y los envió por delante...
a todas las ciudades y sitios a donde ÉL había de ir...'
(Lc 10,1)

3 cosas que debes saber sobre la vida consagrada

Alejandra María Sosa Elízaga*

3 cosas que debes saber sobre la vida consagrada

‘¡Nunca vi tantas monjitas juntas!’, dijo una niña al entrar al atrio de una iglesia donde había gran cantidad de mesas atendidas por religiosas y religiosos que sonrientes ofrecían libros, estampitas con reliquias de venerables o beatos en proceso de canonización, rosarios, medallas y, sobre todo, información acerca de su congregación.

Era la Jornada Mundial de la Vida Consagrada, que se celebra cada 2 de febrero, y que como cayó en domingo, se prestó para organizar tianguis vocacionales que llamaron mucho la atención de quienes acudieron a las Misas dominicales.

Algunas hermanas comentaron que las preguntas de la gente muestran gran desconocimiento sobre la vida consagrada, así que vale la pena aclarar 3 cosas:

Es un llamado

‘¡Ay, no, si me piden ser monja me muerooooo!’, decía una jovencita invitada a asistir a un retiro de discernimiento vocacional.

Hubo que explicarle que la vocación a la vida consagrada no es para todos, es un llamado de Dios, que antes de llamar prepara el corazón de la persona para que la vida consagrada le atraiga, le interese, le guste, tenga curiosidad de averiguar de qué se trata, hacer la prueba, y si se imagina viviendo en un monasterio siente un gozo inmenso.

Dios no da vocaciones forzadas. Recordemos a santa Teresita del Niño Jesús, que a los quince años tenía tal deseo de hacerse religiosa, que, como todavía no tenía la edad reglamentaria para ser aceptada, aprovechó una visita al Vaticano, para rogar al Papa que la autorizara a ingresar.

Así que nadie tema que Dios le dará una vocación contra su voluntad.

Dios, que nos dio nuestros dones y talentos, sabe para qué somos buenos, y nos pide siempre lo que podemos y querremos dar. Su llamado no nos altera, nos perfecciona. Por ejemplo a los Apóstoles, que eran pescadores, no los volvió monjes trapenses, sino pescadores de hombres.

Eso sí, hay que estar atentos a las señales, oportunas pero discretas, que Él va poniendo en el camino, y atrevernos a preguntarle, sin miedo, qué espera de nosotros.

Es indispensable

Platicaba una hermana que un señor le reclamó: ‘mire nada más qué desperdicio, cuántos mujeres y hombres encerrados en conventos perdiendo el tiempo, malgastando su vida sin hacer nada de provecho’.

 

Ante semejante error de apreciación cabe responder que religiosas y religiosas realizan una labor tan necesaria, que sin ella no sobreviviría la humanidad.

 

Consideremos en primer lugar, su oración constante. A lo largo y ancho del planeta, encomiendan a Dios a quienes están afuera en el mundo enfrentando toda clase de retos, tentaciones, dificultades y peligros.

 

Es como cuando Moisés estaba en lo alto de un monte orando por su pueblo que estaba abajo en el valle en una batalla. Si Moisés bajaba los brazos, el pueblo perdía. Tuvieron que mantenérselos en alto (ver Ex 17, 8-13).

 

Pues bien, la fervorosa oración de religiosas y religiosos nos ayuda a ganarle la batalla al demonio, al mundo, a nuestras propias tendencias al pecado. Saber que están orando siempre por nosotros, nuestras familias y amigos, enfermos y difuntos, nos da renovado ánimo y consuelo.

 

En segundo lugar hay que recordar que más del 60% de ayuda humanitaria en todo el mundo la da la Iglesia Católica, y gran parte de ésta es realizada por religiosas y religiosos que fundaron y atienden hospitales, asilos, orfanatos, escuelas, internados, comedores, albergues para madres solteras, enfermos contagiosos y quienes el Papa llama los ‘descartados’ de la sociedad.

 

Nunca hay que menospreciar la valiosísima labor que realizan, y, además, sin cobrar.

 

Necesita ayuda

 

Órdenes y congregaciones religiosas tienen que solventar múltiples gastos. Y los gobiernos no suelen condonarles los pagos de predial, agua, luz, etc. así que se ven necesitadas de pedir ayuda y de ingeniárselas para obtener recursos para mantenerse. Es nuestro deber como católicos apoyarlas con oraciones y aportaciones.

 

Hay que ayudar a que la vida consagrada florezca para que nunca nos falte su intercesión y su asistencia.

Publicado el domingo 9 de febrero de 2020 en la revista 'Desde la Fe', semanario de la Arquidiócesis de México.