Sonríe, te estamos filmando
Alejandra María Sosa Elízaga*
Un rechinido de llantas, unos giros vertiginosos, un estruendo, todo se pone oscuro y cuando logras abrir los ojos descubres que estás sentado en una butaca de un cine y no tienes idea de cómo llegaste allí.
Miras alrededor y te das cuenta de que eres el único espectador y la función todavía no comienza.
Te quieres poner de pie pero no lo consigues, estás extrañamente atrapado en tu asiento.
Ya comienzas a preocuparte cuando en eso aparece, quién sabe de dónde, un ser angelical que te informa lo que está pasando.
Tuviste un accidente que te tiene entre la vida y la muerte, y mientras el ‘alto mando’ decide si te deja todavía continuar en este mundo o si ya te llegó la hora de pasar al otro y entregarle cuentas, se te va a permitir ver proyectada en pantalla gigante, con calidad digital, tercera dimensión y desde luego a todo color, la película de tu vida.
Dicho esto desaparece y comienza a oscurecerse la sala. Todavía no te repones de la impresión pero como no puedes hacer nada más que ver la proyección, te dispones a disfrutarla -después de todo siempre soñaste con aparecer en la pantalla grande- y hasta te preguntas si habrá palomitas.
Comienzan a pasar escenas de tu niñez de las que ya ni te acordabas. Algunas te conmueven, otras te hacen reír.
Luego siguen las que corresponden a años posteriores, y así, vas viendo transcurrir tu existencia hasta llegar a los años más recientes.
Y entonces te das cuenta de algo en lo que hasta ese momento no te habías fijado. Tal parece que el camarógrafo se empeñó en captarte a ti y a nadie más, sólo apareces tú y sólo se oye tu voz. Esto lejos de alimentar tu ego comienza a preocuparte, porque en las escenas que están pasando ante tus ojos, a veces se te ve lanzar insultos, hacer muecas de desprecio, hablar pestes de alguien, desquitarte....Están captadas todas y cada una de las veces en que dijiste o hiciste algo injusto, impaciente, iracundo, vengativo, rencoroso.
Recuerdas perfectamente lo sucedido en cada una, pero piensas que si la cámara no te hubiera captado sólo a ti se entendería muy bien ante quién y por qué estás reaccionando así, se vería lo que te estaban diciendo o haciendo, se justificaría tu agresiva actitud.
Te preocupa que eso de que sólo salgas tú te esté haciendo quedar muy mal, te reste puntos, contribuya a que se tome una decisión que no te favorezca. Te desesperas. Protestas a gritos, llamas al ‘cácaro’, exiges que muestren también la parte de los otros, armas tal escándalo que se detiene la función, se encienden las luces y el ser angelical reaparece de nuevo, esta vez trayendo una Biblia en la que te muestra la página del Evangelio que se proclama este domingo en Misa (ver Mt 5, 38-48) y te dice: ‘aquí está la explicación del por qué la película está filmada así. No hace falta tomar a los otros porque el Señor no te ha invitado a tratar a los demás como ellos te tratan a ti; no te ha pedido que apliques aquello de ‘ojo por ojo y diente por diente’: no me saludan, yo tampoco; me maltratan, los maltrato; me calumnian, los calumnio’. Por el contrario, el Señor te ha llamado a amar aunque no te amen, a bendecir aunque te maldigan, a rogar por otros aunque te persigan o digan cosas falsas de ti. Así, en la película de tu vida no hace falta ver a los que te rodean porque por malo que sea lo que hayan dicho o hecho contra ti, nada justifica que tus palabras o acciones no hayan sido lo que se esperaba de ti como discípulo de Aquel que te dejó un solo mandamiento: que ames a los otros como Él te amó, hasta dar la vida por ti’.
En un instante comprendes que has vivido en un grandísimo error y quieres de todo corazón tener ocasión de remediarlo.
En eso en un parpadeo de pronto te ves en una cama de hospital, oyes que se reactivan los aparatos, a los doctores comentar sorprendidos que por unos segundos te dieron por muerto pero estás reaccionando, y comprendes agradecido que se te ha concedido otra oportunidad, y esta vez te propones actuar de una manera muy distinta en esa película sobre tu vida que todavía falta por filmar...
(Del libro de Alejandra Ma Sosa E ‘La fiesta de Dios’, col. Lámpara para tus pasos, ciclo C, Ediciones 72, México, p. 42).