¡Eso es todo!
Alejandra María Sosa Elízaga*
Las mujeres tenemos fama de curiosas y comunicativas (por no decir metiches y chismosas, que se oye muy feo), características que quizá haya quien considere defectos, pero que para el Señor son cualidades que nos calificaron para ser las testigos privilegiadas de Su Resurrección.
Así, leemos en el Evangelio que se proclama en la Vigilia Pascual -y que también puede proclamarse en la Misa del día este Domingo de Pascua (ver Mt 28, 1-10), que fueron las mujeres las primeras en recibir la noticia de que Jesús había resucitado.
Y es muy curioso constatar cómo el Ángel que les dio dicha noticia, conocedor del alma femenina, hizo exactamente lo que se necesitaba para que ellas pudieran cumplir con el encargo que les haría.
Primero las tranquilizó, claro; su repentina aparición en medio de un terremoto y de una luz como de relámpago fue tan impactante que los guardias al verle quedaron como muertos, así que aunque estaba visto que ellas no eran de esas damiselas que a la primera se desmayan, sin duda se espantaron, por lo que consideró necesario hacerles ver que no había nada que temer.
Luego les demostró su carácter sobrenatural, revelándoles que sabía a qué iban, que estaban buscando a Jesús el Crucificado.
En seguida les dio el anuncio más sensacional de toda la historia: “Ha resucitado como lo había dicho”.
Después, sabedor de que, como buenas mujeres, no se iban a ir muy convencidas si no comprobaban con sus propios ojos que ahí no estaba su Señor, las invitó: “Vengan a ver el lugar donde lo habían puesto”.
Entonces les encomendó lo que pidió Jesús: que anunciaran a Sus hermanos que resucitó, que iría delante de ellos y que los vería en Galilea, y por último añadió: “Eso es todo”.
Tal vez esta última frase le suene a algunos como cuando el vocero de un político que acaba de hacer una declaración, anuncia a la prensa: ‘no habrá preguntas’ y apaga el micrófono. Podría dar la impresión de que el Ángel, sabiendo que las mujeres solemos ser demasiado inquisitivas, dijo lo de “eso es todo” como para desanimarlas a querer quedarse a interrogarlo para averiguar lo que pudieran, pues lo que quería era que se fueran de inmediato a cumplir lo que se les encargó. Pero no se ve que ellas hubieran tenido intención de quedarse, dice el Evangelio que “se alejaron a toda prisa del sepulcro llenas de temor y de alegría”.
Se nota que lo que les urgía era ¡salir de allí!, por lo que podemos pensar que la frase encierra un significado más profundo, y para tratar de descubrirlo ayuda recordar que la pronunció luego de anunciar tres cosas: que Jesús había resucitado, que iría por delante y que podrían verlo. Como quien dice, en ese “todo” está comprendida nuestra razón de ser como creyentes.
¿Qué sostiene nuestra fe? Que Jesús resucitó como lo había prometido, que todo cuanto dijo es verdad, que es Dios. ¿Qué sostiene nuestra esperanza? Que confiamos en Su promesa, que sabemos que ha ido por delante a prepararnos un lugar, que así como Él resucitó, resucitaremos nosotros. ¿Qué sostiene nuestra caridad? Saber que nos sale al encuentro y que vive, no sólo en Su Palabra y en los Sacramentos, sino también en quienes nos rodean, y podemos amarlo y servirlo en ellos.
En ese “todo” está el fundamento que da fuerzas para salir adelante al que sufre, al que vive una situación de dolor, pues sabe que Jesús ha vencido a la muerte, sabe que está presente a su lado, sabe que al final de esta vida se reunirá con Él.
Ese “todo” también implica una invitación: para aquellas mujeres y hoy para nosotros: a no complicarnos pretendiendo averiguar lo que nuestra limitada mente no alcanza a comprender, está un llamado a darle un voto de confianza a Aquel que no defrauda, y a no quedarnos cuestionando o contemplando Su sepulcro vacío, sino lanzarnos presurosos a anunciar a todo el mundo que Cristo, el Crucificado, muerto por nosotros, no se quedó en la cruz, no se quedó en el sepulcro. ¡Ha resucitado!
(Del libro de Alejandra María Sosa Elízaga “La Fiesta de Dios”, Col. ‘Lámpara para tus pasos’, ciclo A, Ediciones 72, México, p. 68, disponible en Amazon).