Feliz obediencia
Alejandra María Sosa Elízaga*
¿Cómo vives la obediencia a Dios? ¿Tienes la disponibilidad de cumplir realmente Su voluntad sea la que sea?, ¿te has planteado alguna vez: ‘si me pide esto, eso sí que no lo haría’?
Se puede medir tu grado de fe por cómo respondes cuando percibes que Dios quiere que hagas algo que no quisieras hacer.
Si tienes una fe débil metes reversa más rápido que pronto, decides dejarlo a un lado y hacer lo opuesto a lo que te ha pedido.
Si tienes igual fe en ti que en Él quizá trates de regatear (‘bueno, ni Tú ni yo, mira te ofrezco cumplir parte de lo que me pides, pero también Tú sé razonable, bájale a Tus exigencias...’), o quizá te dediques a darle recetas, sugerirle las opciones que te parezcan más convenientes.
En cambio si tienes fe firme, si realmente te fías de Dios no tienes más que una reacción a lo que Él pide: una respuesta afirmativa inmediata, un decir sí sin chistar, sin peros ni pretextos.
No es fácil tener una fe así. Por ejemplo, ante lo que narra el Evangelio que se proclama este domingo en Misa (ver Mt 2, 13-15.19-23), seguramente no falta el que piensa: ‘Pues yo que José le hubiera dicho al ángel: A ver, a ver, un momentito, vamos aclarando esto, ¿me estás pidiendo que deje mi trabajo, nuestra casa, a mi familia y a la de María, nuestros amigos, nuestro ambiente de toda la vida, y la despierte a estas horas para avisarle que hay que salir huyendo de emergencia a un lugar lejano en el que no tenemos a nadie conocido, ni casa ni trabajo, vamos ni siquiera hablamos la lengua, y que nos establezcamos allá quién sabe cuánto tiempo, sólo porque Herodes quiere matar al Niño? ¿No han pensado que sería más fácil que Dios mande un rayo que achicharre a Herodes y asunto concluido?’
Otro con ánimo igualmente belicoso quizá consideraría que hubiera respondido: ‘Mejor dile al Señor que nos envíe unas buenas legiones de ángeles con espadas flamígeras, y ¡¡nos vamos con todo contra Herodes!!, ¡faltaba más!, ¡¡con gusto le entro a los cocolazos!!’
Y todavía quizá haya por ahí alguien que considere que si hubiera estado en el lugar de María, cuando José la despertó para contarle lo que le dijo el ángel en sueños, le hubiera contestado: ‘No es posible que Dios quiera que Su Hijo salga huyendo a la medianoche, eso no fue un sueño, tuviste una pesadilla, cálmate, tómate un vaso de leche tibia y vuélvete a dormir’.
Quizá estas respuestas alternativas a muchos les sonarían lógicas y razonables, y lo serían, pero a los ojos del mundo, no a los de Dios. Y afortunadamente como José y María eran verdaderamente fieles a Él y les bastaba con que les pidiera algo para obedecerlo al instante con la absoluta certeza de que lo que les pedía era lo mejor y no tenían que solicitar explicaciones ni poner en tela de juicio Su mandato, se levantaron a plena noche para tomar lo más indispensable y sin tiempo para resolver todos los posibles pendientes, (como por ejemplo encomendar su vivienda a alguien, y si acaso lo tenía, el taller de José, y avisar a familiares y amigos, sabiendo y lamentando que su repentina y prolongada ausencia seguramente los dejaría perplejos y angustiados), salieron presurosos hacia un destino del que no sabían nada más que esto: que sería para bien porque Dios así lo disponía.
Alguno podría preguntar: ‘Bueno, y ¿qué se consiguió con semejante obediencia? La respuesta sólo la conoce Dios.
Nosotros podemos sólo intuir que debido a que Jesús tuvo que huir a Egipto, habrán recibido incontables gracias los egipcios, habitantes de un país en el que los antepasados de Jesús habían sido esclavos y del que habían salido perseguidos, y que ahora, gracias a que lo acogía a Él era abundantemente bendecido.
Podemos sólo deducir que gracias a que Jesús tuvo que dejar Su patria, todos los que por una u otra razón tienen que abandonar su hogar o su país: los refugiados, los inmigrantes, en especial los indocumentados, los damnificados, en fin, todos los desposeídos, pueden identificarse con Él, saber que en sus tribulaciones, el Señor no los contempla ajeno o indiferente, sino que sabe, porque lo vivió en carne propia, lo que se siente salir huyendo e irse a vivir a un lugar en el que se tiene que empezar de cero.
Podemos sólo enterarnos de lo que dice San Mateo: que la huída a Egipto también sirvió para que se cumpliera una profecía anunciada en la Sagrada Escritura (ver Os 11,1).
Podemos saber poco, pero basta para dejar establecido que cumplir la voluntad del Señor, aunque pida algo que de momento parezca incomprensible, doloroso o difícil, es sin ninguna duda, lo auténticamente lógico y razonable porque implica darle un voto de confianza a Aquel que todo lo creó, ve más allá de nuestros límites de tiempo y de distancia y sabe siempre sin equivocarse qué es lo mejor para todos.
En este domingo en que la Iglesia celebra a la Sagrada Familia, te propongo que te sientes en soledad y silencio a contemplar las figuras de algún Nacimiento, y dejes que te penetre su atmósfera de quietud. Mira despacio la serena expresión de cada uno, y aprovecha para orar. Pide a José y a María que sean tus maestros, que así como seguramente enseñaron a Jesús la obediencia al Padre, te la enseñen también a ti. Luego mira a Jesús y dale las gracias porque renunciando a los privilegios de Su divinidad aceptó hacerse Hombre y padecer igual que nosotros el vivir en un mundo donde impera la injusticia, el odio, la destrucción.
Míralo y alégrate de tener un Dios que nunca actúa con prepotencia sino prefiere el camino de la humildad y de la mansedumbre; que en lugar de destruir a Sus enemigos, les da oportunidad de recapacitar y arrepentirse; que en lugar de responder con violencia se deja despojar y perseguir, que a nuestra tiniebla respondió con Su luz, y a nuestro pecado haciéndose pequeñito y poniéndose en nuestras manos. Míralo y pídele que te ayude a aprender de Él lo que aprendió de San José y de Su Madre: que la paz verdadera sólo surge cuando un corazón sabe amoldarse a la sabia y amorosa voluntad del Padre.
(del libro de Alejandra Ma Sosa E “Caminar sobre las aguas”, col. La Palabra ilumina tu vida, ciclo A, Ediciones 72, México, p. 22, disponible en amazon).