Carta a los Reyes Magos
Alejandra María Sosa Elízaga**
Perdonen que les escriba a última hora, pero necesito pedirles un obsequio muy grande, no sólo para mí sino para todos los que quieran aprovecharlo: el regalo de su oración.
Ustedes que supieron contemplar y captar en el silencio de la noche la estrella que Dios puso en su horizonte, ruéguenle por nosotros que vivimos distraídos por el trajín de cada día, inmersos en el ruido, deslumbrados por las luces artificiales del mundo.
Ustedes, que dejaron su casa y su tierra para ir al encuentro de Aquel que nació en un pesebre, ruéguenle por nosotros, que vivimos apegados a nuestros bienes.
Ustedes, que no dudaron en emprender un largo viaje, incómodo y difícil, con tal de ir al encuentro del Emmanuel, ruéguenle por nosotros, que nos da flojera recorrer unos cuantos metros para ir a encontrarnos con Él.
Ustedes que siendo sabios pidieron indicaciones para encontrarse con el Rey, ruéguenle por nosotros, que pretendemos saberlo todo, y nos parecemos a esos ‘expertos’ que supieron interpretar las Escrituras, pero no se dejaron mover por ellas.
Ustedes que supieron reconocer en un humilde recién nacido envuelto en pañales, al Hijo de Dios, ruéguenle por nosotros que no sabemos verlo en la persona de los más pequeños y humildes, y por eso los atropellamos, los avasallamos, los olvidamos.
Ustedes, que ofrecieron al Niño Jesús, oro por ser Rey, incienso por ser Dios y mirra en anticipación de Su sepultura, ruéguenle por nosotros, que no lo dejamos reinar en nuestra vida, que no solemos amarlo por encima de todo, que no queremos tomar nuestra cruz para seguirlo.
Ustedes que dejaron que Dios los condujera a casa por otro camino, ruéguenle por nosotros que nos aferramos a nuestros planes, pretendemos saber mejor que Él lo que nos conviene, no nos dejamos convertir.
Ustedes que se libraron de presenciar la venganza de Herodes, rueguen por nosotros, que vivimos en un mundo en el que abundan los Herodes que no respetan la vida, que cometen atropellos, injusticias, atrocidades.
Ustedes, que al volver a casa seguramente se dedicaron a contar a todos acerca del Niño Dios, ruéguenle por nosotros que nos avergonzamos de hablar de Él, que no nos atrevemos a compartir nuestra fe, que nos declaramos creyentes pero no practicantes.
Queridos Reyes Magos rueguen por nosotros al Niño Jesús, para que aprendamos de ustedes a estar atentos para captar las señales que pone en nuestro camino y seguirlas; a ser desprendidos, diligentes, humildes, capaces de reconocer nuestra necesidad de Él.
Pídanle que nos vuelva evangelizadores que, como pide el Papa Francisco, no estemos encerados en nosotros mismos, en nuestra vida cómoda, sino salgamos a la periferia, a anunciar a todos, de palabra y obra, que es posible y maravilloso y no hay nada mejor, que ir al encuentro de Aquel que siendo Dios se hizo Hombre para encontrarse con nosotros, y adorarlo, amarlo, y gozarnos en Su amor