¿Qué sentido tiene?
Alejandra María Sosa Elízaga*
¿Que sentido tiene tu vida?
Detente un momento y reflexiónalo.
¿Qué le da sentido a tu existencia, qué te mueve a levantarte cada mañana para emprender una nueva jornada?
La pregunta es relevante, porque por desgracia cada vez hay más gente que cree que su vida no tiene sentido.
Un diario nacional publicó este 22 de enero una escalofriante estadística. Según la Organización Mundial de la Salud, el suicidio es la segunda causa de muerte entre jóvenes de 15 a 29 años. Y en México, la Universidad Autónoma Metropolitana, que participa, con 18 universidades en el llamado ‘Proyecto Universitario para Alumnos Saludables’, coordinado en Harvard, detectó que el 19% de los estudiantes de primer ingreso, ha deseado morirse y el 54% llegó incluso a planear su suicidio.
¿Qué orilla a alguien a tomar esta drástica decisión?
Según estudios realizados con base en declaraciones de suicidas sobrevivientes y en notas escritas por quienes no sobrevivieron, se sabe que la gente decide matarse por razones muy diversas, entre las que destacan el miedo, la soledad, la desesperanza y la infelicidad, pero suele haber un elemento común: un doloroso vacío interior.
¿A qué se debe esto?
Mons. Robert Barron dice, en su extraordinaria obra ‘Catolicismo’: “Uno de los principales problemas espirituales, es que dentro de nosotros sentimos hambre de Dios, pero intentamos satisfacerla con algún bien creado que es menos que Dios. Santo Tomás de Aquino mencionaba cuatro cosas con las que solemos intentar sustituir a Dios: riqueza, placer, poder y honor... Pero cuando tratamos de satisfacer nuestra hambre de Dios con lo que es menos que Dios, quedamos naturalmente frustrados, y entonces nos convencemos de que lo que necesitamos es más de ese bien finito, así que nos empeñamos en conseguirlo, sólo para encontrarnos otra vez, necesariamente insatisfechos. En este punto, caemos en una adicción, una especie de pánico espiritual, que nos hace girar obsesivamente alrededor de bienes creados que jamás pueden hacernos felices.”
Es verdad. Una y otra vez vemos casos de empresarios multimillonarios, miembros de la alta sociedad, políticos importantes, actores famosos, modelos cotizadas, admirados deportistas y muchos otros personajes, que imaginaron que si lograban tener mucho dinero, toda clase de placeres, enorme poder, la admiración de todos, serían felices, y se esforzaron por obtenerlos, pero una vez que los consiguieron, siguieron sintiéndose vacíos y cayeron en la desesperanza y el suicidio.
Nos engañamos los seres humanos si pensamos que nos basta con lo material. Los bienes finitos, por atractivos que parezcan, no nos hacen verdaderamente felices, porque no fuimos creados para este mundo, aquí estamos sólo de paso, nuestra meta es la vida eterna.
También sucede, debido al ambiente anti religioso que existe, que a los niños y jóvenes ya no se les habla de Dios, o si se les habla es para enseñarles que no lo necesitan, que por sí mismos pueden salir adelante. Y tal vez por algún tiempo lo logran, pero tarde o temprano se plantean cuestiones o enfrentan crisis que por sí solos no pueden resolver y entonces caen en la angustia y la desesperación, y sienten la tentación de buscar salidas falsas en la evasión que les ofrece el alcohol, la droga y eventualmente, el suicidio.
¿Cuál es la solución? Ya lo decía san Agustín: “Busca lo que buscas, pero no donde lo buscas”, es decir, busca llenar ese vacío interior, sí, pero no con cosas, pues siempre serán insuficientes.
Afirmaba el filósofo Pascal que fuimos creados con un agujero en el alma del tamaño de Dios. Sólo Dios puede llenarlo. Sólo en Él encontramos sentido a nuestra vida. Y Él nos creó para amar, para dar, para darnos, no para ver cuántas cosas acumulamos.
Antiguamente el catecismo se enseñaba con preguntas y respuestas. Cabe recordar dos que explican el verdadero sentido de la vida: ¿Quién nos creó? Dios. ¿Para qué nos creó? Para amarlo, servirlo y ser felices con Él eternamente’. Ambas respuestas siguen vigentes.