La alegría de la Cuaresma
Alejandra María Sosa Elízaga* *
Hablar de alegría en Cuaresma quizá parezca un contrasentido. Como que consideramos más propio de este tiempo ‘penitencial’, ponernos serios, pensar en los propios pecados, en que uno es polvo y al polvo volverá, convertirnos, confesarnos, hacer pequeños o grandes sacrificios.
Y sin embargo, este Cuarto Domingo de Cuaresma es llamado ‘Domingo de la alegría o ‘Domingo laetare’ (palabra en latín que significa ‘alégrate’ o ‘regocíjate’).
¿De qué estamos llamados a alegrarnos?
Tal vez algunos piensen que hay que alegrarse de que ya falte menos para que se acabe la Cuaresma y puedan retomar aquello de lo que ahora se han privado; otros quizá consideren que hay que alegrarse de que ya se acercan sus vacaciones de Semana Santa (que ojalá fueran de Pascua, para poder dedicar a Dios la Semana Santa); y no pocos niños probablemente respondan que les alegra que pronto podrán buscar y saborear los huevitos de Pascua.
Pero ésas no son las razones para la alegría que nos propone la Iglesia.
Ella nos invita a alegrarnos porque ya está más cerca el momento de celebrar que Jesús nos ama tanto que murió y resucitó para rescatarnos del pecado y de la muerte.
Ésa es la razón de la alegría, y para de veras apreciarla y acogerla, ayuda mucho que nos preparemos interiormente.
Al inicio de la Cuaresma, el Miércoles de Ceniza, se nos propusieron tres caminos: oración, limosna, ayuno y abstinencia.
Ahora que ya han pasado tres semanas y faltan otras tres, estamos a buena hora de revisar cómo andamos en esos tres temas.
Con relación a la oración, reflexionemos ¿cómo es nuestra oración?
Si es inexistente o esporádica, hay que volverla frecuente; si es demasiado breve o superficial, profundizarla; si es sólo de hablar, aprender también a escuchar; si es rutinaria o sólo por cumplir, hacerla de corazón; si es sólo de petición, incluir también gratitud, adoración; y desde luego, orar no por temor sino por amor y con alegría.
Con relación a la limosna, recordar que el Papa Francisco ha dicho ‘desconfío de la limosna que no cuesta y no duele’. Si damos lo que nos sobra, dar lo que necesitamos; no sólo dar, sino darnos. Recordar que Jesús afirmó que “hay más felicidad en dar que en recibir” (Hch 20, 35), y san Pablo dijo que “Dios ama al que da con alegría” (2Cor 9,7).
Con relación a la abstinencia, revisar que nuestras privaciones no estén siendo ni demasiado ‘light’ ni exageradas; y sobre todo preguntarnos en qué nos han hecho crecer y en qué benefician a otros; si la respuesta es ‘en nada’, reconsiderar, elegir abstenernos de algo que sí sea para nuestro bien y el de otros, y no hacerlo por compromiso, sino de corazón y con alegría.
En este domingo la Iglesia nos recuerda, oportuna, que estamos llamados a vivir alegremente la Cuaresma, sabiendo que es una oportunidad privilegiada para lograr, con la gracia de Dios, estar cada vez mejor preparados para tener un encuentro gozoso con el Resucitado.