La gracia es para ahorita
Alejandra María Sosa Elízaga*
Corrie Ten Boom, una mujer holandesa que pasó años prisionera en un campo de concentración nazi, contaba que una de sus más preciadas posesiones, en ese lugar en el que fue despojada de casi todo, era un frasquito que contenía un aceitito que servía de linimento para ayudar a sanar contusiones. Lo tenía bien escondido, se lo ponía luego de las golpizas a las que las sometían los guardianes de la prisión. Un día, en que varias de sus compañeras fueron salvajemente lastimadas, Corrie decidió que no podía guardarse el linimento sólo para ella, y que sin importar si se le terminaba más pronto, tenía que compartirlo. Así que sacó el frasquito, le pidió a Dios que permitiera que el linimento durara lo más que se pudiera, y le puso linimento a sus compañeras.
No podía ver cuánto quedaba, pues el frasquito era de plástico opaco y el contenido salía por un agujerito, así que no se podía ver hacia adentro, pero se sentía vacío, así que pensó que ya no quedaba nada. Sin embargo lo guardó, y la siguiente vez que se necesitó, sacó el frasquito, y, para su sorpresa, todavía alcanzaron a salir suficientes gotitas de linimento. Volvió a pensar que ahora sí se había terminado, pero lo de nuevo lo guardó, y cuando lo sacó volvieron a salir unas gotitas. Pudo usar ese linimento durante años, hasta que llegó un momento en que definitivamente no salieron más gotitas, pero ya no importó porque justo en ese día fueron liberadas de la prisión.
Dios, en Su misericordiosa providencia, permitió que el linimento les alcanzara mientras lo necesitaran, ni un minuto más.
Recordaba esto al leer en la Primera Lectura que se proclama este domingo en Misa (ver Jos 5, 9. 10-12) que cuando los israelitas llegaron por fin a la tierra que Dios les había prometido, “cesó el maná”, es decir, dejó de aparecer en las mañanas, sobre el suelo, esa semilla que les permitió hacer panes con los que se alimentaron durante años y años mientras atravesaban el desierto.
Dice el texto bíblico que “el maná cesó desde el día siguiente, en que empezaron a comer los productos del país. Los israelitas no tuvieron en adelante maná, y se alimentaron ya aquel año de los productos de la tierra de Canaán.”
Dios los proveyó de lo que necesitaron, mientras lo necesitaron. Ni un minuto más.
Dios nos da Su gracia cuando nos hace falta, no antes y no después.
Hay quienes se angustian pensando qué van a hacer en un futuro si les sucede tal o cual cosa. Claro, como no les ha sucedido aquello (y por cierto, quién sabe si les suceda siquiera) Dios no les ha enviado Su gracia para superarlo, así que su preocupación es inútil y sólo sirve para robarles la paz y llenarlos de miedo.
La gracia de Dios no es para ayer ni para mañana, es para hoy, más aún, es para ahorita, para eso que estamos viviendo o padeciendo ahorita.
Ahorita mismo nos ayuda a enfrentarlo, y ahorita mismo nos ayuda a superarlo.
Así pues, vivamos tranquilos, con la seguridad de que contamos con la gracia del Señor que nos sostendrá a cada instante, para ayudarnos a salir adelante de cualquier dificultad.