Corretiza y compasión
Alejandra María Sosa Elízaga*
Se descubren cosas muy interesantes cuando lee uno un texto del Evangelio, y además de reflexionar en lo que narra que sucedió, se pone a reflexionar en lo que pudo haber pasado, pero no pasó, o en lo que Jesús pudo haber dicho o hecho pero no dijo o hizo.
Por ejemplo, el Evangelio que se proclama este domingo en Misa (ver Mc 6, 30-34) narra que había tanta gente que rodeaba a Jesús y a Sus apóstoles, que no tenían tiempo ni para comer, así que Jesús les propuso a éstos dirigirse en barca a un lugar apartado y tranquilo para que descansaran. Pero la gente los vio irse. Y dice el Evangelio que “entonces de todos los poblados fueron corriendo por tierra a aquel sitio y se les adelantaron.”
Eso es lo que dice.
¿Qué es lo que no dice?
No dice: “las gentes los vieron irse y pensaron: ‘lástima, ya se fue Jesús, ni modo’, y se regresaron a sus casas”.
No dice: “las gentes lo vieron irse y pensaron: ‘ay qué flojera ir a buscarlo, mejor nos quedamos aquí descansando’.
No dice: ‘las gentes lo vieron irse, preguntaron indignadas: ‘¿cómo es posible que se haya ido sin hacernos los milagros que queríamos?’, y ya no quisieron saber nada de Él”.
No dice: “las gentes se quedaron ahí, cruzadas de brazos, a ver si de casualidad regresaba”.
No dice: ‘las gentes fueron a buscarlo, caminando despacito despacito, a ver si llegaban tarde y no tenían que pasar mucho tiempo con Él.”
Hay muchas cosas más que el texto no dice, pero basten éstas para reflexionar, ¿por qué no lo dice? ¿Tal vez porque no estábamos nosotros allí?
Quizá si hubiéramos estado allí, el Evangelio sí hubiera dicho algo de eso que no dice.
Consideremos sólo un ejemplo, ¿cómo reaccionamos el domingo para ir a Misa?
Si se nos complica tantito, si estamos de viaje y no sabemos de alguna iglesia católica cercana, ¿corremos a buscarla porque no queremos perdernos el encuentro con Jesús o rápidamente nos resignamos a quedarnos sin Misa?
Si localizamos una iglesia y al llegar vemos que está cerrada, ¿corremos a buscar otra porque queremos estar ahí, nos urge, escuchar a Jesús y saberlo realmente presente en la Eucaristía?
Si el domingo pasan algo interesante en la tele, o tenemos visitas, ¿las invitamos a acompañarnos a Misa o nos quedamos con ellas y nos la perdemos tranquilamente?
Y cuando se trata de ir a la iglesia, ¿vamos corriendo como esa gente del Evangelio, o más bien hacemos tiempo para llegar tarde y que así el rato que pasamos en la iglesia no se nos haga taaaan largo?
El Evangelio de hoy nos habla de gente que emprendió una verdadera corretiza con tal de encontrarse con Jesús y poder escucharlo, verlo, estar cerca de Él. ´¡No querían perdérselo por nada del mundo! ¡No tenían suficiente con todo el tiempo que habían pasado con Él!
Y ¿cómo reaccionó Él?
Dice el Evangelio que cuando Jesús desembarcó y vio la multitud que lo estaba esperando: “se compadeció de ellos, porque andaban como ovejas sin pastor, y se puso a enseñarles muchas cosas”.
Cabe aquí también considerar qué es lo que no dice.
No dice que Jesús pensó: “¡qué lata!, ¡ya llegaron éstos molestosos aquí!”.
No dice que “Viendo la multitud, Jesús se dio media vuelta y se volvió a subir a la barca”.
No dice: “Jesús le pidió a la gente que se fuera por donde vino y los dejaran en paz.”
Dice que se compadeció, que no es sentir lástima, sino padecer con el otro, sentir las necesidad del otro, como en carne propia.
Comprendió que lo necesitaban y les dio lo que necesitaban. Por encima de Su cansancio y de Su anhelo de pasar un rato a solas con Sus discípulos, antepuso la necesidad de la multitud que lo miraba esperanzada.
Dos actitudes sobre las que podemos reflexionar este domingo: que la gente corrió a encontrarse con Jesús, y que Jesús se compadeció de ella, que se dejó encontrar...