Llamados a más
Alejandra María Sosa Elízaga*
Una amiga me compartió una anécdota que cambió su vida: había ido con su tío a pedir chamba a la bolsa de trabajo de una parroquia, y cuando la señorita que llenaba el formulario le preguntó a él de qué quería trabajar, le respondió: ‘de lo que sea’; le explicó que tenía que poner algo específico en la solicitud, pero él insistió en que podía trabajar en lo que fuera porque sabía hacer un poco de todo y mientras no fuera ilegal o pecado no le sacaba la vuelta a nada, no le daba flojera trabajar.
Me contó que la sorprendió mucho la disponibilidad de su tío y se sintió avergonzada de sí misma, pues ella estaba considerando solicitar empleo poniendo muchos ‘peros’ para que no la pusieran a hacer ciertas cosas relacionadas con su chamba que le daban flojera.
Su tío consiguió empleo ese mismo día y tiempo después le comentó que su trabajo le resultaba muy variado porque hacía lo que se ofrecía; ella le preguntó si le pagaban bien y si estaba contento, a lo que respondió que sí, pero que no era por el dinero, aunque le parecía bien lo que ganaba, sino porque le gustaba poder hacer de todo. Y cuando ella cuestionó si no sentía que lo explotaban pidiéndole hacer demasiadas cosas, su respuesta se le quedó grabada: ‘No, qué va. No me explotan, me aprovechan, que es distinto, y eso me hace muy feliz’.
Esa afirmación la impactó y la hizo reflexionar y darse cuenta de que no sólo en la chamba sino en la vida, podía tener dos actitudes: tratar de hacer lo menos posible, con lo cual descansaría pero se sentiría desperdiciada, o hacer lo más que pudiera, con lo cual quizá a veces se cansaría, pero se sentiría, como su tío, aprovechada, satisfecha y feliz.
Lo que me platicó vino a mi mente al leer los textos de la Misa de este domingo, y meditar que tanto las Lecturas como el Evangelio tienen dos elementos en común.
El primer elemento es un llamado de parte de Dios. Él crea a cada ser humano, lo dota de muchas cualidades para que sirva para muchas cosas y lo envía al mundo.
Es significativo leer en la Primera Lectura que Su enviado fue elegido “desde el seno materno”; que Pablo reconoce, en la Segunda Lectura, que su vocación es ‘voluntad de Dios’ y que en el Evangelio, Juan el Bautista menciona al que lo ‘envió a bautizar’.
Tenemos así una vocación, un llamado divino.
El segundo elemento es una especie de ampliación de ese primer llamado, en la que el Señor pide a Sus enviados más de lo que ya les había pedido (y cabe pensar que más de lo que quizá habían pensado que les pediría).
El Señor no sólo llama y envía una vez; suele seguir llamando, seguir encomendando nuevas y diferentes tareas, y con ello nos permite no desperdiciar ni una sola de nuestras habilidades. El que nos creó y nos ama, sabe mejor que nosotros de qué somos capaces, y no quiere que desaprovechemos Su gracia, que es exactamente lo que hacemos cuando nos encerramos en los límites que nosotros solitos nos marcamos al pensar que sólo servimos para una cosa.
En el libro ‘Luz del mundo’ se le planteó a SS Benedicto XVI que, como es sabido, no aspiraba a ser obispo, ni Prefecto, y mucho menos Papa, si no le daba miedo tener que aceptar que sucediera una y otra vez lo que menos esperaba, a lo que respondió, como siempre sabiamente, que en su ordenación le dijo sí al Señor, y ese sí implicaba aceptar todo lo que Él le fuera pidiendo, y confiar en que si se lo pedía sería porque estaría a su lado para ayudarle a cumplirlo.
Hoy más que nunca el Señor está necesitando trabajadores para su Reino que, como el tío de mi amiga, estén dispuestos a trabajar en todo lo que se ofrezca sin poner ‘peros’, y nos va proponiendo proyectos que sabe podemos realizar. Nos dice, parafraseando Sus Palabra en la Primera Lectura: es poco que hagas sólo esto, tengo para ti pensado ¡mucho más! Es poco que ames sólo a tu familia, que hables de Mí sólo a los tuyos, que ayudes sólo a tus conocidos; puedes abrir tu corazón a muchos otros. Sueño para ti grandes cosas, que pongas todos tus dones al servicio de muchos... Lo de hasta ahora es bueno, pero es poco, porque Yo sé que tú puedes hacer ¡tanto más! La pregunta es: ¿lo harás?..
(Del libro de Alejandra Ma Sosa E ‘La fiesta de Dios’, col. ‘Lámpara para tus pasos’, ciclo A. Ediciones 72, México, p. 27; disponible en amazon).