¿De qué te vas a liberar esta Cuaresma?
Alejandra María Sosa Elízaga*
‘¡¡¡Oh, noooooo!, ¡ya llegó de nuevo la Cuaresma!, ¡otra vez las mortificaciones, las privaciones!!!’
Hay quien dice o piensa esto al ver venir el Miércoles de Ceniza, día de ayuno y abstinencia, que marca el inicio de 40 días de penitencia.
Es un enfoque equivocado, alrevesado. Es considerar que la Cuaresma es para hacernos sufrir, obligándonos a dejar lo que más nos gusta. Es sentirse como niño enviado castigado al rincón sin postre.
Pero la Cuaresma no sirve para fastidiarnos la existencia, al contrario. Es quizá el período anual que más nos puede ayudar. El asunto es valorar lo que nos ofrece: la magnífica oportunidad de liberarnos. ¿De qué? De aquello que se ha ido colando en nuestra vida y que sin darnos cuenta o tal vez sabiéndolo pero sin medir las consecuencias, hemos ido dejando se adueñe de nuestro interés, tiempo, imaginación, corazón e incluso voluntad, y que no hace bien a nuestra alma, pues nos aleja a pasos chicos o grandes, de Dios.
Puede ser un hábito, un vicio, un ‘gustito’ que ‘todos hacen’, una actitud, una relación, una diversión, algo que parece inofensivo, pero no lo es.
Esto me recuerda lo sucedido a un vecino.
En su jardín, entre enredaderas de una barda aparecieron unas florecitas redondas, anaranjadas, con un punto negro al centro (‘ojos de poeta’, también llamadas ‘ojos de canario’, ‘ojos negros”, ‘ojos de Susana’). Le encantaron porque son muy bellas, pero en pocos días notó que se iban apoderando de la escena, ya había incluso entre las rosas y azaleas. Descubrió que el tallo de esas flores es como un hilo resistente que va trepando en espiral por tallos y troncos. Averiguó que llegan a cubrirlos a tal grado que les tapan el sol, impidiendo hagan fotosíntesis, lo que causa que tarde o temprano se sequen las plantas y árboles en las que estas flores se enredan. Son muy bonitas, pero invasoras y potencialmente mortales. Dice que le gustaban mucho y aunque no quería deshacerse de ellas, decidió hacer algo drástico para impedirles seguir invadiéndolo todo en su jardín.
Algo así puede suceder con ‘eso’ que has ido dejando que se te trepe, te enrede y vaya afectando, secando, asfixiando, tu vida espiritual o familiar. Hay que eliminarlo o al menos mantenerlo a raya, imponerle un límite para que no pase de allí.
Tal vez se trate del demasiado tiempo que dedicas a chatear, o a ver videos o juegos en pantalla; o puede ser esa costumbre de pasar un ratito, que acaba siendo un ratote, haciendo algo que te aleja de la convivencia familiar; o quizá sea el consumo de algo que se te está volviendo verdadera adicción, o puede ser un hábito adquirido a lo largo de años, que a ti te parece bien, pero que está afectando tu relación con los demás. Pídele al Señor que te ayude a detectarlo y en esta Cuaresma abstente de ello.
La abstinencia no debe consistir en privarte de algo que ni te va ni te viene, como ése que contaba que se propuso:
-esta Cuaresma no voy a tomar café.
-¿Bebes mucho café?
- No, nunca. Pero si durante la Cuaresma alguien me ofreciera uno, diré que no.
Eso no sirve de nada, no hace ninguna diferencia. Tu abstinencia debe consistir en privarte de algo de lo que, con ayuda de Dios, notes que francamente ya va siendo necesario (no ‘optativo’), que te liberes. Y no la vivas a regañadientes, deseando con ansia que termine la Cuaresma para volver a permitir que aquello invada de nuevo tu existencia, sino aprovecha que durante cuarenta días aprendiste a sobrevivir sin eso o a mantenerlo a raya, para continuar así. No es fácil, pero tendrás 40 días para practicar.
Al vecino le costó liberar de estas flores a sus árboles y plantas. En algunos casos tuvo de plano que podar, en otros logró ir desenredando ciertos arbustos a mano, pero valió la pena: ahora disfruta de su jardín liberado, y disfruta también de estas bellas flores, contenidas en sus propias macetas.
Pidamos a Dios que nos conceda vivir esta Cuaresma no como un período de molestosa mortificación, sino como un tiempo de gracia y de gozosa liberación.