7 actitudes a evitar en la corrección fraterna
Alejandra María Sosa Elízaga*
No nos deja salida.
Tanto la Primera Lectura como el Evangelio que se proclaman este domingo en Misa (ver Ez 33, 7-9; Mt 18, 15-29), nos motivan a hacer ‘corrección fraterna’, que en cristiano consiste en ayudar a alguien a darse cuenta de que debe corregir algo en su vida que le perjudica espiritualmente, que no es conforme a la voluntad de Dios o a lo que pide la Iglesia.
Saber que debemos hacer corrección fraterna es importante, pero también debemos saber qué no hay que hacer con relación a la corrección fraterna. Considera lo siguiente:
1. No hay que abusar
No hay que corregir por todo, ni criticar todo el tiempo, ni convertirnos en inspectores de los demás, al acecho de sus faltas para echárselas inmediatamente en cara. Hay que pedirle al Espíritu Santo que nos ilumine para saber elegir lo importante y dejar pasar lo que no lo es.
2. No hay que buscar el propio provecho
No se vale corregir al hermano para que evite algo que no es en sí malo ni lo perjudica, pero que a nosotros no nos gusta o nos molesta.
3. No hay que corregir frente a los demás
Eso humilla a la persona y la pone a la defensiva. Hay que ser discretos y buscar el momento oportuno.
4. No hay que salirse del tema
No hay que traer a colación errores que ha hecho la persona en otro momento, no echarle en cara lo que ha cometido en el pasado, eso ya no es corrección fraterna sino aprovechar para ventilar un rencor antiguo que no ha sanado. Hay que ceñirse al tema de ahora.
5. No hay que enfocarse sólo a lo malo
Si sólo se le mencionamos lo que ha hecho mal, podemos deprimirlo. Hay que mencionar primero lo bueno, que sienta que apreciamos sus cualidades.
Por ejemplo, es muy distinto si una mamá le dice a su hijo adolescente: ‘¡eres un inconsciente irresponsable!, ¿cómo te atreves a manejar borracho? ¡puedes matar a alguien!’, que si le dice: ‘hijo, tú eres muy sensible y compasivo con los demás, sería espantoso para ti atropellar a alguien cuando manejas en estado de ebriedad, que muriera por tu culpa, por favor recapacita y no lo hagas’.
6. No hay que quitar toda esperanza
Abrirle una salida. Recordemos a Juan el Bautista, que le hablaba duramente a la gente que acudía a ser bautizada por él, pero no se quedaba en el regaño, sino les ofrecía una salida (ver Lc 3, 7-14). Recordemos también a Pedro, que en su primer discurso echó en cara a los israelitas haber crucificado a Cristo, pero cuando con corazón compungido le preguntaron qué podían hacer, les dio una esperanza (ver Hch 2, 36-41).
No hagas sentir a la persona corregida que no tiene remedio. Ayúdale a encontrarlo.
7. No hay que confundir el pecado con el pecador
Por ejemplo, no decirle ‘eres mentiroso’, sino ‘dijiste una mentira’; no decir: ‘eres infiel’, sino ‘cometiste una infidelidad’. Si la persona siente que lo que hizo fue un hecho aislado que, con la gracia de Dios, puede evitar en el futuro, tiene posibilidad de corregirse. Si cree que lo que hizo determina quién es, quedará sumido en aquello que ha cometido, no creerá que puede superarlo y cambiar.
Lo principal al hacer corrección fraterna es hacerla por y con amor, con delicadeza, oportunidad, discreción, y, sobre todo, buscando el verdadero bien de la persona corregida. Imitar al Señor que dice: “No quiero la muerte del pecador, sino que se convierta y viva.” (Ez 18, 23). Cuidado con hacer dizque corrección fraterna con palabras que maten, que maten en la persona corregida su autoestima, su esperanza, incluso su deseo de mejorar y hasta de vivir.
El signo para saber si fue o no eficaz la corrección fraterna, es que la persona que la reciba no quede devastada, sino edificada, y, sobre todo, con ánimos e intención de corregir su error y reorientar sus pasos para encaminarse hacia el Señor.