El otro Francisco
Alejandra María Sosa Elízaga*
Cuando en ambientes católicos alguien dice: ‘Francisco’, se piensa en san Francisco de Asís, o bien en el Papa, pero hay otro Francisco al que vale la pena conocer porque es extraordinario: san Francisco de Sales, Obispo de Ginebra, Fundador de la orden de la Visitación y, por su sabiduría y la importancia de sus escritos, Doctor de la Iglesia, y cuya fiesta celebramos cada 24 de enero.
Te comparto mis razones para admirarlo y quererlo, a ver si te animo a conocerlo:
1. Era muy enojón.
‘¿Quéee?’, preguntarás, ‘¿con esa razón quieres animarme a conocerlo?, ¡si para enojones me bastan y sobran los de mi familia!’, a lo que respondo: lo admirable es que san Francisco supo dominarse, al grado de ser llamado el ‘santo de la amabilidad’ pues logró tratar a todos con dulzura y caridad.
Y lo bueno fue que ¡contó cómo le hizo! No hay como recibir ayuda de quien estuvo donde estás, y conoce la salida...
2. Era alegre y tenía un gran sentido del humor.
No regañaba ni desanimaba a nadie. Sus consejos eran siempre positivos.
Hay un excelente libro: ‘A las fuentes de la alegría con san Francisco de Sales’, con textos del santo, que es una delicia leer y aplicar, para crecer en alegría y en santidad.
3. Era un gran director espiritual.
Sus cartas y sermones publicados en más de once volúmenes dan testimonio de que era un agudo observador de la naturaleza humana, en especial la femenina, y daba excelentes consejos, prácticos, aterrizados, sensatos.
Su libro ‘Introducción a la vida devota’ (que todavía se vende en librerías religiosas y se consigue gratuito en internet), reúne lo mejor de esos consejos, ¡no te lo puedes perder!
4. Era ejemplo de ‘Iglesia en salida’.
Antes de que el Papa Francisco propusiera que la Iglesia saliera al encuentro de la gente, ya lo hacía su santo ‘tocayo’.
Cuando muy a su pesar, pues era muy humilde, fue nombrado obispo, lo enviaron a una ciudad cuya población era más del noventa por ciento protestante.
Como la gente no iba a oírlo para no ser vista oyendo a un predicador católico, él ideó un plan genial: escribió en hojitas las verdades de la fe católica, con un estilo muy sencillo, y, aprovechando los recursos ‘modernos’ de su tiempo, la recién inventada imprenta, imprimía las hojitas (por eso se le nombró santo patrono de escritores, periodistas y editores católicos), y salía de madrugada a echarlas debajo de las puertas, para que la gente pudiera leerlas y reflexionarlas en casa, sin ser vista.
Resultó. En poco tiempo la ciudad era ya noventa por ciento católica.
Fue un formidable apologeta (defensor de la fe), y sus hojitas, publicadas en su libro ‘Controversias’, siguen siendo de mucha ayuda para la evangelización.
5. Fundó la orden de la Visitación
Captó que había muchas mujeres que querrían ser religiosas, pero eran de avanzada edad o carecían de salud o fuerza para cumplir la rígida disciplina de un convento, y no eran admitidas en ninguno.
Entonces fundó una orden para acogerlas. Fue un éxito.
A esa orden perteneció santa Margarita María Alacoque, quien propagó la devoción al Sagrado Corazón de Jesús.
Y hoy en día, en sus monasterios se realizan retiros dominicales de media mañana para ingresar a la Archicofradía de la Guardia de Honor del Sagrado Corazón de Jesús, cuyos miembros ofrecen una hora al día, sin alterar sus ocupaciones habituales, para amar, glorificar y reparar las ofensas al Sagrado Corazón de Jesús, una hermosa práctica que obtiene muchas gracias y bendiciones.
6. Era muy devoto de la Virgen María.
Le prometió rezar un Rosario diario, y animaba a otros a rezarlo, y en María siempre encontró y ayudó a otros a encontrar, consuelo, fortaleza y alegría.
7. Fue un gran escritor
Sus obras completas abarcan treinta volúmenes. Escribía con un estilo sencillo, que todos podían comprender, no le gustaba usar el estilo de algunos predicadores de su tiempo que usaban términos en latín y palabras tan rebuscadas que no les entendía nadie. Sus consejos siguen siendo vigentes hoy. En sus escritos encuentras una y otra vez frases geniales que en uno o dos renglones encierran tal sabiduría que siguen deleitando y ayudando a millones de católicos hoy en día. Vale la pena leerlo y releerlo.