y los envió por delante...
a todas las ciudades y sitios a donde ÉL había de ir...'
(Lc 10,1)

Todo pasa por algo

Alejandra María Sosa Elízaga**

Todo pasa por algo

‘¡Cómo es posible que me pase esto ahorita!’

Quizá hemos dicho eso cuando nos ocurre algo sumamente inoportuno que retrasa o interrumpe nuestros planes; un inconveniente del que nos quejamos amargamente.

Me sucedió el otro día.

Iba por el segundo piso del periférico, llevaba el tiempo justito.

Y como alguien me indicó pegarme a la izquierda para tomar la autopista suburbana, lo hice, pero la entrada es en el segundo carril y al pegarme a la izquierda tomé una salida del periférico.

Lo supe demasiado tarde, y como había encomendado mi camino a mi angelito de la guardia, no pude evitar pensar, muy para mis adentros para no ofenderlo, que me había fallado dejándome ir chueco.

Tardé un poco en retomar la ruta, repelando, lo confieso, pero logré llegar a tiempo y el incidente quedó olvidado.

Hasta este domingo.

Subí por error al segundo piso del periférico y como quería ir al sur, me preocupó ver letreros que anunciaban ¡Santa Fe y Querétaro!

Pero en eso recordé: ¡por aquí queda esa salida esa tomé sin querer el otro día! Y efectivamente, a los pocos kilómetros ahí estaba, la tomé y logré bajarme del segundo piso, ¡fiuf!

Ya de regreso venía reflexionando en que todo pasa por algo.

Aquella vez, salirme sin querer del periférico me hizo repelar, pero ahora comprendí por qué sucedió.

Fue para que aprendiera esa ‘ruta de escape’ que después podría aprovechar.

Y consideraba que así nos sucede una y otra vez en la vida.

Dios nos prepara, a veces con mucha, a veces con poca anticipación, para lo que nos tocará vivir, y posiblemente mientras lo hace no entendemos el por qué, y tal vez no lo entenderemos sino hasta que lleguemos a Su presencia, pero no importa, lo que importa es darle siempre nuestro voto de confianza.

Vienen a la mente dos ejemplos.

Primero el de José, el soñador hijo de Jacob.

Él probablemente se preguntaba por qué Dios dejó que sus hermanos lo vendieran, y luego en aquel país extranjero al que fue a dar, por qué permitió que lo acusaran falsamente y que lo encarcelaran.

No sabía que eso lo puso en el lugar preciso al momento preciso para emplear su habilidad de interpretar sueños, lo que le ayudó a obtener su libertad y, eventualmente, a llegar a una posición privilegiada gracias a la cual pudo nada menos que ¡librar de morir de hambre a su papá y perdonar a sus hermanos! (no te pierdas el relato completo en Gen 37, 2-36;39, 1-43,34).

Y en otro ejemplo vemos que Jesús liberó de los demonios a un hombre y permitió que éstos entraran en una piara de cerdos que se ahogaron.

Y a la gente, no le importó aquel hombre, sino su perdido negocio porcino, así que le rogaron a Jesús alejarse de allí.

Él lo hizo, pero dejó al ex-endemoniado, que quería irse con él. Éste probablemente no comprendió por qué Jesús no le permitió acompañarle, lo comprendemos nosotros al ver, en el capítulo siguiente, que cuando Jesús regresó a esa región, nadie le pidió marcharse, sino le llevaron a sus enfermos para que los curara. Sin duda el testimonio del ex endemoniado, que a todos contaba lo que Dios había hecho por él, causó la diferencia. (ver Mc 5, 1-20; 6, 53-56).

No podemos penetrar la mente de Dios ni conocer el futuro, así que no podemos pretender saber por qué permite las cosas, sólo podemos tener la certeza de que todo lo permite por algo, así que aunque de momento nos cueste, démosle gracias por ese contratiempo, ese aparente estropicio, esa inconveniencia, porque tarde o temprano descubriremos que fue para nuestro beneficio.

*Publicado en ‘Desde la Fe’, Semanario de la Arquidiócesis de México, dom 9 ago 15, p.2