y los envió por delante...
a todas las ciudades y sitios a donde ÉL había de ir...'
(Lc 10,1)

Sus incomprensibles caminos

Alejandra María Sosa Elízaga*

Sus incomprensibles caminos

Creí haber escrito una carta muy amable, y hasta jocosa, para pedir a cierta persona que corrigiera un trabajo que había hecho. Le leí la carta a mi papá, para ver qué opinaba. Me escuchó con atención y me dijo: ‘yo, que te conozco, capto que quisiste ser amable y hasta bromear un poco, pero no puedes asumir que el destinatario va a leer esto en el mismo tono con que tú me lo leíste. Puede ser que no sea así. A ver, vuélvemela a leer, pero esta vez como si estuvieras muy enojada’. Así lo hice, y ¡la mismísima carta cambió por completo, se oyó seca y sarcástica! De inmediato me puse a corregirla, y la leía en todos los tonos posibles para que no hubiera modo de interpretarla más que como una propuesta hecha con afecto y buena voluntad.
    Recordaba esto al leer lo que dice san Pablo en la Segunda Lectura que se proclama en Misa este domingo (ver Rom 11, 33-36).
    En medio de alabanzas a Dios por Su inmensa y rica sabiduría, exclama con gozo y admiración hacia Él: “¡Qué impenetrables son Sus designios e incomprensibles Sus caminos!
    Y pensé: qué curioso, san Pablo escribió esto para alabar a Dios, y en cambio no falta quien lea lo que él escribió y le dé una interpretación completamente opuesta, en lugar de usarlo para alabar a Dios, lo use ¡para quejarse de Él!
    Y es que hay personas que se enojan cuando Dios permite algo que no entienden, no es lo que le habían pedido, no es lo que esperaban. Reclaman: ‘¡no comprendo!, ¿por qué si Dios es bueno, permite esto?, ¿por qué no lo impidió?, ¿qué bien puede haber en esto?’, y se quejan con amargura: ‘¡qué impenetrables son las decisiones de Dios!, ¡qué incomprensibles!”. Y de ahí a apartarse de Él decepcionadas, no hay más que un paso.
    No se detienen a reflexionar que ante las incomprensibles decisiones de Dios no cabe la ira, molestarse con Él como si fuera un subalterno rebelde que nos ha desobedecido y al que hay que meter al orden. Sólo cabe responder con humildad, confianza y gratitud.
    Humildad, al reconocer que, como dice Dios mismo por boca del profeta Isaías, Sus caminos no son nuestros caminos, sino están muy por encima de los nuestros, pues Él es Dios y nosotros simples criaturas. Si lo entendiéramos sería igual o inferior a nosotros. 
    Confianza, darle un voto de confianza a Dios porque sabemos que nos ama, que busca sólo nuestro bien, que no hace nada por maldad o para hacernos la vida imposible, sino porque quiere ayudarnos a alcanzar la santidad porque quiere pasar con nosotros la eternidad.
    Y gratitud por tener la certeza de que lo que Dios permite es lo mejor, y aunque de momento no lo entendamos será para bien, así que mejor nos ahorramos el berrinche y se lo agradecemos anticipadamente, para que cuando llegue el día, sea de este lado de la eternidad o del otro, en que podamos comprender la razón de lo que permitió, no nos avergoncemos por haberle reclamado, sino nos alegremos por haberle agradecido sus impenetrables designios e incomprensibles caminos.

 

Publicado el domingo 27 de agosto de 2017 en la pag web y de facebook de Ediciones 72.