y los envió por delante...
a todas las ciudades y sitios a donde ÉL había de ir...'
(Lc 10,1)

¿Quién es el más importante?

Alejandra María Sosa Elízaga*

¿Quién es el más importante?

¿Cuándo consideramos que alguien es importante? Probablemente cuando aporta, o nos aporta algo que valoramos mucho.

¿Es bueno sentirse importante? Según los frutos que ello produzca.

Por ejemplo, si por sentir que es valioso para su familia, alguien deja de fumar y de tomar para cuidar su salud y no poner en riesgo la paz o la seguridad de quienes más lo aprecian y necesitan, es positivo.

Pero si por sentirse importante alguien pretende ser superior, desprecia a otros y cree que deben rendirle pleitesía, no lleva a nada bueno.

Esto viene a colación porque en el Evangelio que se proclama este domingo en Misa (ver Mc 9, 30-37) leemos que los discípulos se pusieron a discutir cuál de ellos era el más importante. No suena a charla amistosa, más bien cabe imaginar que tuvieron un intercambio acalorado en el que cada uno alegó tener mayor importancia que los demás, y por eso cuando llegaron a casa y Jesús les preguntó de qué discutían por el camino les dio pena contestar.

Dice San Marcos que “entonces Jesús se sentó”, una observación no para decirnos que venía cansado, sino para hacernos ver que Jesús adoptó la postura que empleaban los maestros para dar una enseñanza fundamental. Y la dio. Les dijo: “Si alguno quiere ser el primero, que sea el último de todos y el servidor de todos” (Mc 9, 35).

Con divina pedagogía, Jesús aprovecha el deseo de ellos de ser importantes y no lo suprime, lo encauza, o mejor dicho, lo pone de cabeza porque les hace ver que es al revés de lo que pensaban; que ocupa el primer lugar no quien quiere ser servido, sino quien quiere servir.

¿Por qué plantea Jesús algo tan a contracorriente del mundo? Porque el mundo suele hacer sentir importante a la gente no porque realmente la considere así, sino para manipularla y provocar que caiga en la trampa del consumismo: ‘te hacemos creerte importante, te damos trato de 'vip' (very important person -persona muy importante), te llamamos 'cliente consentido', 'preferente', 'miembro exclusivo', para que te portes a la altura y compres y gastes en todo lo que contribuya a mantener tu inflada imagen’. Pero seguir los criterios del mundo y sentirse falsamente importante puede tener fatales consecuencias para el alma, pues la afecta en tres aspectos fundamentales:

1. En su relación con Dios

La persona llega a creer que no necesita de Dios, que puede resolverlo todo con su poder y su dinero, o, si acaso cree en Dios, no le pide, ¡le exige!; supone que todo lo merece, no logra captar la gratuidad, que todo es don, regalo divino, que no hay nada que pudiera hacer que le 'compre' el amor y la salvación que Dios ofrece.

2. En su relación con los demás

La persona falta a la caridad: convierte a todos en subalternos a los que ordena, ofende, critica, discrimina, y si recibe algún trato que no le parece digno de la grandeza que se auto-atribuye, se ofende fácilmente y guarda rencor.

3. Consigo misma

La persona cae en la soberbia; no reconoce sus propios defectos y miserias; no tiene humildad; reacciona como el fariseo que en lugar de pedirle perdón a Dios se alababa a sí mismo delante de Él.

Como se ve, hay gran peligro en eso de sentirse importante, y por eso Jesús lo contrarresta yéndose al otro extremo: el que quiera ser el primero, sea el último. Pero ojo, no se trata de irse pavoneando a ocupar el último lugar para ser alabado por humilde. Contaba un padre que cuando era seminarista le pedía a Dios que le diera humildad, y un día contrajo una enfermedad que lo hizo depender de otros en aspectos que lo abochornaban. Cuando se quejó de ello con su director espiritual, éste le preguntó: '¿pues qué no estabas pidiéndole a Dios humildad?, Le respondió: 'sí, pero no de ésa; yo quería de esa humildad que hace que todos comenten '¡¡qué humilde es!!'.

Cuidado con buscar el último lugar con el fin de ser admirados.

Jesús pide la auténtica actitud de humildad que brota de un corazón que ama a los demás, los tiene por mejores y los quiere servir, es decir, quiere usar sus propias cualidades y dones no para beneficiarse egoístamente, sino para beneficiar a otros. ¿Y quiénes son esos otros? Nos lo dice dos veces Jesús: “todos”. Eso significa que estamos llamados a servir no sólo a nuestra familia, a quienes nos caen bien o a quienes pueden recompensarnos luego, sino a todos: a los difíciles, ingratos, que nos caen mal, que aparentemente no se lo merecen.

No es fácil, pero es indispensable si se desea seguir a Jesús. Y tiene recompensa. Quien lo haga descubrirá su verdadera importancia y que ésta no depende de que forme parte de un grupito al que sólo tienen acceso unos cuantos 'privilegiados', ni de recibir una tarjeta metálica o un trato especial en ciertos establecimientos, sino de ser hijo de Dios Padre y hermano de Jesús, nuestro Señor, y colaborar con Él y como Él, al servicio de todos, con humildad y amor.

 

(Del libro de Alejandra María Sosa Elízaga “Como Él nos ama”, Col. ‘La Palabra ilumina tu vida’, ciclo B, Ediciones 72, p. 133, disponible en Amazon).

Publicado el domingo 22 de septiembre de 2024 en la pag web y de facebook de Ediciones 72