y los envió por delante...
a todas las ciudades y sitios a donde ÉL había de ir...'
(Lc 10,1)

La alegría de la Cuaresma

Alejandra María Sosa Elízaga* *

La alegría de la Cuaresma

Hablar de alegría en Cuaresma quizá parezca un contrasentido. Como que consideramos más propio de este tiempo ‘penitencial’, ponernos serios, pensar en los propios pecados, en que uno es polvo y al polvo volverá, convertirnos, confesarnos, hacer pequeños o grandes sacrificios.

Y sin embargo, este Cuarto Domingo de Cuaresma es llamado ‘Domingo de la alegría o ‘Domingo laetare’ (palabra en latín que significa ‘alégrate’ o ‘regocíjate’).

¿De qué estamos llamados a alegrarnos?

Tal vez algunos piensen que hay que alegrarse de que ya falte menos para que se acabe la Cuaresma y puedan retomar aquello de lo que ahora se han privado; otros quizá consideren que hay que alegrarse de que ya se acercan sus vacaciones de Semana Santa (que ojalá fueran de Pascua, para poder dedicar a Dios la Semana Santa); y no pocos niños probablemente respondan que les alegra que pronto podrán buscar y saborear los huevitos de Pascua.

Pero ésas no son las razones para la alegría que nos propone la Iglesia.

Ella nos invita a alegrarnos porque ya está más cerca el momento de celebrar que Jesús nos ama tanto que murió y resucitó para rescatarnos del pecado y de la muerte.

Ésa es la razón de la alegría, y para de veras apreciarla y acogerla, ayuda mucho que nos preparemos interiormente.

Al inicio de la Cuaresma, el Miércoles de Ceniza, se nos propusieron tres caminos: oración, limosna, ayuno y abstinencia.

Ahora que ya han pasado tres semanas y faltan otras tres, estamos a buena hora de revisar cómo andamos en esos tres temas.

Con relación a la oración, reflexionemos ¿cómo es nuestra oración?

Si es inexistente o esporádica, hay que volverla frecuente; si es demasiado breve o superficial, profundizarla; si es sólo de hablar, aprender también a escuchar; si es rutinaria o sólo por cumplir, hacerla de corazón; si es sólo de petición, incluir también gratitud, adoración; y desde luego, orar no por temor sino por amor y con alegría.

Con relación a la limosna, recordar que el Papa Francisco ha dicho ‘desconfío de la limosna que no cuesta y no duele’. Si damos lo que nos sobra, dar lo que necesitamos; no sólo dar, sino darnos. Recordar que Jesús afirmó que “hay más felicidad en dar que en recibir” (Hch 20, 35), y san Pablo dijo que “Dios ama al que da con alegría” (2Cor 9,7).

Con relación a la abstinencia, revisar que nuestras privaciones no estén siendo ni demasiado ‘light’ ni exageradas; y sobre todo preguntarnos en qué nos han hecho crecer y en qué benefician a otros; si la respuesta es ‘en nada’, reconsiderar, elegir abstenernos de algo que sí sea para nuestro bien y el de otros, y no hacerlo por compromiso, sino de corazón y con alegría.

En este domingo la Iglesia nos recuerda, oportuna, que estamos llamados a vivir alegremente la Cuaresma, sabiendo que es una oportunidad privilegiada para lograr, con la gracia de Dios, estar cada vez mejor preparados para tener un encuentro gozoso con el Resucitado.

*Publicado en Desde la Fe, Semanario de la Arquidiócesis de México, el domingo 15 de marzo de 2015, p.2