6 actitudes para estos tiempos
Alejandra María Sosa Elízaga*
Nunca como en estos tiempos en los que las comunicaciones son instantáneas y globales nos enteramos de malas noticias que antes probablemente nos hubieran pasado desapercibidas. Estamos literalmente bombardeados de malas noticias, algunas de ellas concernientes a miembros de la Iglesia que han hecho o dicho algo que no debían haber hecho o dicho. ¿Cómo reaccionar? El Cardenal Robert Sarah, Prefecto de la Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos, escribió un libro extraordinario titulado ‘Se hace tarde y anochece’ (en inglés: ‘The day is now far spent’, título basado en la frase que dicen a Jesús los caminantes de Emaús -ver Lc 24, 29), en el cual propone, entre otras cosas, que los escándalos de los que nos enteramos, el pecado ajeno que detectamos a nuestro alrededor, deben movernos, sobre todo, a revisarnos a nosotros mismos, a preocuparnos por corregirnos nosotros y dar un buen testimonio cristiano, vivir santamente.
En ese sentido, viene oportuna, en la Segunda Lectura que se proclama este domingo en Misa (ver 1Tim 6, 11-16), una recomendación que san Pablo hizo hace dos mil años y que sigue válida y relevante para lo que estamos viviendo hoy:
“Hermano: Tú, como hombre de Dios, lleva una vida de rectitud, piedad, fe, amor, paciencia y mansedumbre. Lucha en el noble combate de la fe, conquista la vida eterna a la que has sido llamado...”
Reflexionemos brevemente en lo que implica cada una de estas actitudes:
rectitud
No es sinónimo de rigidez, sino de honestidad, de proceder sin dobleces, sin hipocresías, sin ambigüedades, sin caer en las tentaciones que nos propone el mundo que quiere que consideremos normal la mentira y que tomemos lo bueno como malo y lo malo como bueno.
piedad
Dice el Cardenal Sarah que solos no podemos lograr nada, que es indispensable la ayuda de Dios, y por ello es indispensable también tener una relación personal con Él a través de la oración, de la lectura de la Palabra y, desde luego, de frecuentar los Sacramentos, en especial la Eucaristía y la Confesión. Sólo Dios puede darnos la luz y hacernos fuertes para vivir como Él quiere que vivamos en un mundo que va a contracorriente.
fe
Dice el Cardenal Sarah que tener fe es poner toda nuestra confianza en Dios, no en nosotros mismos; que la fe consiste, sobre todo, en decirle sí al Señor y mantenernos firmes en la decisión de cumplir lo que nos pide, seguir los caminos que nos marca, aceptar cuanto sea conforme a Su voluntad y rechazar cuanto lo desagrade.
Dice que fe y conversión van estrechamente unidas, que no se entiende una sin la otra. No sólo hay que creer, sino actuar en consecuencia, y ello implica renunciar a tener otros dioses, tener a Dios como en el centro de nuestra vida. Cimentarla en Él.
amor
La más grande de las virtudes, según san Pablo (ver 1Cor 13) es la caridad, es decir, el amor que se expresa en acciones concretas. Jesús nos dejó un solo mandamiento, que nos amemos unos a otros como Él nos ama. Dijo que en ello se conocerá que somos Sus discípulos (ver Jn 13, 34-35). Recordemos que amar no consiste en sentir ‘bonito’ o en que la otra persona nos ‘caiga bien’, sino en desear y procurar en la medida que nos sea posible, su bien. Y el mayor bien que podemos desear y procurar es su salvación.
paciencia
Decía san Francisco de Sales que hay que tener paciencia con todos y en especial con nosotros mismos. No desesperarnos ante los defectos ajenos o propios. Y también saber perseverar en la oración y en la práctica de las virtudes, aunque no veamos resultados inmediatos e incluso aunque las cosas parezcan ponerse peor.
Cuando santa Faustina Kowalska le preguntó a Jesús por qué permitía tanta maldad en el mundo, Él le respondió que tenía toda la eternidad para castigar a los malvados, pero que ahora estaba siendo paciente para dar oportunidad de que los pecadores se conviertan y se salven (Diario # 1160). Si Él nos tiene tanta paciencia, ¿quiénes somos nosotros para impacientarnos con nuestras faltas y las de los demás? Lo que nos toca es pedir, para nosotros y para ellos, la gracia para superarlas.
mansedumbre
Según datos de la organización ‘Ayuda a la Iglesia que sufre’, los católicos somos hoy en día en todo el mundo el grupo más perseguido, más hostilizado, que tiene el mayor número de miembros torturados, asesinados, etc. Eso no sólo nos entristece sin también nos indigna y enoja, y el peligro es que nos mueva a buscar no sólo cómo protegernos sino cómo atacar a los que nos atacan.
Mientras escribo esto circula en redes un llamado para que hombres católicos acudan a los templos a defenderlos, si es necesario con su vida, ante la amenaza de grupos anticatólicos que anunciaron que se manifestarán en atrios de iglesias. Ante la tentación de responder a la violencia con violencia, recordemos que somos ovejas del Buen Pastor, y que Él mismo nos advirtió que estamos “entre lobos” y nos pidió ser mansos de corazón. Si nos transformamos en lobos dejaremos de estar bajo Su amparo, entraremos en una dinámica de venganza y violencia que nos conducirá a la muerte.
No significa que no haya que estar atentos y tomar medidas para protegernos, pero siempre teniendo en mente que nuestra lucha, como dice san Pablo debe ser noble, que lo que queremos arrasar a otros, sino conquistar la vida eterna, para nosotros y para los demás, y esto no se logra arrasando a nuestros enemigos, sino luchando decidida pero mansamente, por transformarlos en hermanos.