y los envió por delante...
a todas las ciudades y sitios a donde ÉL había de ir...'
(Lc 10,1)

Ocho razones para orar por la unidad de los cristianos

Alejandra María Sosa Elízaga* *

Ocho razones para orar por la unidad de los cristianos

Si perteneces a la Iglesia Católica, tienes algún familiar o amigo que ha ingresado a algún grupo de cristianos separados de ella, y ya te resignaste a que se haya alejado, ella no se resigna.

No cesa de encomendarlo a Dios, y cada año, del 18 al 25 de enero, celebra la ‘Semana de Oración por la unidad de los cristianos’, ocho días dedicados a orar intensamente para que un día todos los que creemos en Cristo volvamos a ser una sola familia.

Y si te resignaste pensando que es preferible que tu familiar o amigo sea buen protestante que mal católico, considera estas ocho razones y une tu oración a la del Papa Francisco y a la de cuantos oraremos por la unidad del cristianismo:

  1. Porque Jesús quiere la unidad. Él fundó una sola Iglesia (ver Mt 16, 18-19) y pidió a Su Padre: “No ruego sólo por éstos, sino también por aquellos que, por medio de su palabra, creerán en Mí, para que todos sean uno. Como Tú, Padre, en Mí y Yo en Ti, que ellos también sean uno en nosotros, para que el mundo crea que Tú me has enviado” (Jn 17, 20-21).
    ¡Hay demasiadas iglesias cristianas! Sólo en EUA son ¡más de treinta mil!
    Trabajar y orar por la unidad es cumplir un anhelo de Jesús y alegrar Su corazón entristecido por tanta división.
  2. Porque queremos que puedan aprovechar la experiencia y sabiduría de dos mil años de la Iglesia, que pone a su alcance todos los medios que necesitan para su santificación: la Sagrada Escritura (que ella conformó como la conocemos hoy); la oración, en todas las modalidades posibles; los Sacramentos, con su gracia santificante; la pertenencia a una comunidad universal que practica, como ninguna otra, las bienaventuranzas y obras de misericordia (es la institución no gubernamental que más ayuda humanitaria da en todo el mundo); el ejemplo e intercesión de los santos, y ¡tanto más!
  3. Porque queremos que puedan disfrutar de todos los Sacramentos: el Bautismo, para ingresar a la familia de Dios; la Reconciliación, para sentir el consuelo de confesarse, ser escuchados, aconsejados y recibir el perdón de Dios por medio de quien Él autorizó a perdonar en Su nombre (ver Jn 20, 22-23; 2Cor 5,18); la Eucaristía, para aceptar la invitación de Jesús de comer Su Cuerpo y beber Su Sangre para tener vida eterna (ver Jn 6,26-66); la Confirmación, para ser colmados de los dones y carismas del Espíritu Santo; la Unción de Enfermos, para pedir salud física y espiritual, y si Dios les da esa vocación, el Matrimonio o el Orden Sacerdotal.
  4. Porque queremos que puedan interpreten la Biblia con verdad. Es que la Palabra de Dios no es para interpretación privada (ver 2Pe, 1, 20), ya que si cada creyente la interpreta a su modo, surgen muy diversas interpretaciones, algunas contradictorias entre sí, y no puede ser que todas éstas sean verdaderas. Se requiere una guía autorizada que sepa discernir, y esa guía es la Iglesia, a la que Jesús prometió que Su Espíritu la guiaría a la verdad (ver Jn 14, 16; 16,13).
  5. Porque queremos que comprendan que no adoramos a María, sino la veneramos como Madre de Jesús y Madre nuestra, y se permitan disfrutar su maternal intercesión; ojalá recuerden que Jesús dijo que Dios no es un Dios de muertos sino de vivos, porque para Él todos viven (ver Lc 20,38), y deduzcan que si Moisés y Elías se le aparecieron para conversar, durante la Transfiguración, para conversar (ver Lc 9, 29-30), cuánto más podemos tener la certeza de que María, Su Madre se mantiene en permanente diálogo con Él y no cesa de rogarle por nosotros.
  6. Porque queremos que nuestro querido Papa Francisco sea también su pastor, que los guíe y ayude con su amor paternal, sus palabras, ejemplo y oración.
  7. Porque ¡tenemos mucho que aprender de nuestros hermanos separados!
    Queremos que nos contagien su celo apostólico y su amor por la Biblia; que nos enseñen a no tener pena de compartir nuestra fe, y a cuantos se acerquen a nosotros, con alegría y fraternidad.
  8. Porque los amamos y nos duele su lejanía.


Pasa como en esas cenas de familia a las que asisten todos los hermanos pero falta uno, y por más que los demás se esfuercen en compensar su ausencia, ésta se nota y entristece a todos.

Queremos verlos volver, y poder cantar, como el salmista “¡Ved qué bueno es, qué grato convivir los hermanos unidos!” (Sal 133, 1).

 

Nota:

Conoce y aprovecha el material del Vaticano para esta SEMANA DE ORACIÓN POR LA UNIDAD DE LOS CRISTIANOS: bit.ly/LboF17

*Publicado en Desde la Fe, Semanario de la Arquidiócesis de México, el domingo 19 de enero de 2014, año XVIII, no. 882, p. 2