¿Es pecado dormirme mientras rezo?
Alejandra María Sosa Elízaga*
Para responder lo primero es averiguar la causa. Consideremos algunos ejemplos.
Una amiga decía que nunca lograba terminar su Rosario, se quedaba dormida. Es que lo hacía al final del día ya metida en su cama. ¿Cómo no le iba a entrar sueño? Y lo malo es que se estaba programando para relacionar Rosario con dormir, por lo que incluso si de día lo rezaba, de inmediato bostezaba.
Cabría comparar esto con lo que pasa si una esposa le propone a su marido buscar un rato para contarse sus cosas, y él sugiere que después de merendar, ya que acuesten a los niños, conversen en la cama. Así lo hacen, pero cuando ella empieza a platicar ¡lo oye roncar! La primera vez le da ternura, piensa: ‘pobrecito, venía agotado’, y hasta lo arropa. Pero si pasa una y otra vez, llega un momento en que le planteará que deben buscar otro momento para hablar, porque de noche no funciona pues ¡la deja hablando sola!
Igual ocurre si dejamos la oración para lo último. Tal vez imaginamos que Dios nos cantará aquella canción que decía: ‘el tiempo que te quede libre, si te es posible, dedícalo a mí, no importa si son dos minutos o si es uno solo, yo seré feliz.’, pero no es así. Él no quiere ni merece el tiempo que nos sobra, sino el mejor, el que en la tele llaman ‘prime time’, horario ‘triple A’, nuestro momento más lúcido, en el que mejor podremos prestarle atención y no sólo platicarle, sino escucharle.
Otro ejemplo: una señora dijo que rezaban en familia todas las tardes, y que cuando su yerno, que venía cansado del trabajo, sentía que le empezaba a dar sueño, se levantaba y seguía rezando, pero caminando.
Es fácil que quien está un rato sentado, inmóvil, orando, sienta sueño, así que caminar es una solución ideal. Lo sé por experiencia propia. Te comparto que después de Misa, me gusta quedarme a orar. Un ratito me arrodillo y luego me gusta orar caminando, despacito, ida y vuelta, silenciosamente, en la parte de atrás para no distraer a nadie.
Este mismo remedio sirve para quien siente sueño al leer la Biblia. Quien no tiene costumbre de leer, suele sentir sueño al leer algo, sobre todo si lo que está leyendo es la Palabra de Dios, no porque sea aburrida, sino porque el méndigo chamuco no quiere que la lea y le susurra al oído que mejor se duerma. Entonces lo que hay que hacer es leerla de pie, o caminando. E incluso alargar un poquito la lectura para que él diablo se dé cuenta de que le salió el tiro por la culata, pues la persona no sólo no dejó de leer sino que alargó su lectura.
Otro ejemplo: A un joven su mamá lo hacía ir a Misa de 12 pm el domingo, y lo tenía checadito pues su vecina tenía un puesto de artículos religiosos en la puerta de la parroquia y le contaba si lo veía entrar. El chavo, que solía estar desveladísimo porque se iba de pachanga el sábado en la noche, iba aparentemente muy dócil a la iglesia, pero allí iba directo a un rinconcito tranquilo que descubrió, se quitaba la chamarra, la hacía bolita para que le sirviera de almohada y ¡se ponía a dormir hasta que el sacristán lo despertaba para avisarle que ya iban a cerrar tras Misa de 1pm!
Ése no se ‘quedaba dormido’, ése ¡iba a dormir! Su caso es muy distinto y sí podría considerarse pecado, pues mentía fingiendo cumplir el precepto dominical. Intentaba engañar a Dios y a su mamá.
Último ejemplo: un anciano monje solía quedarse dormido en la capilla ante el Santísimo. Otro monje le dijo molesto: ‘¿a qué vienes si te vas a dormir?, ¡vete a tu celda!’ Él viejito respondió: ‘mira, yo soy como ese perro viejo, que tal vez ya no sirve para mucho, pero aún puede alegrar a su amo echado a sus pies, acompañándolo.’
¿Es pecado dormirse rezando? No, si nos propusimos orar, hicimos lo posible para lograrlo, y a pesar de ello, nos quedamos dormidos. Dios y María toman en cuenta nuestra intención, conocen nuestra fragilidad, y de seguro les da ternura tenernos así, aunque sea dormidos, junto a ellos, haciéndoles compañía.