Luz del Cielo
Alejandra María Sosa Elízaga*
¿Un cometa?, ¿una conjunción de planetas? ¿una nueva estrella?, ¿un invento?, ¿un mero símbolo?, ¿qué fue realmente lo que vieron surgir esos magos de Oriente de los que nos habla el Evangelio que se proclama este domingo en Misa? (ver Mt 2,1-12).
Tuvo que ser impactante puesto que bastó para moverlos a emprender un viaje largo y arriesgado.
Desde los orígenes del cristianismo, la estrella que guió a los magos ha sido objeto de numerosas especulaciones, sobre todo por lo que podría llamarse su errática conducta, pues primero se les aparece suficientemente clara y brillante como para atraer su atención y animarlos a seguirla; luego, cuando ya se acercan a donde los conduce, de pronto deja de servirles de 'GPS-celestial', obligándolos a pedir terrenales direcciones, y por último parece moverse frente a ellos llevándolos directamente a donde tenían que llegar, pues se detiene justo encima de donde está el recién nacido al que han venido a adorar.
¿Qué clase de estrella es ésta? Personalmente la explicación que más me convence es la que da San Juan Crisóstomo, quien dice que se trata de un fenómeno sobrenatural del que es imposible buscar una explicación natural.
Así pues, quizá lo mejor sea dejar de preguntarse inútilmente qué fue aquello y más bien preguntarse por qué o para qué sirvió, y en ese sentido se pueden sacar ricas reflexiones.
Consideremos algunas:
1. Según muchos estudiosos, los magos eran astrólogos, es decir, tenían la equivocada idea de que los astros gobernaban el mundo. Dios se sirve del error de ellos para conducirlos suavemente hacia la verdad; un bello ejemplo de 'inculturación', gracias al cual los magos encuentran a Aquel que es el Creador y Rey de todo el universo. Qué consolador es saber que el Señor aprovecha incluso nuestras equivocaciones para bien nuestro y de otros.
2. Los magos tienen que pedir indicaciones, no pueden depender sólo de la estrella. Dios no quiere que tengamos con Él una relación vertical de la que excluyamos a otros; nos pone una y otra vez en situación de dependencia. Nos dio 'vocación de puentes' para que Sus bendiciones nos lleguen a través de los hermanos y a su vez ellos las reciban de nosotros.
3. San Mateo muestra que la salvación para todos los pueblos proviene de uno específico. Resulta muy significativo que la posible y momentánea desaparición de la estrella forzara a los magos a pedir instrucciones en Jerusalén, para que fueran los miembros del pueblo elegido quienes dieran la respuesta correcta (aunque lamentablemente ellos mismos no se dejaran mover por ella).
La salvación universal viene de Jesús, el Hijo de Dios nacido en Belén.
4. Hay que resaltar que por encima de la estrella es la Sagrada Escritura la que guía a los magos, la que dice exactamente dónde debía nacer el Rey al que han venido a adorar. Que la Palabra sea también para nosotros lámpara para nuestros pasos, luz en nuestro camino.
5. Conmueve pensar que lo de hacer que los magos consultaran a Herodes quizá fue un intento de Dios por despertarle un interés por conocer a ese Rey y abrirse a la salvación que le traería. Lamentablemente la soberbia de Herodes lo ciega y no logra captarlo.
Hace unos años anunciaron que de madrugada habría lluvia de estrellas.
A la hora señalada subí a la azotea esperando ver algo espectacular pero todo lucía como de ordinario. Me senté a esperar y nada. Pasó largo rato y como mis ojos fueron acostumbrándose a la oscuridad comencé a apreciar, como por primera vez, la gran cantidad de estrellas en el cielo. Saberlas a millones de kilómetros y percibir en ellas la grandeza de Aquel que las creó era estremecedor.
Entonces sucedió. Con el rabillo del ojo percibí una línea de luz blanca que cruzó velozmente una parte del cielo, pero en el segundo que me tomó voltear a verla se esfumó. Fue como si el cielo hubiera sido una inmensa media esfera oscura y traslúcida y Alguien por encima de ésta hubiera trazado con un gis de punta luminosa una raya blanca y efímera. Me puse a mirar a donde había visto la raya, con la esperanza de ver otra, esta vez directamente desde su inicio, pero sucedió de nuevo que en otra parte del cielo apareció otra línea blanca que sólo alcancé a ver con el rabillo del ojo, pues cuando volteé estaba desapareciendo. Una y otra vez pasó lo mismo, y a veces me proponía quedarme viendo sólo un sector del cielo, confiada en que tarde o temprano tendría que ver ahí alguna estrella, pero éstas aparecían siempre en otra parte, de modo que sólo las alcanzaba a percibir de reojo y brevemente.
Recordé esta experiencia al leer el Evangelio dominical y se me ocurrió que muchas veces sucede que por estar esperando que Dios nos mande una señal espectacular como la que guió a los Magos, no percibimos que se manifiesta en nuestra vida como lo hizo aquella noche de estrellas fugaces: en el más profundo silencio y sólo cuando la mirada ha sabido apartarse un poco del relumbrón del mundo y disponerse a captar, donde y cuando Él disponga, y aunque sea fugazmente, Sus discretas pero luminosas huellas.
(del libro de Alejandra Ma Sosa E ‘Como Él nos ama’, Colección ‘La Palabra ilumina tu vida’, ciclo B, Ediciones 72, México, p. 22, disponible en Amazon)