y los envió por delante...
a todas las ciudades y sitios a donde ÉL había de ir...'
(Lc 10,1)

¡Ilumina el mundo!

Alejandra María Sosa Elízaga*

¡Ilumina el mundo!

Faltaba poco para que empezara la película y, como había suficiente oscuridad en la sala de cine, a un niño se le ocurrió prender una linternita que le dio su papá. Era de led y generaba un luminoso cono brillante que el chamaquito movía para todos lados, como esos reflectores que anuncian eventos e iluminan las nubes. Alumbró el techo, la pantalla, las palomitas tiradas en el suelo, a un señor dormido, a una pareja que se estaba besando, a los que iban llegando.

Y pensé: así es la oración. Dios nos la dio para que con ella iluminemos poderosamente el mundo. Al orar, al interceder por gentes y realidades que nos rodean, es como si proyectáramos sobre ellas un potente haz de luz que las rescata de la oscuridad y las pone bajo la mirada amorosa del Señor, para que haga por ellas lo que en Su sabiduría y misericordia considere mejor.

Este domingo celebramos la fiesta de la Candelaria, cuando el anciano Simeón anunció que Jesús sería “luz de las naciones” (Lc 2, 32), algo que el propio Jesús ratificó cuando, años más tarde, se llamó a Sí mismo: “Luz del mundo” (Jn 8, 12).

Pues bien, como seguidores Suyos, Él nos pide que nuestras obras brillen y alumbren a todos (Mt 5, 14), (y no porque seamos ‘seres de luz’, ese concepto falso inventado por la ‘Nueva Era’, pues no tenemos luz propia), sino porque estamos llamados a reflejarlo a Él y a ayudar a otros a dejarse iluminar por Él.

Un modo de cumplir esto es mediante la oración.

Hay suficiente oscuridad en el mundo como para que atinemos a iluminar alguna oscura realidad con nuestra oración y hagamos la diferencia. ¡Aprovechémosla!

Publicado el domingo 2 de febrero de 2025 en la revista 'Desde la Fe', de la Arquidiócesis de México, y en la pag web y de facebook de Ediciones 72