Fuente de Misericordia
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Un famoso cuadro pintado por Caravaggio muestra la interpretación del pintor de algo que narra el Evangelio que se proclama este domingo en Misa (ver Jn 20, 19-31): que cuando le dijeron a santo Tomás que Jesús había resucitado, aquel respondió: “Si no veo en Sus manos la señal de los clavos y no meto mi dedo en los agujeros de los clavos y no meto mi mano en Su costado, no creeré”. Entonces, a los ocho días de de la Resurrección, Jesús se volvió a aparecer a Sus discípulos y le dijo a Tomás: “Aquí están Mis manos, acerca tu dedo. Trae acá tu mano, métela en Mi costado y no sigas dudando sino cree.”
El cuadro muestra al incrédulo discípulo introduciendo su dedo en el costado de Cristo, por cierto de una manera tan realista que da ‘ñañaras’. Puedes verlo en este link: bit.ly/2UKgVHa
Pero el Evangelio no dice que Tomás hubiera metido la mano, sino que respondió: “¡Señor mío y Dios mío!”.
Incluso el propio Jesús le hizo notar que creyó porque vio (no porque tocó...).
Queda claro que Tomás ya no necesitó meter sus dedos en las llagas de Cristo, porque las estaba viendo.
Alguien preguntó en una clase de Biblia que por qué si Cristo resucitó con un cuerpo glorioso, todavía tenía las marcas de los clavos y de la lanzada en Su costado.
La respuesta es que son para nosotros prueba visible de Su Pasión, que nos muestra Su infinito amor por nosotros, hasta dónde fue capaz de llegar con tal de salvarnos del pecado y de la muerte.
Sus llagas nos recuerdan Su misericordia por nosotros.
Jesús dijo a la religiosa polaca santa Faustina Kowalska: “De todas Mis llagas, como de arroyos, fluye la misericordia para las almas, pero la herida de Mi Corazón es la fuente de la Misericordia sin límites; de esta fuente brotan todas las gracias para las almas”.
Es significativo que este Evangelio, en el que Jesús muestra Sus llagas, se proclame en este Segundo Domingo de Pascua, en que celebramos la fiesta de la Divina Misericordia, y se venera la imagen que muestra que de la llaga de Cristo en Su costado salen dos rayos de luz que representan la salvación que ofrece Jesús a las almas mediante Su misericordia. (ver bit.ly/1WvcsqS).
Es la ilustración perfecta para este Evangelio, que no sólo habla de las llagas de Cristo, sino también cómo dio a Sus apóstoles el poder de perdonar pecados en Su nombre, otro signo extraordinario de Su misericordia hacia todos, especialmente hacia los pecadores.
Jesús le dijo a santa Faustina: “cuanto más grande es el pecador, tanto más grande es el derecho que tiene a Mi misericordia.”
Recordemos que en la Carta a los Hebreos se nos llama a acercarnos “confiadamente al trono de la gracia al fin de alcanzar misericordia” (Heb 4, 16). Ello se cumple de manera muy especial en este día, en que Jesús prometió a santa Faustina, perdonar todos los pecados y culpas de quien se acoja a Su misericordia en la Confesión y la Comunión.
¡Aprovechemos, pues, esta generosísima invitación!