Den continuamente gracias
Alejandra María Sosa Elízaga*
¿Qué le agradeces a Dios?
Detente un momento a considerar, ¿de qué le das gracias todos los días? (y ojalá sí de veras sea todos los días...).
Probablemente le agradeces el don de la vida, de la salud, la familia, los amigos, tener casa, vestido, sustento...
Y también seguramente le agradeces cuando sucede algo especial, como la visita de un ser querido que no has visto hace tiempo, o un asunto difícil que por fin se ha resuelto.
Pero, ¿le agradeces también las dificultades?, ¿los obstáculos que encuentras en tu camino?, ¿los problemas que tienes que enfrentar?, ¿una enfermedad?, ¿la muerte de un ser querido?
Quizá a estas preguntas no puedas responder tan rápidamente con un sí. Y tal vez incluso pienses: ¿cómo voy a agradecerle a Dios cuando las cosas van mal?, ¡que las arregle y entonces le daré las gracias!
Pero eso no es lo que nos plantea san Pablo en la Segunda Lectura que se proclama en Misa este domingo (ver Ef 5, 15-20).
Empieza pidiendo que no seamos insensatos, sino prudentes, que no seamos irreflexivos, sino que tratemos de entender cuál es la voluntad de Dios.
Luego pide que cantemos con todo el corazón alabanzas al Señor. Y añade: “Den continuamente gracias a Dios Padre por todas las cosas, en el nombre de nuestro Señor Jesucristo”.
Es impresionante descubrir que esto no lo escribió disfrutando de unas vacaciones en la playa (es fácil sentirse eufórico y agradecido con Dios cuando la pasamos bien). Esto lo escribió san Pablo estando ¡preso en Roma! (ver Ef 3,1; 4,1).
Lo habían metido a la cárcel a causa de su fe en Cristo, y de allí saldría para recibir el martirio. Y lo sabía. Y aún así proponía cantar con todo el corazón alabanzas al Señor, algo que por cierto él mismo hizo en una ocasión anterior, en la que él y Silas fueron apresados y flagelados, y se pasaron toda la noche cantando himnos de alabanza a Dios (ver Hch 16, 25).
Queda claro que san Pablo practicaba lo que predicaba.
Pero tal vez alguien se pregunte ¿por qué hacía eso?, y sobre todo, ¿por qué nos pide algo que a nosotros con frecuencia nos resulta difícil, y a veces imposible?
Quizá porque cuando agradecemos a Dios por todo, le expresamos, por una parte, nuestra absoluta confianza en Él, en que está presente en nuestra vida, en que nunca nos abandona ni se olvida de nosotros, y, por otra parte, nuestra gratitud expresa nuestra certeza de que todo lo que Dios permite o impide es para nuestro bien y santificación, así que aunque de momento no lo comprendamos o nos cueste aceptarlo o asimilarlo, hemos de agradecerlo.
¿No te ha pasado que alguien te hizo un comentario o un favor que de momento te pareció mal y hasta te molestó, pero luego te diste cuenta de cuánto te favoreció y te dio pena haber reaccionado mal y no haberlo agradecido?
San Pablo no quiere que nos ocurra eso con Dios, por eso nos invita a agradecerle todo al Señor. Si nos acostumbramos a ello iremos a la segura, y el día que lleguemos a Su presencia y comprobemos cuánto nos benefició lo que permitió, a nosotros y a los que nos rodearon, pues nos hizo crecer en virtudes, nos santificó, nos ahorró Purgatorio...), nos sentiremos sumamente contentos, de haber sabido agradecérselo todo a tiempo.