Amor expuesto
Alejandra María Sosa Elízaga*
Los he oído muchas veces comentarlo. Los hermanos separados que se vuelven católicos suelen decir que al descubrir que la Iglesia Católica es la que fundó Cristo, les costó vencer prejuicios que tenían sobre ciertas prácticas y devociones católicas que siempre criticaron. Y casi siempre mencionan las imágenes, pues como interpretaban la Biblia por su cuenta, creían equivocadamente que la Palabra de Dios prohíbe hacer imágenes, por lo que les parecía reprobable e incluso pecaminoso que hubiera imágenes y estatuas en iglesias. Pero Dios no prohibió que hubiera imágenes (si así fuera no habría pinturas, esculturas, fotos o videos). Lo que prohibió fue hacer imágenes para adorarlas como ídolos, es decir, crearse falsos dioses. El hecho de que los católicos tengamos imágenes no contraviene esta prohibición. El Catecismo de la Iglesia enseña que sólo a Dios hemos de adorar. Las imágenes en nuestros templos y casas no están allí para ser adoradas, sino para recordarnos a quienes representan. Es como cuando vemos la foto de un ser querido; no la adoramos, nos sirve para recordarlo.
Pues bien, a pesar de comprender esto, nunca faltan conversos que dicen que de todos modos les cuesta trabajo acostumbrarse a ver ciertas imágenes en su parroquia, y casi siempre mencionan como ejemplo la del Sagrado Corazón de Jesús. No entienden y les impacta e incluso repele, que tenga por fuera el corazón.
Para que desaparezca su aversión basta explicarles que sabiendo Jesús que, como se dice popularmente, ‘las cosas nos entran por los ojos’, quiso darnos un recordatorio visual de cuánto nos ama. Quiso que al mirar Su corazón encendido, coronado de espinas y teniendo en el centro la cruz, tengamos presente que porque nos ama se hizo Hombre, padeció y murió para rescatarnos del pecado y de la muerte. Por eso se le reveló a santa Margarita María Alacoque mostrándole Su Corazón, y se difundió esta imagen.
Consideremos esto: si un joven tuviera un video donde su novia le envía besos, probablemente le gustaría verlo una y otra vez, porque lo haría sentirse amado por ella. Pues si esto es así a nivel humano, ¡cuánto más contemplar el Sagrado Corazón de Jesús! Verle expuesto no debe horrorizar a nadie, sino ayudarle a tener presente que el Señor le ama con amor, incondicional, infinito, ardiente.