¿Me alegro de sufrir?
Alejandra María Sosa Elízaga*
¿A poco le faltó algo a la pasión de Cristo?
Fue lo que preguntó una persona que se quedó muy sorprendida cuando leyó que en la Segunda Lectura que se proclama este domingo en Misa (ver Col 1, 24-28) dice san Pablo: “me alegro de sufrir por ustedes, porque así completo lo que falta a la pasión de Cristo en mí, por el bien de su cuerpo, que es la Iglesia.”
Antes de responderle, se le pidió que no aislara ni sacara fuera de contexto la frase “lo que falta a la pasión de Cristo”, porque entonces ésta da la equivocada impresión de que san Pablo afirma que la pasión de Cristo está incompleta.
La frase entera dice: “lo que falta a la pasión de Cristo en mí”.
Ese “en mí” hace una gran diferencia.
¿A qué se refiere san Pablo?
Desde luego no está afirmando que a la pasión de Cristo le hubiera faltado algo. El Señor la completó perfectamente.
A los que algo nos falta es a nosotros. Nos falta aprender a enfrentar los sufrimientos, que son inevitables en esta vida, y en lugar de sólo padecerlos o, peor aún, convertirlos en razón para amargarnos o para apartarnos de Dios y hacerle la vida imposible a los demás, unirlos a los de Jesús.
Como Cristo nos redimió padeciendo, si unimos nuestro sufrimiento al suyo, podemos convertirlo en un sufrimiento redentor como el Suyo, hallarle sentido, propósito.
Podemos ofrecerle nuestro sufrimiento por amor a Él, en agradecimiento por todo lo que nos da, en reparación por todas las ofensas que recibe. También podemos ofrecérselo por nuestros seres queridos, por las almas del Purgatorio, por alguna necesidad que tengamos, por alguien que se ha acogido a nuestra oración, en fin, que ese sufrimiento así unido al de Cristo, nos permite participar de la pasión de Cristo, completar lo que nos falta a nosotros: no sólo creer en Él, no sólo orar, no sólo recibir y agradecer lo bueno, sino aceptar y ofrecer lo malo, lo difícil, lo doloroso, y aprovecharlo para bien nuestro y de otros.
Ello es motivo de gran alegría, porque transforma una situación que podría llevarnos a la depresión y la desesperanza, y le da un nuevo sentido. Por eso dice san Pablo: “me alegro de sufrir por ustedes”. No es masoquismo, es gozarse de poder asociarse a la pasión redentora de Cristo.