La difícil corrección fraterna
Alejandra María Sosa Elízaga*
'¿Y a mí por qué?' Podrías responder, cuando te enteras de que Dios te pedirá cuentas de los pecados de otros, según lo afirma en la Primera Lectura que se proclama hoy en Misa (ver Ez 33, 7-9).
Y la respuesta a esta airada pregunta es: porque son tus hermanos y no estás llamado a contemplar impávido cómo caen en un hoyo, sino a advertirles a tiempo para que puedan evitar la caída o tenderles la mano para que salgan del hoyo si es que ya cayeron en él.
Una vez más, cuando las cosas se ponen difíciles y queremos emprender la huida, el Señor nos corta la retirada y nos hace volver sobre nuestros pasos para ocuparnos de aquellos de quienes pensábamos desentendernos convenientemente; nos invita a ejercer lo que en cristiano se llama 'corrección fraterna' y que no es otra cosa que ir en plan fraterno, es decir, como lo harías con un hermano al que amas, a amonestar a quien va por un camino que lo aparta de Dios, para ver si logras que corrija el rumbo.
No hace falta decir que es una 'chambita' bastante difícil e ingrata, pues la crítica, por fraterna que sea, no suele ser bien recibida. Sin embargo no hay vuelta de hoja: tenemos que hacerla, así que hay que procurar hacerla lo mejor posible.
Para ayudarte en esta tarea, a continuación se presenta una lista de nueve características indispensables para que una corrección sea de veras fraterna y por lo tanto positiva y eficaz:
1. Que esté sostenida por el Espíritu Santo
Antes, durante y después de hacer una corrección fraterna, pídele al Espíritu Santo que te ilumine.
Que te ilumine antes: para determinar si conviene o no hablar con esa persona, cuándo y qué decir, etc.
Que te ilumine mientras hablas con la persona: para que el Espíritu Santo dé claridad a tus palabras, firmeza a tu convicción, sabiduría a tus respuestas, auténtica caridad que se revele en tu mirada, en lo que dices, en lo que callas.
Que te ilumine después de haber hablado con la persona: para que encomiendes al Espíritu Santo lo que ya no depende de ti: que mueva ese corazón para que lo que tú sembraste en él dé fruto.
2. Amor profundo hacia esa persona
Sólo si te mueve el amor hacia el hermano podrá ser bien recibida tu corrección. Hay un dicho que dice: 'las cosas se toman como de quien vienen', y es muy cierto: si aquel a quien corriges siente que lo haces por amor, reaccionará de manera muy distinta a como lo haría si sabe que lo corriges por humillarlo, criticarlo, molestarlo o herirlo.
3. Pureza de intención
Que busques el verdadero bien del otro, que se supere, que rompa las ataduras que lo esclavizan. Que no lo corrijas buscando tu propio interés: por ejemplo, lucirte y sentirte superior, o para que corrija algo que en realidad no es grave pero que a ti te conviene que corrija.
4. Sentido de la oportunidad
Que busques el momento propicio, cuando la persona esté tranquila (no bajo los efectos del alcohol, la droga, la ira, etc), que esté abierta a la escucha (no mientras ve tele, está ante la computadora, etc).
Corregir una sola vez: no apabullar o 'vacunar' a la persona insistiendo muchas veces.
5. Discreción
Jamás, jamás, jamás se debe corregir a una persona frente a otra-s porque eso apena al corregido y además lo hace reaccionar mal y ponerse a la defensiva, cerrarse y no aceptar lo que se le dice, o peor: contraatacar para demostrar que está en lo correcto y para quedar bien con quien está presente.
6. Claridad y concreción
Nunca saques a colación errores del pasado, no aproveches para criticar todo lo malo que tiene, no te salgas de tema.
La corrección debe ser concreta, sencilla, señalar una determinada situación y no abrumar a la persona con una andanada de viejos reproches y críticas.
7. Delicadeza
Cuidar muchísimo no humillar, no ridiculizar, no ofender, no usar sarcasmos ni ironías.
Tomar en cuenta que es muy difícil que las personas acepten que otros les digan sus defectos o pecados, peor aún si ello les suena a burla o a insulto.
Hay personas en extremo sensibles a la crítica y, como a quien tiene la piel en carne viva, cualquier rozón les produce intenso dolor.
Hay que extremar el cuidado para no herir los sentimientos de la persona corregida, emplear mucho tacto, caminar como de puntitas por la geografía de su corazón, iluminando los rincones oscuros y ayudando a quitar telarañas sin aspavientos, sin rudeza, con mano firme pero suave, casi casi sin que se sienta...
8. Apoyarse en la Escritura
Siempre que sea posible hay que basar la corrección en la Palabra de Dios, pero ¡ojo! no para amenazar, castigar o asustar a la persona corregida, sino citándole textos que le hablen al corazón, que lo conmuevan, que le hagan ver su error, pero también, y esto es importantísimo: que tiene remedio, que puede enmendarse y que siempre cuenta con la misericordia de Dios.
9. Buscar corregir, no condenar
De principio a fin se debe tener en cuenta que lo que se busca es que la persona se corrija, que salga del atolladero, del error, del pecado. No se trata de condenarla, señalarla, etiquetarla como 'pecadora', y mucho menos hostilizarla.
Pedirle ayuda al Señor para tener siempre presente lo que decía San Agustín: "hay que detestar el pecado, pero amar al pecador".
(Del libro de Alejandra Ma. Sosa E. ‘¿Te has encontrado con Jesús?’, Col. Fe y Vida, vol. 2, Ediciones 72, México, p. 141).