¿Sabes escuchar?
Alejandra María Sosa Elízaga*
¿Qué prefieres, escuchar o que te escuchen?
Se hizo esta pregunta a diversas personas, y la mayoría respondió que prefería ser escuchada.
Hay mucha gente que no tiene a quién contarle sus cosas, que no tiene nadie que realmente la escuche. Y tal vez vive rodeada de familiares, pero ya conocen sus historias y no les interesa volverlas a oír, o acude a estudiar o a trabajar, y sus compañeros o colegas no tienen tiempo para platicar, o tal vez vive en soledad, y se tiene que conformar con hablarle a su gato o a sus plantitas.
Leí que en una iglesia se abrió un ‘ministerio de escucha’ (lo que el Papa llama ‘orejaterapia’), y el párroco estaba sorprendido de la gran cantidad de gente que se anotó, interesada en poder acudir simplemente a hablar con alguien. Y, afortunadamente también se inscribieron personas interesadas en escuchar.
Al parecer, en nuestro tiempo escuchar se ha vuelto una obra de misericordia. ¿Te gustaría practicarla? De seguro a tu alrededor hay gente que necesita ser escuchada. Puedes ejercer la escucha como un apostolado, por ejemplo en tu comunidad, en tu parroquia, en un asilo, en un hospital (sea con pacientes o con familiares de los pacientes, que a veces pasan horas en salas de espera, deseando tener a alguien con quien conversar).
La Primera Lectura que se proclama este domingo en Misa (ver Eclo 3, 19-21. 30-31) dice: “El hombre prudente medita en su corazón las sentencias de los otros, y su gran anhelo es saber escuchar”. Se refiere sobre todo a tener la humildad y disponibilidad para aprender de los demás, prestar atención a lo que dicen y reflexionarlo.
Pero tal vez también lo podemos aplicar en el caso de quien desea practicar el apostolado de la escucha. También su gran anhelo debe ser “saber escuchar”.
Y si alguien se pregunta: ‘¿qué no basta con usar los oídos?, después de todo ¡traemos siempre puestas las orejas!’, cabe responder que no es tan sencillo. Escuchar tiene su chiste, por eso el autor bíblico dice que hay que ‘saber’. ¿Qué se necesita para hacerlo bien? De entrada, conviene tomar en cuenta estos 12 consejos:
1. No creas que ya sabes lo que te van a decir
Hay quien le completa las frases a su interlocutor, pero a veces las palabras que propone no son las que la persona pensaba decir, y hasta provoca que se le vaya la idea. Por más despacito o pausado que alguien hable, déjalo decir lo que quiere, no te adelantes a decir lo que tú imaginas o quieres que diga.
2. No interrumpas
Déjale hablar sin estarlo interrumpiendo con constantes preguntas, comentarios o peor aún, con cambio de tema. No dejes a tu interlocutor frustrado porque no logró terminar lo que quería decir. Suele suceder que alguien necesita platicar algo que le duele y los demás le dicen: ‘ya no pienses en eso’, y lo callan, impidiéndole desahogarse. Hay que dejarle hablar.
3. No uses lo que está diciendo para contar que lo mismo te pasó a ti
Hay quien aprovecha lo que su interlocutor le está contando, para decir: ‘¡sí!, ¡lo mismo me pasó a mí!’, y a continuación se pone a platicar lo suyo y hace que la atención de la plática se centre en sí y no en la persona que estaba platicando. Hay que dejar que la persona cuente lo que le pasó. Recuerda que esta necesitada de ser escuchada.
4. Olvida por un momento tu celular
No cheques tu celular (ni disimuladamente de reojo) y no respondas llamadas o mensajes. Eso hace que tu interlocutor sienta que no te interesa lo que te platica. Aunque sea por unos minutos préstale toda tu atención.
5. No des signos de impaciencia
Tu lenguaje corporal habla más que tus palabras. Si deseas que la persona sienta que la escuchas, no veas para otro lado, no tamborilees los dedos en la mesa, no des golpecitos con el pie en el suelo. Adopta una postura atenta, serena, mírala a los ojos, hazle sentir que te interesa lo que te dice.
6. No te dejes ganar por el sueño
Es terrible estar platicándole algo a alguien a quien se le están cerrando los ojos, da la impresión de que le aburre sobremanera lo que está oyendo. Si eres de las personas a las que les da sueño estar sentadas, proponle a tu interlocutor dar un paseo o platicar de pie. Y procura ejercer este apostolado cuando hayas dormido bien.
7. No digas que entiendes cómo se siente la otra persona
Es común que en un intento de mostrar empatía, uno diga: ‘sé cómo te sientes’, pero esa frase es falsa. Nadie sabe cómo se siente alguien más, porque cada persona piensa, sufre, se alegra, etc. de manera personal y distinta.
8. No quieras resolverle la vida
Hay personas que no pueden oír que alguien cuente algo, porque de inmediato le hacen notar lo que debió haber hecho o le indican lo que debe hacer. Pero los ‘hubiera’ no existen y sólo hacen sentir mal a la persona, y los consejos no siempre son los más acertados. Lo que la persona necesita, más que nada, es ser escuchada.
9. No juzgues ni condenes
Cuida que tus expresiones faciales y verbales no hagan sentir a tu interlocutor que lo estás juzgando, que te escandaliza lo que platica. Eso provoca que se sienta avergonzado y se cierre.
10. Da testimonio cristiano
Si tu interlocutor es una persona de fe, al final le puedes invitarle a hacer contigo una breve oración; o puedes simplemente decirle que vas a orar por él o ella o incluso obsequiarle una medallita o Rosario o estampita, o una bonita oración o cita bíblica que pueda releer y sea fuente de consuelo.
11. No platiques lo escuchado
Acostúmbrate a no contar lo que te platiquen, sé una persona de fiar. Sólo en caso necesario, coméntalo con un sacerdote, para pedirle consejo y oración.
12. Ora por tus interlocutores
Pon en manos de Dios a las personas a las que has escuchado, sus situaciones, problemas, angustias. Encomiéndalas también a María, y a la intercesión de los santos.
También puedes pedir a otras personas que oren (sin revelar nombre y apellido, para respetar la privacidad de la persona).
El tener la disposición de escuchar a los demás, en estos tiempos en que todo el mundo tiene prisa, o está mirando una pantalla o trae un audífono insertado en la oreja, es en verdad algo muy necesario, y que sin duda hace mucho bien. Y aunque no aparece entre lo que Jesús menciona que tomará en cuenta en el día del Juicio (dar de comer, de beber, vestir, hospedar, etc. -ver Mt 25, 31-40-), de seguro sí lo hará, y un día dirá: ‘Vengan, benditos de Mi Padre, al Reino preparado para ustedes desde la creación del mundo, porque no tenía con quién hablar y ustedes me escucharon’.