Ser misioneros
Alejandra María Sosa Elízaga*
Quien acostumbra leer mis artículos sabe que con frecuencia menciono un programa de TV (también disponible en internet), llamado ‘Regreso a casa’, en el que se entrevista a personas que habían pertenecido a las más diversas denominaciones religiosas o incluso eran ateas o agnósticas, y que se convirtieron al catolicismo.
Pues ahí les va de nuevo, otra mención de este programa, para comentar dos frases de dos de sus invitados.
La primera frase la dijo una señora, que recordó: ‘nunca nadie me dijo que Dios me amaba’. Explicó que en su hogar no se hablaba de cosas de la fe y en su escuela menos. Así que creció sintiéndose solitaria, insegura, y cuando llegó a la universidad y un grupo protestante la invitó a una asamblea donde por primera vez oyó hablar del amor de Dios, quedó enganchada. Se integró a esa iglesia, y fue muchos años después cuando por su amor a Jesús, y porque ya no le bastaban los bonitos cantos y predicaciones que le ofrecían, se puso a leer y a investigar y descubrió que Él está realmente Presente en la Eucaristía, sintió hambre de recibirlo y se volvió católica.
¡Es terrible que alguien crezca sin tener la menor idea del amor de Dios! Y cabe preguntar: ¿cómo es posible? La respuesta está en la mentalidad que impera hoy en día según la cual no se debe hablar de Dios porque es ‘imponerle tus creencias’ a otra persona y eso es inadmisible. Hay que ser ‘políticamente correctos’ y si acaso se tiene fe, practicarla ‘en lo oscurito’, que nadie se entere.
La segunda frase la dijo un joven que contó que su familia era protestante y creció creyendo que no conocía a ningún católico. Entonces un día se enteró de que muchos de sus amigos del vecindario donde vivía, así como de su escuela y luego de su universidad eran católicos, pero jamás lo mencionaron y aunque algunos de ellos salían un rato los domingos (a Misa), no decían a dónde iban y no invitaba a nadie a acompañarlos. Recordó: ‘nunca nadie me invitó a ir a Misa’. Fue hasta que se hizo novio de una católica que asistió con ella y su familia a Misa, y quedó impactado por la belleza de la liturgia, por los textos bíblicos que se proclamaban (tenía la equivocada idea de que los católicos no conocían la Biblia), y más que todo, lo impresionó el momento de la Consagración en el que todos se arrodillaron en adoración. Comprendió que realmente Jesús estaba allí, en el altar. Fue el detonante que inició su interés por conocer más acerca de la fe católica y que eventualmente lo llevó a convertirse.
Este domingo es el DOMUND (Domingo Mundial de las Misiones). Hace algunos años, la Oración Colecta de esta Misa dominical le pedía a Dios: ‘Haz que Tus fieles caigan en la cuenta de que están llamados a trabajar por la salvación de los demás’, y el Evangelio solía ser aquel en el que Jesús enviaba a Sus discípulos a proclamar la Buena Nueva y a bautizar a todos en Su nombre. Ahora son otras las oraciones y Lecturas, pero si se sigue celebrando el DOMUND, así que aprovechemos la oportunidad para reflexionar en que debemos apoyar las misiones con oración y donativos, pero no conformarnos con eso, sino asumirnos nosotros también como misioneros. Hoy en día hay gente que se juega la vida en países en el que su testimonio cristiano se paga con persecuciones, cárcel y muerte. Tal vez no todos estemos llamados a esa vocación, pero sí estamos todos llamados a misionar ahí donde Dios nos puso: en nuestra familia, en nuestra comunidad. Que nadie más diga que nunca supo que Dios le amaba ni dónde lo podía encontrar.