7 cosas que tal vez no haces y deberías hacer con tu Ángel de la Guarda
Alejandra María Sosa Elízaga*
Este 2 de octubre celebramos a los Ángeles Custodios, mejor conocidos como Ángeles de la Guarda.
La Iglesia Católica enseña que Dios nos asignó un Ángel para que nos acompañe. “Nadie podrá negar que cada fiel tiene a su lado un Ángel como protector y pastor para conducir su vida” (C.C.E. #336).
Los Ángeles, son “criaturas puramente espirituales, con inteligencia y voluntad, personales e inmortales” (C.C.E #330), nos asisten de muchos modos, por ejemplo, con sutiles sugerencias: ‘no debería hacer esto’, ‘mejor no voy por allí’.
Quizá como Jesús se refirió a los Ángeles de los niños (ver Mt 18, 10), se suele representar al Ángel de la Guarda con un niño y una niña de camino, pero cabe aclarar que no hay 2x1, cada persona tiene su Ángel personal, y no sólo cuidan niños, están presentes toda nuestra vida, incluso después: acompañan en el Purgatorio al alma para asistirla y confortarla, y cuando acaba su purificación, la conduce gozoso al Cielo.
A donde no la acompaña es al Infierno. Se ha de quedar muy triste al verla rechazar a Dios y elegir pasar la eternidad sin Él, en tiniebla y soledad.
¡Qué gran regalo de la misericordia de Dios que puedas contar con un Ángel dedicado exclusivamente a ti, para ayudarte, encomendarte y protegerte!
¿Eres consciente de la bendición que es tener tu propio Ángel de la Guarda?, ¿tienes una relación personal con él?
Hoy en día, la ‘Nueva Era’ o ‘New Age’ ha distorsionado lo referente a los ángeles. Abundan los ‘cursos de ‘angelología’ donde se les presenta como mascotas aladas a las que se puede domesticar y manipular, nombrar y pedir que concedan deseos como si fueran el genio de la lámpara de Aladino. Es una falta de respeto y un error. No nos toca a nosotros ponerle el nombre a nuestro Ángel, ni debemos exigirle que nos cumpla caprichos. Lo que sí debemos hacer es relacionarnos con él, pero siempre con respeto, gratitud y afecto. Aquí tienes 7 sugerencias para hacerlo:
1. Salúdalo al despertar
Al despertar, luego de agradecer a Dios por otro día de vida, y encomendarte al amoroso cuidado de María, saluda a tu Ángel de la Guarda y dale gracias porque toda la noche veló tu sueño.
2. Encomiéndale tu día
Pídele ayuda para lo que vayas a enfrentar en el día.
Acostúmbrate a rezar diario la Oración al Ángel Custodio que propone el Catecismo de la Iglesia Católica: “Ángel de Dios, que eres mi Custodio pues la bondad divina me ha encomendado a ti, ilumíname, guárdame, defiéndeme y gobiérname. Amén”
3. Pídele por otras personas
Tu Ángel conoce a todos los otros Ángeles Custodios. Si tienes que tratar con alguien difícil, pídele a tu Ángel que pida al Ángel de esa persona, que le ayude a mantenerla serena y receptiva. También puedes dirigirte directamente a los Ángeles de otras personas para pedirles por ellas, por ejemplo, de compañeros de escuela o de trabajo, automovilistas, gente que va en la calle y que ves necesitada de ayuda.
4. Pídele por los difuntos
Tu Ángel puede rogar por las almas de tus seres queridos que estén en el Purgatorio, incluso visitarlas y consolarlas; encomiéndaselas.
5. Agradécele favores
Tu Ángel está constantemente haciéndote favores. Hazte consciente de que no es casualidad que encontraras eso que tenías traspapelado, que no te hubieras caído al tropezar, que no te hubieras perdido, y dale las gracias a él y a Dios por su continua protección y ayuda.
6. Celébralo
Los martes es el día se la semana que la Iglesia dedica a los Ángeles. Y, desde luego, el 2 de octubre es su fiesta. Piensa cómo puedes festejarlo, ¿qué alegría le puedes dar?
7. Encomiéndale tu descanso
En la noche, luego de hacer oración para examinar tu jornada, dar gracias a Dios por otro día de vida y pedirle perdón por tus faltas y ayuda para superarlas, y de agradecer también a María por su amorosa intercesión, dale gracias a tu Ángel por su fidelidad y auxilio, y pídele que vele tu sueño. Puedes decirle esa oración que quizá aprendiste en tu infancia: ‘Ángel de mi Guarda, dulce compañía, no me desampares ni de noche ni de día...’