Hacia adelante
Alejandra María Sosa Elízaga*
En la Primera Lectura dominical (ver Is 43, 16-21), Dios recuerda los prodigios que hizo por Su pueblo en el pasado, pero no se queda rememorándolos, sino que anuncia que viene algo más prodigioso todavía. Si en el pasado sucedió lo que parecía imposible, que se separaran las aguas del mar, en el futuro sucederá algo que parece todavía más imposible: Dios hará brotar ríos en el desierto.
Quedamos invitados a no sólo recordar el pasado, sino mirar al futuro, no importa si lo pasado fue muy bueno o malo.
San Pablo también toca ese punto, en la Segunda Lectura (ver Flp 3, 7-14), dice que deja atrás todo lo pasado, y se lanza hacia adelante, como un atleta que emprende una carrera para alcanzar un premio.
Que lo malo de nuestro pasado, los fracasos, si acaso nos hemos ido ‘chueco’ no nos atore, ni nos haga caer en la desesperanza. Tenemos en el Evangelio dominical (ver Jn 8, 1-11) un ejemplo de esto: una mujer que cometió adulterio, es perdonada por Jesús, que le pide no volver a pecar. Se le concede un borrón y cuenta nueva para que empiece una vida distinta a partir de ese momento.
Y que tampoco el recuerdo de lo bueno nos haga instalarnos, sentir que ‘ya la hicimos’ y dormirnos en nuestros laureles. Ya vemos que el propio san Pablo que al momento de escribir su carta a los filipenses ya había realizado muchos viajes misioneros y podía haberse puesto a descansar sintiéndose un súper apóstol, dice que su meta es conocer a Cristo, estar unido a Él compartiendo Sus sufrimientos, con la esperanza de resucitar con Él, y afirma que no ha logrado ese ideal, que todavía se esfuerza en conquistarlo.
De las tres Lecturas dominicales podemos captar, entre otras cosas, que estamos invitados a no dejar que lo bueno o lo malo que dejemos atrás nos detenga o nos retrase. Hay que seguir avanzando