y los envió por delante...
a todas las ciudades y sitios a donde ÉL había de ir...'
(Lc 10,1)

Casa de oración

Alejandra María Sosa Elízaga*

Casa de oración

Dos veces en la Primera Lectura que se proclama este domingo en Misa (ver Is 56 1, 6-7), Dios se refiere a Su casa como “casa de oración”, dice que será para todos los pueblos, y que en ella los llenará de alegría.
Podría decirse que esta promesa comenzó a cumplirse en el Templo de Jerusalén, a donde podían acudir a adorar a Dios no sólo los judíos, sino gente de otros pueblos, que también creían en Él. Pero esta promesa se cumple ahora también, y con mayor plenitud, cuando acudimos a la iglesia, “casa de oración”.
Consideremos, por ejemplo, la Misa, en la que se tiene lugar la mejor y más completa oración que existe, la que dirigimos al Padre en nombre de Jesús: la Plegaria Eucarística, cuya parte central es la Consagración, en la que se transforma el pan y el vino en Cuerpo y Sangre de Cristo, y que incluye todas las clases de oraciones que los creyentes podemos hacer: alabar, agradecer, interceder, volver la mirada a la Virgen María; recordar a los santos, pedir por los fieles difuntos (ayuda invaluable para sacar almas del Purgatorio), interceder por el Papa, los obispos, los presbíteros y toda la Iglesia, y por las más diversas necesidades del mundo, y dar gloria a Dios Padre, en Jesucristo, unidos al Espíritu Santo. Es la plegaria de plegarias, la madre de todas las oraciones, la más importante, la que le da sentido a ir a Misa porque no la podemos hacer en casa. Es tan importante que el Vaticano publicó un documento (Redemptionis Sacramentum), que ordena que quien celebra la Misa diga la Plegaria Eucarística completa, sin suprimir nada. Quiere asegurar que nadie se vea privado de la gracia y riqueza que comprende en su totalidad esta valiosísima oración.
Además de la Plegaria Eucarística, hay otras oraciones a lo largo de la Misa, incluida por supuesto el Padrenuestro, que el propio Jesús nos enseñó.
Queda bien claro que en Misa se cumple lo de que la casa de Dios sea “casa de oración”.
Pero reflexionaba en lo siguiente. Mucha gente se conforma con ir a la iglesia sólo el domingo. Pero si Dios quiso que Su casa fuera “casa de oración”, lo ha de entristecer que sólo vayamos allí cuando es por obligación; de seguro le gustaría que busquemos otros momentos para ir a orar, es decir a comunicarnos, a dialogar con Él, por puro amor, por el gusto de encontrarnos con Él, como a Él le gusta encontrarse con nosotros.
¿Qué tal darnos un tiempito para ir a la iglesia entre semana, a visitar a Jesús Sacramentado, sea que esté expuesto el Santísimo, o reservado en el Sagrario? No hay mejor lugar que a Su lado, no hay mayor paz que junto a Él. Podemos ir a darle gracias, y a poner nuestras necesidades en Sus manos; o a contarle nuestras cosas, no porque no las sepa, sino porque es nuestro Amigo y platicándole estrechamos nuestra relación personal con Él; o podemos simplemente ir a hacerle compañía, a estar con Él.
El Señor tiene la ilusión de que Su casa sea “casa de oración”, ¿de qué manera estás respondiendo tú a Su amorosa invitación?

 

Publicado el domingo 22 de octubre de 2017 en la pag web y de facebook de Ediciones 72.