y los envió por delante...
a todas las ciudades y sitios a donde ÉL había de ir...'
(Lc 10,1)

Imitable

Alejandra María Sosa Elízaga*

Imitable

Pregunté a diversas personas si se atreverían a pedirle a otros que los imiten en todo lo que dice o hacen, y todos sin excepción respondieron que no. Especialmente lo que tienen hijos. Dijeron que con pena tenían que reconocer que mucho de lo que dicen o hacen no es digno de ser imitado. 

Y es que por más que nos esforcemos en dar buen ejemplo, hemos de reconocer que siempre nos quedamos cortos, fallamos en algo.

Por eso cuando en la Segunda Lectura que se proclama este domingo en Misa (ver Flp 4, 6-9), descubrimos que san Pablo dice: “pongan por obra canto han aprendido y recibido de mí, todo lo que yo he dicho y me han visto hacer”, nos quedamos sorprendidos y pensamos: ‘claro, san Pablo era un súper santo, así que bien podía pedir que lo imitaran en todo’

Tenemos la idea de que los santos eran seres humanos perfectos, pero es no es cierto.
Cometían errores, como nosotros, caían, como nosotros.

San Pablo estaba lejos de ser o de considerarse perfecto. Recordemos que en una de sus cartas reconoce que se presentó ante la gente débil y temblando de miedo (ver   ), en otra dice que es “como un aborto” (1 Cor 15,8), e indigno de ser llamado apóstol, por haber sido perseguidor de cristianos (ver 1 Cor 15, 9).

Entonces, ¿por qué a pesar de que también cometió pecados y tenía defectos, se atrevió a pedir que lo imitaran?

Porque tenía una cualidad, una característica que quería que tuviéramos nosotros también: la seguridad de que nosotros no podemos nada, pero Dios lo puede todo.

Que nosotros caemos, pero Dios nos levanta; nosotros nos equivocamos, pero Dios nos corrige; nosotros somos miserables, pero Dios es misericordioso.

En un momento dado Pablo reconoció que no hacía el bien que quería hacer, sino el mal que no quería hacer. Se preguntaba quién podría librarlo de ello, y respondía que Cristo Jesús (ver Rom 17-25).

Así que cabe pensar que cuando se pone de ejemplo, no es para presumir o para dárselas de perfectito, sino para animarnos a imitarlo en su inquebrantable confianza en la gracia de Dios. Así lo afirma. “Por la gracia de Dios, soy lo que soy” (1Cor 15, 10).

San Pablo no nos pide que lo imitemos en una perfección imposible, sino en su absoluta docilidad a la gracia de Dios. Y en eso, sí que podemos imitarle. 

Publicado el domingo 8 de octubre de 2017 en la pag web y de facebook de Ediciones 72