Nos creaste para Ti
Alejandra María Sosa Elízaga*
¿Has armado alguna vez uno de esos rompecabezas de muchas piezas que parecen todas igualitas? ¡Pronto descubres que no lo son! Suele suceder que crees que una de ellas va en cierto lugar y cuando la pones te das cuenta de que entra muy forzada o queda algo floja, que algunas de sus partes embonan, pero otras no.
Quién sabe cómo le hacen los fabricantes de esos rompecabezas, pero logran que sólo la pieza precisa entre en el lugar que le corresponde, y en ningún otro.
Y tal vez podemos aplicar esta característica de los rompecabezas a la vida espiritual.
Decía, san Agustín, a quien celebramos este domingo 28 de agosto: “Señor, nos creaste para Ti, y nuestro corazón andará inquieto, hasta que no descanse en Ti”
Tomando la comparación con el rompecabezas, podríamos decir que el Señor nos creó para embonar en Él, y vamos inquietos de aquí para allá, buscando dónde encajar, pero no encajamos en ningún otro lado, porque somos de Dios y sólo descansaremos, cuando descansemos en Dios.
Consideremos lo siguiente:
Cuando armamos un rompecabezas, a veces creemos que cierta pieza queda perfectamente en cierto lugar, sólo porque una partecita coincide, o tiene un puntito o una rayita parecida a las piezas de alrededor, o es del mismo color. Pero un solo elemento nunca es suficiente para identificar a dónde va.
Así sucede con mucha gente, que permite que la identifique un solo rasgo: su raza, su orientación sexual, su situación económica o laboral, y cree que eso le permitirá encajar perfectamente en algún lugar.
Olvida contemplarse integralmente, tomar en cuenta todas las características y dones que Dios le ha dado, y darse cuenta de que donde embona perfectamente, donde su alma puede realmente descansar es cuando se reconoce como hija del Señor, llamada a habitar y edificar Su Reino de paz, de justicia, de verdad, de perdón, de amor.
A veces, cansados de buscar, queremos meter a fuerzas una pieza donde no va.
Y por más que lo intentemos, las partes salidas y las partes curvas no coinciden con la forma del hueco donde la pretendemos insertar.
Y si la dejamos allí, habrá un vacío en otra parte del rompecabezas, otra pieza sobrará, y será un lío que afectará el resultado final.
Así sucede también cuando queremos forzar a Dios a amoldarse a nuestra voluntad en lugar de comprender y aceptar que somos nosotros los que nos tenemos que amoldar a la Suya.
Sólo encontraremos nuestra perfecta pertenencia, sólo lograremos descansar cuando nos conformemos en todo a Él, cuando amemos lo que Él ama, detestemos lo que detesta, busquemos en todo cumplir Su voluntad.
En una ocasión en que tenía varios rompecabezas a medio armar, y había que quitarlos para poner la mesa porque llegó la hora de merendar, alguien quiso ayudar y guardó todas las piezas sueltas en una misma caja.
Quedaron todas revueltas, parecía imposible saber a qué rompecabezas pertenecían, pero no era así: la parte que no se veía, la parte de abajo, era distinta en cada rompecabezas, y eso permitió identificar a cuál pertenecían las diferentes piezas.
También en la vida espiritual, lo que nos identifica como católicos, lo que revela a dónde pertenecemos, no se nota a primera vista, hay que buscar bajo la superficie para descubrir que no sólo fuimos, como todos, confeccionados amorosamente, y a mano, por el mismo Fabricante, sino que tenemos, como dice san Pablo, “un solo Señor, una sola fe, un solo Bautismo, un solo Dios y Padre” (Ef 4,5-6).
Y sólo cuando reconocemos esto, dejamos de ser piezas sueltas de un rompecabezas, y podemos acurrucarnos perfectamente en las manos del Señor, para en verdad embonar, en verdad descansar en Su amor, ahora y por toda la eternidad.