y los envió por delante...
a todas las ciudades y sitios a donde ÉL había de ir...'
(Lc 10,1)

El Camino, la Verdad y la Vida

Alejandra María Sosa Elízaga*

El Camino, la Verdad y la Vida

 

Hay una frase tremendamente audaz que sólo ha sido pronunciada una vez en toda la historia, porque nadie más que quien la pronunció es capaz de respaldar en los hechos lo que dicha frase afirma. Jamás ningún filósofo, pensador o líder religioso, social o político, por grande que haya sido, se ha atrevido a decir las palabras de Jesús que nos presenta el Evangelio que se proclama este domingo en Misa (ver Jn 14, 1-12): "Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida".

Repasemos despacito estas tres afirmaciones:

"Yo soy el Camino"

Hay quien dice que todas las religiones son iguales y que todos los caminos llevan a Dios. Pero esto no es cierto porque a Dios no se le encuentra de abajo hacia arriba, sino de arriba hacia abajo, es decir, el hombre no puede descubrir por sí mismo cómo llegar a Dios; si Él no se lo revela. Lo bueno es que Dios se ha dignado revelarnos Quién es.

Es el Camino, Aquel que nunca nos extraviará, desbarrancará o decepcionará. Seguirlo es ir a lo seguro.

Una amiga me decía el otro día: 'pero es que yo no puedo creer que sólo haya un camino, el cristianismo, que Dios se haya limitado a un solo lugar'. Le respondí: 'no lo veas como limitación sino como punto de partida'. Desde que quiso encarnarse tenía que tocar tierra en algún punto específico. No para quedarse ahí, sino para desde ahí llegar a los últimos rincones del planeta. Pero El es el único Camino. Por eso dice Jesús: "nadie va al Padre sino por Mí" (Jn 14,6b). Eso significa que toda salvación pasa por Él, a través de Él, y que gracias a Él aun los no creyentes podrán salvarse si lo siguen, aunque no lo sepan, al caminar en el amor, la justicia, la paz.

Quizá parezca que hay muchos caminos, pero no son enteramente confiables. Algunos están empantanados, otros llenos de abrojos, otros más sólo conducen a un despeñadero. Así como cuando va uno al campo de excursión y agradece encontrar un senderito de tierra firme por el cual andar en planito en lugar de cansarse yendo por un terreno disparejo a campo traviesa y corriendo el riesgo de meter el pie en un hoyo o pisar una culebra, así en la vida espiritual, es un descanso saber cuál es el Camino y también que Aquel que te invita a recorrerlo te acompaña en todo tu trayecto y te sostiene de principio a fin (ver Mt 28, 20b).

"Yo soy la Verdad".

Vivimos desgraciadamente bombardeados por mentiras. Nos mienten los políticos, los medios de comunicación, los amigos, los conocidos y hasta los familiares. Podríamos caer en la tentación de no confiar ya en nada ni en nadie, o peor, en el cinismo de considerar que, como dice el dicho: 'en este mundo traidor, nada es verdad ni es mentira, todo es según el color del cristal con que se mira', como quien dice, que cada uno debe y puede fabricarse su propia verdad, la que le acomode mejor en cada circunstancia, cambiándola conforme haga falta. Así, cada persona se regiría por una verdad suya particular, sin importar que ésta fuera distinta u opuesta a la de otros. Pero vivir de ese modo necesariamente conduce al error.

Lo ideal es poder creer en alguien o en algo que nunca nos defraude. Sin embargo cabe preguntarse: ¿es eso posible? La rotunda respuesta que nos da la Palabra de Dios es ¡¡Sí!! Podemos creer en Jesús. Él es el Veraz, es Aquel de quien dice la Escritura que “nunca hubo engaño en Su boca” (ver 1Pe 2,22).

Él es la Verdad. ¡Cuántos líderes han dicho una cosa y hecho otra!, ¡cuántos han engañado y engañan a sus seguidores! No Jesús. Todo lo que dijo es verdad. Se cumplió, se cumple y se cumplirá. ¡Qué tranquilidad da saber que en un mundo en el que impera la falsedad y el relativismo, hay una Verdad, así con mayúscula, en la que podemos confiar ciegamente con la absoluta certeza de no resultar timados ni desilusionados! Auténtica vacuna que nos libra de contagiarnos del ambiente falaz que nos rodea.

"Yo soy la Vida"

En una época como la actual, inmersa en lo que el Papa Juan Pablo II llamaba 'cultura de la muerte', qué alivio saber que en Jesús tenemos Vida. No sólo entendida como la existencia en este mundo o la promesa de la vida futura, sino también entendida como algo que ilumina todas y cada una de las pequeñas opciones y decisiones que tomamos cotidianamente.

Él nos rescata de nuestras tendencias de muerte, de la inmovilidad del pecado, de dejar morir la esperanza, de enterrar nuestros sueños. ¡Qué alegría contar con Alguien que te da la vida, te enseña a vivirla verdaderamente y, por si fuera poco, te invita a compartirla eternamente con Él!

Como se ve, es un regalo para el alma poder ir tras las huellas de Aquel que es el Camino, la Verdad y la Vida.

Con razón comienza este Evangelio dominical diciendo: "No pierdan la paz. Si creen en Dios, crean también en Mí" (Jn 14,1), otra afirmación que sonaría descabelladamente presuntuosa si no fuera porque la dijo Aquel que resucitó y con ello demostró que realmente es el único Camino que conduce a la salvación, la única Verdad que no cambia ni se desmorona, la única Vida por la que vale la pena vivir, en otras palabras, el Único capaz de sembrar en nuestro corazón no sólo auténtica paz sino la más viva esperanza.

(Del libro de Alejandra Ma. Sosa E. ‘Caminar sobre las aguas’, col. La Palabra ilumina tu vida, ciclo A, Ediciones 72, México, p. 83, disponible en amazon).

 

Publicado el domingo 10 de mayo de 2020 en la pag web y de facebook de Ediciones 72