y los envió por delante...
a todas las ciudades y sitios a donde ÉL había de ir...'
(Lc 10,1)

Basta de 'respetos humanos'

Alejandra María Sosa Elízaga*

Basta de 'respetos humanos'

‘Respetos humanos’ es un término que puede sonar muy positivo, como si significara que respetamos los derechos humanos, pero en cristiano quiere decir algo muy distinto: tener ‘respetos humanos’ consiste en decir o a hacer algo sólo por el deseo de quedar bien con los demás o por el temor a la desaprobación de los demás. Poner atención al qué dirán y no al qué dirá Dios.

Al final del Evangelio según san Mateo vemos que Jesús pide a Sus Apóstoles: “Vayan y hagan discípulos a todas las gentes bautizándolas en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, y enseñándoles a guardar todo lo que Yo os he mandado. Y he aquí que Yo estoy con vosotros todos los días hasta el fin del mundo” (Mt 28, 19-20).

Durante siglos la Iglesia ha respondido a ese llamado literalmente: yendo a todo el mundo a predicar el Evangelio, a bautizar a las gentes y a enseñarles la doctrina de la Iglesia fundada por Cristo.

Pero de un tiempo a esta parte eso cambió. Comenzó a reinar una mentalidad relativista según la cual cada quien tiene su propia ‘verdad’ y es de mal gusto imponer la propia a los demás. Se considera que animar a alguien a acercarse a la Iglesia es inadmisible ‘proselitismo’. En su lugar se propone dialogar, pero sólo para entender, no para intentar cambiar lo que el otro cree, por equivocado que esté. Prevalecen los ‘respetos humanos’ y los resultados no han sido buenos. Ha disminuido drásticamente el número de católicos en el mundo, y no sólo eso, sino que de los que quedan, una mayoría no asiste a Misa, y entre los que asisten hay muchos que no saben lo que hacen allí. Según una escandalosa estadística publicada recientemente en EUA, el 75% de los católicos norteamericanos ¡no cree que Cristo esté realmente Presente en la Eucaristía!

 

¿A qué se debe esto? A que decidimos ‘respetar’, en lugar de ‘enseñar’, callar, en lugar de hablar, dejar extraviado a quien debíamos haber orientado.

Para colmo de males, nuestro silencio ha coincidido con la agresiva evangelización realizada por sectas e iglesias protestantes, sobre todo evangélicas y pentecostales, que han ganado terreno porque a pesar de no haber sido fundadas por Jesús, carecer de los Sacramentos, y tener garrafales errores doctrinales, al menos sí anuncian el Evangelio.

Estamos en pleno Sínodo de la Amazonia, que se realiza en Roma, y se alzan alarmadas las voces de algunos participantes, que, consternados leen, en el ‘instrumentum laboris’ (el texto base sobre el que están trabajando,) que se plantea que hay que respetar las culturas aborígenes, incorporar sus rituales a la liturgia católica, ordenar como sacerdotes a ancianos que además de ser casados (lo que sentaría un grave precedente en en contra del celibato sacerdotal), obviamente no han ido al seminario así que sin duda enseñarán herejías y cometerán sacrilegios sin siquiera saberlo. De aprobarse esto, pronto en otras regiones aisladas del mundo solicitarían lo mismo, y empezarían a proliferar sacerdotes sin preparación para enseñar, confesar, celebrar adecuadamente los Sacramentos, y ello no sólo será injusto para los que han tenido que estudiar años y años para el sacerdocio, sino para el pueblo de Dios, cuyos ministros ordenados serían simples dispensadores de Hostias, no verdaderos pastores.

 

Romanos y visitantes están viendo con sorpresa que se realizan ceremonias paganas en las que se invoca a la ‘madre tierra’, se lleva en procesión una canoa con la estatua de una mujer desnuda embarazada, se veneran estatuillas de hombres con el miembro erecto. En una iglesia carmelita aledaña al Vaticano se ha colocado un altar amazónico que, entre otras cosas muestra en un póster a una mujer que a la vez que amamanta a un niño, amamanta a un cachorro.

Nadie dice nada, por ‘respetos humanos’, nadie quiere parecer ‘amazonicofóbico’, todos quieren subirse al carro de lo ‘políticamente correcto’.

Contemplan lo que pasa como si se fuera sólo un asunto cultural, cuya diversidad a unos les parece interesante, a otros folclórica, a todos digna de ser conservada.

A diferencia de aquel cuento del traje invisible del emperador, en que un niño se puso a gritar lo que todos veían pero nadie osaba decir, aquí nadie se atreve a denunciar lo evidente: que todo esto es una manifestación religiosa que rinde honor a deidades paganas, no a Dios, y por lo tanto no hay que ensalzarla, sino encauzarla hacia la única fe verdadera.

Algunos cardenales y obispos han lamentado amargamente que se ha sacado del Sínodo a la Santísima Trinidad. No se habla del Padre sino de la madre tierra, no se invoca al Espíritu Santo sino al espíritu del planeta, y no sólo no se anuncia el Evangelio, sino se procede en sentido contrario a lo que pidió Jesucristo, pues en lugar de que se busque que la Iglesia convierta a la Amazonia, parece que se busca que la Amazonia convierta a la Iglesia.

 

¿Qué hacer? Acudir al divino consejo de la Palabra de Dios, que llega, como siempre, oportuno, para iluminar lo que estamos viviendo.

La Primera Lectura que se proclama en Misa este domingo (ver 2Re 5, 1-17) nos habla de la conversión de un pagano, que exclama: “Ahora sé que no hay más Dios que el de Israel” y más adelante afirma que va a “construir un altar al Señor...pues a ningún otro dios volveré a ofrecer más sacrificios.”  ¡Debía servir de ejemplo!

El Salmo 97 pide: “Que todos los pueblos y naciones aclamen con júbilo al Señor

Y en la Segunda Lectura (ver 2Tim 2, 8-13) dice san Pablo que por predicar el Evangelio le ha tocado sufrir, pero que lo sobrelleva todo, porque quiere que aquellos a quienes les predica “también alcancen en Cristo Jesús la salvación, y  con ella, la gloria eterna.

Queda claro que el deber de quien conoce y ama al Dios verdadero, es hablar de Él, para que los demás también lo conozcan, lo amen y acepten la salvación que les ofrece.

Puede sonar muy bonito eso de dejar que cada uno crea lo que quiera, es lo ‘políticamente correcto’, pero no lo cristianamente correcto.

Todas las religiones de todos los pueblos del mundo son inventos humanos. La única religión verdadera es la revelada por Dios. Y la única Iglesia que posee la verdad plena es la católica. Y no es una afirmación vanidosa o soberbia, porque no es por mérito humano, es porque Cristo la fundó y le envió Su Espíritu Santo para conducirla a la Verdad.

Así que lo que nos toca como católicos es invitar a los hermanos a conocer que existe un Dios verdadero, no dejarlos confiando en sus falsos dioses. Hacerles saber que la Madre no es la tierra, sino la Iglesia y la Virgen María; que los árboles y los animales no tienen ‘espíritus’, pues sólo hay un solo Espíritu Santo, el que con el Padre y el Hijo creó el mundo, y no forma parte del mundo; enseñarles que los hombres y mujeres no somos iguales a los animales ni a Dios, ni nos une un misma ‘vibra cósmica’, sino que Dios creó al ser humano a imagen y semejanza Suya, y puso a su disposición las diversas criaturas y elementos de la Creación para que los dominara y los cuidara.

Decía el Papa Benedicto XVI en una entrevista, que hay quien piensa que la evangelización es negativa en la medida en que mueve a los pueblos a cambiar sus creencias ancestrales, pero que hay que ver que muchas de esas creencias no les hacían bien, al contrario. Por ejemplo en México, los aztecas vivían en constante angustia, creyéndose responsables de que continuara la vida, para lo cual debían ofrecer corazones palpitantes a sus dioses y mantenerse en guerra permanente con otros pueblos para ‘cosechar’ dichos corazones. Cuando vino Santa María de Guadalupe a mostrarles que Dios es Amor, que en lugar de exigirles sacrificios, Él dio la vida por ellos, ¡se convirtieron millones de indígenas! Recibieron gozosos la Buena Nueva que los liberó del horror de las guerras y sacrificios humanos.

¿Qué hubiera sucedido si los evangelizadores que llegaron a estas tierras hubieran decidido que debían ‘respetar’ las creencias, ‘dialogar’ con los aztecas, aprender de ellos a realizar sacrificios humanos e incorporarlos a su liturgia?, ¿dónde estaríamos ahora?

Son muchas las voces que se alzan en todo el mundo, alarmadas por el giro que está tomando el Sínodo de la Amazonia. Respondamos a su invitación a orar y ayunar, para pedir al Espíritu Santo que ilumine a los participantes para que no predominen los ‘respetos humanos’, sino la intención de dar la debida gloria a Dios y contribuir a la evangelización y salvación de estos pueblos hermanos.

Publicado el domingo 13 de octubre de 2019 en la pag web y de facebook de Ediciones 72