Cambio de decisión
Alejandra María Sosa Elízaga*
‘Voy derecho y no me quito; si me pegan, me desquito’
Era lo que se repetía a voz en cuello una y otra vez, en un juego que se jugaba en el patio de mi kinder cuando yo era chica, y que consistía en caminar en línea recta, sin detenerse, atropellando a quien se atravesara, o saltando cualquier obstáculo que se encontrara. El punto era seguir adelante sin cambiar de rumbo.
Por supuesto que en no pocas ocasiones el juego terminaba en gritos y llantos de niños pequeños que eran empujados o arrollados por los grandulones, que acababan regañados y castigados.
Con una amiga de la infancia recordaba ese juego y comentábamos que ni en un juego ni en la vida se puede avanzar así, de un modo tan inflexible. Hay incluso una película que muestra los desastres que ocasiona un individuo que en un día de furia, decide caminar derecho, arrollando personas y cosas a su paso.
Reflexionábamos también que lamentablemente mucha gente piensa que Dios es así, que una vez que decide algo ‘va derecho y no se quita’, y que nada puede hacerlo cambiar de opinión; que si, por ejemplo, ya decidió condenarte, te condenarás hagas lo que hagas; que si considera que ya le llegó su hora a un enfermito, no importa cuánto le ruegues que viva, éste morirá, y así por el estilo.
Y esa manera de pensar provoca desánimo, desesperanza, hace que la gente se diga, por ejemplo: ‘¿para qué rezo y le pido algo si de todos modos va a hacer lo que Él quiera?, o ¿para que me esfuerzo en mejorar, si de todos modos probablemente Dios me va a condenar? Pero la Sagrada Escritura para echar por tierra esa manera de pensar.
La Primera Lectura que se proclama este domingo en Misa (ver Jon 3, 1.5.10), dice que el profeta Jonás obedeció la orden que le dio Dios de ir a la ciudad de Nínive a anunciar a sus habitantes que ésta sería destruida. Y que cuando éstos se arrepintieron de sus mala vida y se convirtieron, Dios “cambió de parecer y nos les mandó el castigo que había determinado imponerles”.
Dios “cambió de parecer”.
Esta frase tal vez mueva a más de uno a preguntarse admirado, ¿pero es que Dios puede cambiar de parecer? La respuesta es ¡sí! La Biblia nos muestra, y no sólo en esta Lectura dominical, sino en muchos otros textos bíblicos, que Dios no ‘va derecho y no se quita’; sino que está siempre dispuesto a modificar Su decisión cuando ve que nos arrepentimos y le pedimos perdón (ver Joel 2, 12-14), y también cuando intercedemos por otros (ver Gen 18, 23-32).
Cabe aclarar que Dios no cambia en Su ser, ni en Su amor por nosotros.
Decimos que puede cambiar Su decisión en el sentido en que un papá amoroso cambia cuando estaba a punto de aplicarle un correctivo a su niño desobediente, éste lo obedece, y el papá decide ya no corregirlo. Otro ejemplo: el papá ha decidido no concederle a su niño un favor que éste le ha pedido, pero éste insiste tanto, que el papá reconsidera, ve que puede hacerle bien, cambia su decisión y se lo concede.
No perdamos nunca la esperanza de que Dios note, valore, tome en cuenta nuestro arrepentimiento, nuestra conversión y nuestras súplicas, por nosotros y por otros.
Y tengamos la certeza de que sea quemantenga o modifique Su decisión, decidirá siempre lo que sea mejor para nosotros, para nuestro bien y salvación.