Fe joven
Alejandra María Sosa Elízaga*
Un sacerdote contó que, hace meses, en una pequeña población de Siria, corrió el rumor de que la iglesia católica sería atacada el domingo. Mucha gente, atemorizada, no asistió ese día, pero hubo familias que decidieron ir a pesar de todo. Sin embargo sus jóvenes se quedaron afuera.
¿Por qué crees que no entraron a la iglesia?
Ante esta pregunta, tal vez haya quien de inmediato piense en ciertos parientes o conocidos adolescentes que detestan ir a Misa, van obligados y se quedan en la puerta, platicando y esperando el momento en que la celebración acabe y puedan irse.
Pero no era el caso.
Estos jóvenes se quedaron afuera para vigilar, y cuando detectaron que se aproximaba un tipo sospechoso, lo rodearon y le impidieron acercarse.
Era un terrorista islámico, que al ver frustrado su plan de volar la iglesia, se voló junto con quienes lo habían rodeado. Estos muchachos ¡dieron su vida para salvar las de sus seres amados!
Impacta su heroica determinación, su disposición para sacrificarse en favor de los demás, su radical seguimiento de Jesús hasta la cruz.
Cuando la gente generaliza y habla de ‘lo mal que está la juventud’, porque quizá conocen a ‘chavos’ que lamentablemente se dedican a beber y drogarse en ‘antros’, comete una grandísima injusticia, porque, gracias a Dios, abundan los jóvenes que son gente de bien, que tienen ideales y se esfuerzan por prepararse para ser útiles en la vida, que han sido criados con sólidos valores cristianos y procuran vivir de acuerdo a éstos.
Para muestra basta un botón: a la Jornada Mundial de la Juventud que está teniendo lugar en estos días en Cracovia, Polonia, han acudido incontables jóvenes, casi todos católicos, que dan un testimonio fenomenal: son alegres, solidarios, serviciales, respetuosos, y sobre todo, creyentes comprometidos en verdad a vivir cristianamente.
En la anterior JMJ en Brasil, por ejemplo, hubo una noche, en que más de tres millones de jóvenes reunidos a lo largo de la playa de Copacabana, se arrodillaron, en absoluto silencio, metidísimos en la oración, para adorar a Jesús Sacramentado, presente en el altar frente al Papa, y sólo se escuchaba el rumor de las olas; era ¡impresionante!
Y cuando terminó aquella Jornada, el alcalde de Río declaró que nunca había visto algo igual: millones de jóvenes y ni un disturbio, ni un pleito, ni una pinta en una barda, ni basura tirada en las calles, ni chavos alcoholizados o drogados, ni una sola queja de la gente.
Lo mismo se está viviendo en Cracovia.
Las redes sociales se han llenado de videos emocionantes y conmovedores, que muestran el ingenio, la frescura, y los deseos de vivir a tope su fe, de estos jóvenes que han acudido de todos los rincones del planeta. Por ejemplo, tres franceses fueron en bicicleta; pedalearon mil millas porque no querían llegar rápido, sino hacer una peregrinación, un esfuerzo físico, y tener tiempo para pensar en Dios y preparar su alma. Unos curas deportistas retan a los que pasan a jugar basketball, y prometen: ‘Desafías al padre; si le ganas, rezamos por ti; si te ganamos, ¡también rezamos por ti!’, y se mueren de risa. De seguro sus oraciones, sencillez y simpatía lograrán despertar vocaciones.
¡Qué feliz idea de san Juan Pablo II, que amaba tanto a los jóvenes y se entendía tan bien con ellos, haber establecido estas Jornadas!
Pidámosle que interceda por todos los participantes, para que Dios los colme de Sus bendiciones y la Virgen María los acoja bajo su amparo maternal, y que esta maravillosa experiencia de compartir la fe, la Palabra y los Sacramentos, los enriquezca y fortalezca para volver luego a su país, a su comunidad, a seguir siendo testigos del Señor, comunicar la buena nueva de Su misericordia y edificar un mundo mejor.