Llamados a anunciar
Alejandra María Sosa Elízaga*
‘Vive y deja vivir’
Parece ser el lema de nuestro tiempo.
Deja que cada uno viva como pueda y tú ocúpate de tus propios asuntos.
Pero entonces llega el domingo y vamos a Misa y escuchamos lo que dice san Pablo en la Segunda Lectura (ver 1Cor 9, 16-19.22-23). “No tengo por qué presumir de predicar el Evangelio, puesto que ésa es mi obligación. ¡Ay de mí si no anuncio el Evangelio!”
Y tal vez pensamos que esa ‘obligación’ era sólo suya porque el propio Jesús se la había encomendado. Pero entonces recordamos que Jesús también nos pidió a nosotros: “Id por todo el mundo y proclamad la Buena Nueva a toda la creación”(Mc 16, 15), así que no podemos salirnos por la tangente, fingir demencia, hacer como que no oímos.
¿Quiénes son ésos a los que debemos anunciarles la Buena Nueva? ¡Todos! Y como eso se oye demasiado general y como dice el dicho, ‘el que mucho abarca, poco aprieta’, podemos concretizarlo en tres grupos:
1. Los que de por sí comparten nuestra fe.
Tal vez son familiares, amigos, o compañeros de la parroquia.
Compartir con ellos un texto bíblico que nos tocó el corazón; o una frase de un santo, o una reflexión que hicimos y que nos ayudó a vivir mejor nuestra fe, puede ayudarles a afianzar su propia fe, iluminar su propio esfuerzo por vivir conforme a los valores del Evangelio.
Nunca demos por hecho que los que como nosotros también van a Misa o participan de las actividades de la parroquia, ya saben lo mismo que nosotros y no tenemos nada que compartirles. Incluir nuestra fe en nuestras conversaciones en persona o en nuestros ‘chats’, puede enriquecernos mucho mutuamente.
2. Los que creen en Cristo pero no son católicos.
Cuando yo era chica, allá por mediados del siglo pasado, todos a mi alrededor eran católicos. Ahora en cambio es cada vez más alarmantemente común conocer personas que eran católicas y dejaron la Iglesia (casi siempre por una de dos razones: por ignorancia, porque nunca conocieron su fe, y un día fueron invitadas a un grupo o tocaron a su puerta unas personas que las desconcertaron con afirmaciones falsas contra la Iglesia, se las creyeron sin averiguar y se fueron, o porque se enojaron con miembro-s de la Iglesia).
En todo caso dejaron lo más por lo menos.
Y se están perdiendo los Sacramentos; les está faltando la presencia real de Cristo en la Eucaristía.
Aman a Jesús, leen sobre Él en el Evangelio, incluso memorizan la Biblia, y rezan y cantan, pero eso es todo.
Anunciarles a ellos la Buena Nueva es ayudarles a encontrar la plenitud de lo que creen, es invitarlos a tener un encuentro personal e íntimo con Cristo como nunca antes lo han tenido.
3. Los no creyentes.
Suelen mostrarse renuentes a todo lo relacionado con Dios, y en particular, con la fe católica, porque tienen prejuicios.
Decía el obispo Fulton Sheen que no hay ni cien personas que odien a la Iglesia Católica, pero sí hay millones que odian lo que equivocadamente creen que es la Iglesia Católica.
Anunciarles a ellos la Buena Nueva es animarlos, como dice el salmista, a hacer la prueba y ver qué bueno es el Señor, a descubrir que no tienen que no están solos ni tienen que cargar con el peso del mundo sobre sus hombros, que existe Dios, y es un Dios de amor.
¿Por qué no podemos dejar en paz a los demás?, ¿que se queden como están?
Porque Jesús nos manda amarlos como Él nos ama. Y amarlos no consiste en tener bonitos sentimientos o mandarles mensajitos por whats app con florecitas y besos, sino buscar su verdadero bien, y el mejor bien que puede uno desear para alguien es que conozca a Dios, lo ame, confíe en Él y cumpla Su voluntad, porque ahí está la clave de la paz, de la verdadera felicidad.