Los disfraces del Rey
Alejandra María Sosa Elízaga*
Un anciano abad, sabio y santo, reunió a sus monjes y les informó que el Señor le había revelado que iría a visitarlos al día siguiente, pero disfrazado de peregrino. Era cuando solían abrir su monasterio para que la gente pudiera asistir a Misa y pasear por los jardines y el claustro y comprar los productos que fabricaban. Los fastidiaba, luego de estar toda la semana en silencio, tener que tolerar el ruido y el trajín de personas un tanto imprudentes, a las que debían consecuentar, y a veces se ponían de malas, pero ahora se propusieron estar contentos pues acogerían nada menos que al Señor. Así, ese domingo, cuando cada uno atendía a un visitante, se preguntaba: ‘¿será éste el Señor?’, y como no lo sabía, le sonreía y trataba, por si acaso, con exquisita cortesía.
¿Atinó alguno a atender al Señor? Sí, porque estaba oculto en todos.
Este domingo celebramos a Nuestro Señor Jesucristo, Rey del Universo, y cabe preguntarnos, ¿qué haríamos si nos revelaran que hoy nos vamos a topar con Él? Que puede ser ese conductor lento que te impacienta, así que no querrás tocarle cinco groseros claxonazos; o esa persona a la que no le hablas, así que más te vale reconciliarte con ella, o ese familiar que te crispa los nervios, así que tenle paciencia.
Jesús es ese Rey, al que Sus adversarios no reconocieron, pero sí el ladrón que estaba junto a Él en la cruz, y por ello fue invitado a Su Reino. Es ese Rey, que en el Juicio Final revelará que lo que hicimos a otros, se lo hicimos a Él.
Sabiendo esto, no perdamos la oportunidad de reconocer al Señor, que vendrá a nosotros disfrazado de ese alguien con quien nos encontraremos hoy, y tratémoslo como lo merece: con gentileza y amor.

y los envió por delante...