y los envió por delante...
a todas las ciudades y sitios a donde ÉL había de ir...'
(Lc 10,1)

Pendientes

Alejandra María Sosa Elízaga* *

Pendientes

Mientras compraba un café en un puesto en un parque, una amiga oyó que alguien pagó un capuchino y un ‘café pendiente’, y vio que la cajera pegó una estrellita de imán en un pizarrón blanco que tenía un letrero: ‘CAFÉS PENDIENTES Invítale un café a quien lo necesita’.

Intrigada preguntó qué significaba aquello, y le explicaron que había clientes que al comprarse un café, dejaban otro pagado para que alguien que no tuviera dinero para comprarlo, pudiera tomarse un cafecito caliente gratis, pues hacía mucho frío.

La idea le pareció estupenda, compró su café, pagó uno ‘pendiente’ y se sentó en una banca.

No tardó mucho en ver que un viejito indigente, que a todas luces se estaba helando, se acercó por su humeante café, y se fue feliz, dándole sorbitos y sosteniéndolo en las manos para calentarlas.

¡Se puede hacer el bien con tan poco! Realmente lo único que hace falta es disponibilidad para ayudar a otros y tantita imaginación.

Y si te preguntas: ‘¿yo qué puedo hacer?’ considera qué capacidades tienes, qué talentos puedes poner al servicio de los demás.

En el Evangelio que se proclama este domingo en Misa (ver Mt 4, 12-23) vemos que los primeros discípulos de Jesús eran pescadores, y Él los invitó a ser pescadores de hombres.

Como quien dice: ‘sigan haciendo lo que saben hacer, lo que hacen bien; no les cambio el oficio, continúen siendo pescadores, pero denle un nuevo sentido, sean ahora pescadores de hombres, pesquen almas para Dios’.

¿Te das cuenta? es cosa de pensar: ¿qué don tuyo puedes poner al servicio de Dios? Si por ejemplo sabes coser, quizá puedes ofrecerte a remendar ropita en un albergue; si cocinas sabroso, puedes preparar comida para una vecina que no guisó porque enfermó; si tienes un taxi, puedas ofrecer una ‘dejada gratis’ a un desempleado; si sabes algo de albañilería, podrías ayudar a reparar algo en la vivienda de un vecino; si te gustan los juegos de mesa, puedes ir a jugar con algún viejito al que nadie visita.

Todo don, por pequeño que parezca, puesto al servicio de otros puede hacer un gran bien.

Y cabe aclarar que no se trata de pasarte el día haciendo obras de caridad (aunque no estaría mal...), basta que dediques un poquito de tu tiempo.

Considera esta idea: ahora que estamos en época de diezmo y se te pide donar un día de salario para ayudar a las obras de caridad de la Iglesia, puedes donar también un ‘diezmo’ de tu tiempo, y dedicar un día de la semana o del mes ejercer tus capacidades para beneficiar a los demás.

Y sería mejor si entre conocidos y amigos pudieran integrar una especie de ‘directorio’ de lo que cada uno puede ofrecer, de modo que cuando alguien necesite algún tipo de ayuda, sepa a quién puede pedírsela.

Qué bello contar no sólo con cafés pendientes, sino con una comunidad de católicos, pendientes unos de otros.

*Publicado el domingo 26 de enero de 2014 en ‘Desde la Fe’, Semanario de la Arquidiócesis de México, año XVIII, n.883, p.2