¡Dos nuevos santos para ti!
Alejandra María Sosa Elízaga* *
Quienes consideran que nuestro santoral está sobrepoblado, que sobran estatuas en las iglesias y que tenemos demasiadas estampitas en la cartera, no comprenden por qué los católicos nos alegramos tanto de contar con dos nuevos santos.
¿Qué les podemos decir?
Que tenemos dos razones para celebrar, y no sólo porque sean dos los beatos que serán canonizados, sino porque son dos, y muy grandes, los motivos que tenemos para regocijarnos.
El primero es que su canonización nos da la absoluta certeza de que están en el cielo.
Cuando alguien muere, solemos decirles a los deudos, para consolarlos, ‘ya está en el cielo’, pero la verdad es que no sabemos si el difuntito tuvo faltas ocultas que necesitaba purificar en lo que llamamos Purgatorio.
De los únicos que podemos asegurar sin duda alguna que están en el cielo son, desde luego, de la Virgen María, y de los santos y santas.
¿Por qué nos alegra que estén allí? No sólo porque nos da gusto que disfruten de la presencia de Dios, sino porque pueden interceder por nosotros ante Él.
Podemos encomendarles nuestras causas y saber que le rogarán por nosotros.
Así como pedimos a familiares y amigos que recen por nosotros, podemos pedírselos a ellos. ¡Aprovechamos su intercesión!
El segundo motivo para alegrarnos es que contamos con su ejemplo, con sus enseñanzas. Podemos descubrir el camino particular que cada uno recorrió para alcanzar la santidad, y seguir sus huellas, imitar sus virtudes, dejarnos guiar por sus consejos.
Además, el hecho de que ambos hayan sido Papas es muy significativo; permite comprobar que el Señor derrama una gracia especial sobre aquellos a los que llama a ser sucesores de san Pedro, la roca firme sobre la que fundó Su Iglesia (ver Mt 16 18-19).
A Juan XXIII, llamado ‘el Papa Bueno’, le dio la decisión, audacia y sabiduría de convocar a un Concilio que renovaría la Iglesia.
A Juan Pablo II, a quienes muchos llaman ya ‘el Grande’, lo envió a recorrer incansable el mundo entero llevando la buena nueva, y le inspiró una obra abundantísima que sin duda le ganará el título de ‘Doctor de la Iglesia’.
Ambos son amados y recordados por su amor a Dios y a la gente; su bondad, su sencillez, su compasión, su solidaridad; su devoción a María y la genuina alegría con la que, como ella, aceptaron en todo la voluntad de Dios y desgastaron su vida por sus ovejas.
¡Celebra su canonización! ¡Estos nuevos santos son un regalo de la Iglesia para ti!
No te conformes con comprar una medallita o pedir de vez en cuando su intercesión. Lee sus escritos (están en www.vatican.va); conoce su pensamiento (te recomiendo especialmente los libros autobiográficos: ‘Historia de un alma’, de Juan XXIII y ‘Don y misterio’, de Juan Pablo II); descubre cómo fue que llegaron a vivir en grado heroico las virtudes, y, sobre todo, pídeles que rueguen por ti para seguir su ejemplo.