y los envió por delante...
a todas las ciudades y sitios a donde ÉL había de ir...'
(Lc 10,1)

Criterios

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Criterios

Que todos lo hacen. Que es lo sale en la tele. Que así sucede en las películas. Que se considera ‘políticamente correcto’. Que es lo que se acostumbra. Que a tus amigos les parece bien. Que es lo que opina la mayoría. Que lo oíste en la radio. Que es lo que apoyan los intelectuales. Que está ‘bien visto’. Que es lo que se usa. Que está muy de moda. Que salió publicado en el periódico. Que lo afirmaron en una revista. Que lo leíste en un libro. Que eso dicen en internet. Que parece lógico. Que suena bien.

¿Alguna de estas frases expresa aquello que norma tu criterio?, ¿alguna muestra la razón que suele haber detrás de lo que piensas, crees, eliges, apoyas, haces o dejas de hacer?

Si nos detuviéramos a examinar seria y detenidamente el origen de muchas de las ideas que consideramos propias, nos daríamos cuenta de que no las incorporamos a nuestra manera de pensar tras una madura reflexión, sino nos llegaron de fuera y simplemente las aceptamos sin cuestionarlas, como quien dice, nos las tragamos sin masticar, ¿por qué?, por la sola razón de que vinieron de personas o medios que tienen el poder de influenciarnos.

Una encuesta internacional realizada a fines del año pasado, mostró que los mayores ‘normadores de criterio’ en nuestro tiempo (y no sólo para las impresionables mentes infantiles o jóvenes, sino para las de los adultos también) son los medios de comunicación, en especial internet.

Ello significa que lo que leemos, escuchamos o vemos en la tele, radio, la computadora, el celular, nos influye tremendamente. Resulta entonces urgente y vital que nos preguntemos: ¿qué mensaje nos transmiten dichos medios?, ¿qué ideas pretenden sembrar en nosotros?, ¿a qué intereses sirven?, ¿cuál es su propósito, su motivación?

Lamentablemente basta echar un vistazo a los contenidos que suelen difundirse en la mayoría de los medios para comprobar que no sólo no se rigen por valores cristianos sino que tal parece que se han propuesto, a veces sutilmente y a veces abiertamente, atacar y/o ridiculizar a la Iglesia Católica y a sus miembros.

¿Qué hacer al respecto? ¿Cómo contrarrestar esa influencia negativa? Procurar contrastarlo todo con lo que sabemos que nos pide Dios, por ejemplo en Sus mandamientos, preguntarnos: ¿qué diría Dios de esto que estoy escuchando, o leyendo o mirando?, ¿estaría de acuerdo con lo que se plantea? Y, si se trata de críticas a principios o documentos eclesiales, acudir a las fuentes, informarse directamente. Aprender a tomar lo que venga de fuera, especialmente de los medios, con ‘pinzas’, no dejarse moldear por ello, sino cuestionar si es conforme a lo que uno cree y si no lo es, desecharlo.

Que el criterio para aceptar algo no sea que se ‘usa’ sino que es coherente con la propia fe. Contaba el Papa Benedicto XVI que cuando era chico llegó el circo a su pueblo y él y sus hermanos pidieron a su papá los dejara ir. Les dijo: ‘denme una buena razón para darles permiso’. Contestaron: ‘que todos los niños van a ir’. Les respondió: ‘ésa no es buena razón’. Y no les dio permiso. Al otro día volvieron a pedirle los dejara ir, y les hizo la misma pregunta. Cada uno dio sus razones: que si para ver al elefante, a los payasos, a los malabaristas. Entonces les dio permiso y les hizo notar que hacer algo sólo porque otros lo hacen, nunca es una buena razón.

Es una lección para aplicarla con relación a las propuestas que nos llegan del mundo, especialmente de los medios. Por ejemplo, no porque los protagonistas de un programa o de una película hagan algo significa que sea aceptable o digno de imitación. No porque un famoso comentarista afirme algo sobre la Iglesia significa que tenga razón o esté bien informado (de hecho sorprende el desconocimiento sobre temas de fe que suelen tener).

Hay que recordar siempre lo que nos pide San Pablo en la Segunda Lectura este domingo: “No se dejen transformar por los criterios de este mundo; sino dejen que una nueva manera de pensar los transforme internamente, para que sepan distinguir cuál es la voluntad de Dios, es decir, lo que es bueno, lo que le agrada, lo perfecto.” (Rom 12, 2).

En otras palabras, estemos atentos para no asumir como propios los criterios estériles, frívolos, pasajeros de un mundo que con frecuencia sólo busca engañarnos, y amoldémonos a los de Aquel que nos creó, nos conoce, nos ama y sólo quiere salvarnos.

(Del libro de Alejandra Ma. Sosa E. “La Fiesta de Dios”, Col. Lámpara para tus pasos, ciclo A, Ediciones 72, México, p. 119. Disponible en Amazon).

Publicado el domingo 30 de agosto de 2020 en las pag web y de facebook de Ediciones 72