpida de san Pedro y saber que la Iglesia Católica no es producto de un cisma ni la fundó un hombre cualquiera, sino el propio Cristo hace dos mil años, y que le envió a Su Espíritu Santo que desde entonces la guía y la sostiene, y por eso es Madre y Maestra y tiene autoridad para interpretar la Palabra, para enseñar, para definir dogmas que son principios sólidos, verdades de la fe de la cual Cristo la hizo depositaria, y en las cuales podemos cimentarnos confiados en que no van a cambiar pues no vienen ni dependen del hombre, sino de Dios.
Y me alegra también que aunque la Iglesia tiene la mirada puesta en Dios, está profundamente comprometida con el hombre, y por eso defiende la vida desde su concepción hasta su fin natural; y por eso es la institución no gubernamental que más ayuda humanitaria brinda en todo el mundo, sin distinción de credos, razas, situación política, social o cultural, y por eso nos deleita los sentidos con la belleza de las flores, las imágenes, la arquitectura, la música, las obras de arte que ha promovido desde el inicio del cristianismo y que han ayudado a millones de creyentes a elevar el alma hacia Dios; y por eso aunque seamos santos o pecadores, la Iglesia mantiene para nosotros, para todos, sus puertas siempre abiertas de par en par.
3. La alegría de contar con los Sacramentos
Me alegra contar con los Sacramentos, signos sensibles del amor divino, que me permiten vivir mi existencia ordinaria de modo extraordinario:
Que por mi Bautismo puedo llamar Padre a Dios.
Que me da en la Confesión Su abrazo, Su gracia, Su perdón.
Que en mi Confirmación el Espíritu Santo derramó en mí los dones y carismas necesarios para poder dar abundante fruto espiritual.
Que puedo adorar a Cristo, Vivo y Presente, en la Eucaristía, y recibirlo y entrar en comunión íntima con Él.
Que derrama en mí Su ternura y fuerza sanadora en la Unción de Enfermos.
Que en el Matrimonio otorga a los esposos el poder de amarse como Él los ama.
Que en el Orden Sacerdotal transforma al sacerdote en ‘otro Cristo’, para asistirnos en Su nombre, para hacerlo presente entre nosotros.
Me alegra tener siempre a mi disposición estas ayudas divinas que me ayudan a empezar a habitar, a edificar, a disfrutar ya desde ahora del Reino de los Cielos.
Me gustaría saber qué respondes tú, qué te alegra de tu fe católica, y sobre todo, te propondría que en este Año de la fe te preguntes ¿con quién compartirás esa alegría?
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