Y tú ¿ya tienes tu santo patrono?
Alejandra María Sosa Elízaga*
Esta semana, el 24 de enero, celebramos a san Francisco de Sales, santo patrono de escritores, periodistas y editores católicos. Va desde aquí un abrazo a quienes colaboran en Desde la Fe y a cuantos escriben en defensa y difusión de la fe católica.
Aprovechando la ocasión, cabe dedicar este espacio para responder a las preguntas más comunes que se plantea quien quiere tener un santo patrono.
¿Qué son los ‘santos patronos’?
Son santos y santas a los que por su oficio o por haber dedicado gran parte de su atención y su vida a cierto asunto, quienes comparten dicho oficio o interés, piden su intercesión.
¿También los beatos pueden ser ‘patronos’?
Sí. Por ejemplo, en México tenemos el caso del beato Anacleto González Flores, mártir de la guerra cristera, que fue declarado ‘Patrono de los laicos mexicanos’.
¿Quién determina qué santos o beatos son ‘patronos’?
Suelen ser declarados ‘patronos’ en la misma ceremonia de beatificación o canonización. Por ejemplo, cuando san Juan Bosco fue canonizado en 1934, el Papa lo declaró santo patrono de la juventud.
También ha sucedido que atendiendo a innumerables peticiones que recibe del mundo entero, el Papa declara patrono a algún santo. Fue el caso de san José, a quien en 1847 el Papa Pío IX declaró ‘Patrono de la Iglesia’.
Y en no pocas ocasiones es la gente la que encomienda cierto asunto a santos o beatos que en vida se interesaban por ello, y conforme aumenta el número de favores recibidos, se generaliza la devoción hacia dichos santos o beatos y se les considerar ‘patronos’ que interceden por dicho asunto. Es el caso, por ejemplo, de san Antonio de Padua y de san Pafnuncio, que de manera no ‘oficial’ pero sí devocional, son tenidos como santos patronos de quienes necesitan encontrar algo que se les ha perdido.
¿Los santos patronos son para todos o puede alguien tener el suyo particular?
La ayuda que prestan los santos patronos es para todos. Interceden ante Dios por cualquier persona que les pida ayuda (ya Dios decidirá si concede o no lo solicitado).
Ello no impide que alguien le tenga particular devoción y se encomiende a la intercesión de un santo con quien siente especial afinidad. Una bella costumbre es encomendar a los bebés recién nacidos al patronazgo de algún santo o santa, por lo general de quien llevan su nombre, o a quien su familia le tienen devoción.
¿Cómo se pide a un santo o beato que sea mi ‘patrono’?
Basta con que en un ratito de oración, que puede ser ante su imagen en la iglesia o en casa, le expreses tu deseo de que sea tu patrono.
¿Por qué la Iglesia nos da santos patronos?
La Iglesia nos ofrece a todos los santos para que imitemos su ejemplo y contemos con su intercesión. En el caso de los santos patronos, quiere que podamos sentirnos más identificados con ellos. Por ejemplo, un agricultor que se encomienda a san Isidro labrador, sabe que éste comprende las dificultades que enfrenta en su labor todos los días, se siente comprendido y amparado por su santo patrono.
Hay quien dice que no tiene caso encomendarse a los santos, pues están muertos; que hay que pedirle todo directamente a Dios. Cabe recordar que Jesús dijo que para Dios todos viven (ver Lc 20, 38). Y si en la Biblia se nos anima a orar unos por otros, y se considera valiosa la oración de los justos, ¡cuánto más vale la de quienes interceden por nosotros en Su presencia!
¿Qué debo hacer para elegir a mi santo patrono?
Lee biografías de santos. Busca en internet. Puedes elegir a uno que comparta tu nombre, o edad, o situación social, oficio, profesión, o que comparte tu interés en algo, por ejemplo, en vida ayudaba a ciertas personas necesitadas a las que también tú ayudas.
¿Cuántos santos patronos puedo tener?
¡No hay límite! Cada uno te servirá de ejemplo e intercederá por ti de manera diferente.
A lo largo de la vida alguien puede encomendarse a distintos santos patronos según las distintas circunstancias por las que va atravesando. Podrá contar siempre con su auxilio y caridad y con que le ayudarán a encaminarse, como ellos, hacia la santidad.