Fe probada
Alejandra María Sosa Elízaga*
¿Cómo puede alguien saber si en verdad tiene fe en Dios?
En la Biblia queda claro que tener fe en Dios no consiste solamente en creer que Él existe, pues ello puede no afectar en nada la propia vida. Alguien podría decir: ‘pues sí, creo que existe Dios, pero y eso ¿a mí qué?’
La fe, según la Sagrada Escritura, consiste en abrir el corazón a la presencia de Dios, centrar, cimentar la propia vida en Él, amoldar la propia voluntad a la Suya, adherirse a Él, decirle sí.
Y en ese sentido, se puede saber si en verdad se tiene fe en Dios, cuando se viven situaciones difíciles, dolorosas, angustiosas, agobiantes, agotadoras, en las que se tiene la tentación de perder el buen humor, el ánimo, la paciencia, la esperanza, y sin embargo, se mantiene firme la voluntad de aceptar la voluntad del Señor, y no a regañadientes o porque no queda de otra, sino porque se tiene la certeza de que es lo mejor, porque lo manda o lo permite Aquel que nos creó, que nos ama y que quiere ayudarnos a alcanzar la santidad para que podamos pasar con Él la eternidad.
En la Segunda Lectura que se proclama en Misa este Segundo Domingo de Pascua, Fiesta de la Misericordia, (ver 1Pe 1, 3-9), empieza san Pedro bendiciendo a Dios “por Su gran misericordia, porque al resucitar a Jesucristo de entre los muertos, nos concedió renacer a la esperanza de una vida nueva...que Él nos tiene reservada como herencia en el cielo”.
Cuando se vive con la esperanza de alcanzar el cielo, se vive todo de otra manera. Se tiene la certeza de que todo lo que nos toque enfrentar, sea fácil o difícil, nos va encaminando a alcanzar esa dicha sin final que Dios nos tiene reservada.
Ello permite disfrutar lo bueno sin aferrarse, y capotear lo malo no sólo sin desesperación sino incluso agradeciéndolo, porque puede contribuir a nuestra santificación.
Se comprende así que diga san Pedro: “alégrense, aun cuando ahora tengan que sufrir un poco por adversidades de todas clases, a fin de que su fe, sometida a la prueba, sea hallada digna de alabanza, gloria y honor, el día de la manifestación de Cristo. Porque la fe de ustedes es más preciosa que el oro, y el oro se acrisola por el fuego.”
Podría sonar masoquista eso de alegrarse cuando se sufren adversidades, pero no es así si se toma en cuenta que se refiere a que son las adversidades las que nos permiten probar nuestra fe (en el sentido de ponerla a prueba, y también de demostrarla), y alegrarnos si nuestra fe probada es considerada, por el Señor: “digna de alabanza, gloria y honor”.